martes, 2 de septiembre de 2025

DE HISTORIAS DE DEMOCRACIA

 








En tiempos de bulos y banalidad necesitamos recordar quienes desde dentro o desde fuera sufrieron para recuperar la libertad, escribe en El País [Historias de democracia, 24/08/2025] la politóloga Pilar Mera. “Un 20 de noviembre supe que, quizá y poco a poco, las puertas de España iban, por fin, a abrirse para los de fuera y para los de dentro”. María Casares, la mujer que pronunció estas palabras, era de “las de fuera”, comienza diciendo Mera. Tuvo que exiliarse siendo apenas una niña. Llegó a París un día antes de cumplir los 14. Cuatro décadas después, el 23 de noviembre de 1976, María recordó aquel pensamiento sobre un futuro esperanzador en Madrid, ante un auditorio abarrotado de gente reunida para homenajearla. En sus cuatro décadas de ausencia, la niña gallega se había convertido en la gran dama del teatro francés. Y el teatro la trajo de vuelta a España para protagonizar El adefesio, la obra que Rafael Alberti escribió en su exilio argentino para Margarita Xirgu. Dos más de “los de fuera”.

En sus memorias, María Casares cuenta que al conocer la muerte de Franco se puso a llorar. Con suavidad primero. Como un torrente después. Sin pensar ni sentir nada. Sin dejar de llorar. Quizás lloraba el desarraigo de la niña arrebatada de su infancia. A su familia, separada por la guerra. La muerte prematura en el exilio de su madre, Gloria Pérez. El lento apagar de su padre, Santiago Casares Quiroga, uno de los políticos más destacados del primer tercio del siglo XX. Y de los más olvidados. O peor recordados. El secuestro de su hermana Esther y de su sobrina, que por azar fueron las únicas Casares en la retaguardia rebelde en julio del 36, lo que las convirtió en las rehenes perfectas. Sin un cargo en contra, Esther sufrió persecución, cárcel, libertad vigilada, repudio social y 19 años de retención de pasaporte, con su apellido como único delito. Pese a los intentos desesperados de la familia por recuperarla antes de la muerte de Casares, cuando pudo abandonar España llevaba cinco años muerto. Una tragedia familiar y cuatro décadas de dictadura resumidas en aquellas lágrimas que sintetizan miles de historias.

Como la de Josefa Olivares, que era de “las de dentro”. Esta costurera socialista de Lavapiés, nacida con el despuntar del siglo XX, fue evacuada con sus hijas durante la guerra. De Madrid a Tomelloso. De Tomelloso a Burjasot. Regresaron a Madrid cuando los franquistas ya habían tomado la ciudad y se acostumbraron a vivir con miedo. El mismo miedo que, vestido de prudencia, llevó a una amiga de Josefa a protegerla quemando todos sus papeles comprometedores en su ausencia, incluida una foto de Pablo Iglesias y sus libros de García Lorca. El mismo miedo que no le impidió llevar comida a los presos que construían el Valle de los Caídos, pero que, como a tantos de “los de dentro”, la llevó a vivir en el silencio del exilio interior, hecha un ovillo, con su identidad y sus ideas escondidas en casa.

Los setenta alcanzaron a Josefa deprimida y casi desahuciada. Prácticamente vivía en la cama. La muerte de Franco insufló cierta vida en sus pulmones, pero en abril de 1978 resucitó de manera literal. El día que los restos de Largo Caballero llegaron a Madrid se levantó como un huracán de la cama, se vistió, cogió el bolso y a dos de sus nietos y se fue a la sede del PSOE, de donde partía el cortejo fúnebre hacia el cementerio civil. Josefa recobró la vida en sus últimos alientos al recuperar lo que creía perdido. El 19 de septiembre de 1978 asistió feliz con su familia al estreno de Así que pasen cinco años, rescatando del fuego a su amigo Lorca.

En tiempos de bulos y banalidad, con pensadores provocadores recetando dictaduras corporativas, jóvenes acomodados que juegan a la épica silbando el Cara al sol o partidos que se desgañitan gritando libertad con un discurso basado en acabar con ella, necesitamos recordar a todas las Marías y Josefas. Porque las historias de carne y hueso de los de fuera y de los de dentro, su dolor, pero también su renacer cuando en los setenta comenzaron a recuperar las libertades y la esperanza, son el mejor argumento a favor de la democracia. Pilar Mera Costas (Vigo, 1978), doctora en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense, es profesora en el departamento de Historia Social y del Pensamiento Político de la UNED. Está especializada en la historia de la Segunda República, la Guerra Civil y el franquismo.















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