El escritor José Agustín Goytisolo
A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de las autoras, sobre todo autoras -algo que estoy seguro habrán advertidos los asiduos lectores de Desde el trópico de Cáncer- cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. Ellas tienen, sin duda, mucho que decirnos. Les dejo con el A vuelapluma de hoy.
La semana pasada, -afirma la escritora Carme Riera-, inolvidable, por tantos motivos tristes, en especial para los catalanes, celebramos en la Universitat Autònoma de Barcelona, los días 14, 15 y 16, esto es, lunes, martes y miércoles, el VII Congreso Internacional José Agustín Goytisolo y Su Generación: Música y Poesía. Las fechas, coincidentes con la sentencia del procés , propiciaron que la sala en la que tuvieron lugar las sesiones, que ni quisimos ni pudimos suspender o aplazar –ya que los billetes de los ponentes no admitían cambios ni devoluciones–, estuviera vacía de estudiantes.
Los estudiantes abandonaron las clases a partir de las diez. Muchos se dirigieron a la plaza Cívica, desde donde se marcharon a Barcelona y luego al aeropuerto. Hacia el aeropuerto se dirigió también, a primera hora de la tarde, la profesora que dio la ponencia inaugural y que debía poner rumbo a Oxford. Iba tranquila, reconfortada por otro colega de ideología independentista, participante igualmente en el congreso, que le aseguró que no le ocurriría nada, que no se inquietara por su integridad física, porque los del Tsunami Democràtic eran gente absolutamente pacífica, que protestaban por la sentencia injusta del tribunal que condenaba con desmesura a los políticos independentistas.
El taxi que llevaba a la profesora la dejó a dos kilómetros del aeropuerto, ya abarrotado por los manifestantes. Como tantos otros pasajeros, realizó el trayecto a pie. Consiguió entrar en la terminal, saltando obstáculos, con riesgo de romperse una pierna, evitando las porras de los policías y los empujones de los del Tsunami . Pero tuvo suerte. Mucha más que la del pasajero francés que murió de un infarto, privado, al parecer, de una atención inmediata. Ella, tras mostrar su tarjeta de embarque y hacer una larga cola, pudo pasar a la zona de salidas. Siete horas después, su avión despegó. A muchos otros les fue mucho peor.
Las historias de los viajeros que ese día pasaron por El Prat se nos han transmitido con el ruido y la furia que suele producir la impotencia. A los que llegaban a Barcelona se les impedía salir del aeropuerto, tomado por los asaltantes y, en cierto modo, convertidos en sus rehenes, hasta que, por la noche, quienes movilizaban y desmovilizaban a los manifestantes consideraron que debían ir abandonando el lugar. Ocupar las pistas, como en Hong Kong, algo que se había planteado en un principio, fue desestimado por las penas de cárcel que podía ocasionar.
El congreso Goytisolo continuó al día siguiente también sin estudiantes. Por la Autònoma sólo se veía a algunos chinos, los benditos chinos que inyectan yuanes en las depauperadas economías universitarias, y veinte o treinta erasmus despistados. Algunos congresistas llegaron la mañana del martes tarde a causa de los retrasos de trenes y aviones, y otros no llegaron como consecuencia de las carreteras cortadas.
Los organizadores continuábamos pidiendo excusas a los invitados por la falta de público y nos preguntábamos qué habrían dicho José Agustín Goytisolo, Jaime Gil de Biedma, Carlos Barral o su antólogo, Josep Maria Castellet, de la situación que estábamos viviendo. Abominarían, sin duda, de la violencia. No en vano habían sido niños durante la Guerra Civil. ¿Qué pensarían del procés ? ¿Y de la sentencia? ¿De qué lado estarían? ¿Qué opinarían de Puigdemont? ¿De Torra, de su famoso y nefasto apreteu ?
Cerramos el congreso la mañana del día 17 sin público, pese a la actuación del gran Paco Ibáñez. Diversos ponentes se habían paseado la noche anterior por una Barcelona en llamas. Les sorprendió en plena calle la facilidad con la que los violentos levantaban barricadas, les prendían fuego y huían cuando la policía aparecía. Atacaban a las fuerzas del orden con cuanto encontraban a su paso. Volaba el material urbano, llovían piedras y adoquines contra los escudos de los Mossos, cuyas actuaciones, según los CDR, habían sido desmesuradas desde el mismo momento en que empezó el Tsunami. Los del apreteu se consideraban apretados por los Mossos, como si el president Torra jugara a aquello que dicen que es tan catalán de la puta i la Ramoneta o, lo que es lo mismo, mostrando por un lado su cara de activista, no de político, y por otro, tratando de ofrecer la del político que debe velar, en primer lugar, por que la calle no se vea amenazada por los violentos, porque, en democracia, la calle es de todos.
El VII Congreso Internacional José Agustín Goytisolo fue el más triste y ensimismado de cuantos hemos dedicado al poeta desde que en el 2002 la Universitat Autònoma de Barcelona se hizo cargo de su legado. Este 2019 se cumplen veinte años de la muerte del autor de Palabras para Julia . No obstante, sus versos nos siguen haciendo compañía e incluso nos sirven de consuelo: “En tiempos de ignominia como ahora / a escala planetaria y cuando la crueldad / se extiende por doquier fría y robotizada / aún queda buena gente en este mundo / que escucha una canción o lee un poema: es el canto, la voz y la palabra: única patria”.
La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt
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