domingo, 15 de diciembre de 2024

De los golpes de timón injustificados

 







¿En qué momento una parte del socialismo camina hacia la exclusión de los más vulnerables? Lo peor de la operación nocturna del congreso socialista es el temor de que responda a un cálculo político de la dirección, dice en El Periódico [Queer, trans y nocturnidad, 08/12/2024] la escritora Emma Riverola.

Con nocturnidad y alevosía, el sector transexcluyente logró imponer en el congreso del PSOE su visión reduccionista del feminismo. Ante la ausencia de la mayoría de los 1.101 delegados acreditados, tiraron adelante dos enmiendas de vergüenza: que “ninguna persona de sexo masculino pueda participar en las categorías destinadas a mujeres” (un enunciado perverso: una mujer trans es una mujer. Si acaso, lo que habrá que regular es su participación en la competición, no su existencia) y la exclusión de la grafía Q+ en el colectivo LGTBI. Con poco más de doscientos votos, se burlaron de la política de igualdad del Gobierno. Bravo por su astucia. Y qué pena para tantos.

Pena por un partido que, históricamente, ha representado los avances del feminismo, el compromiso con la diversidad y el combate a la discriminación. Pena por tantas personas que, hoy, se sienten un poco más solas. Pena por todos los que contenemos el aliento ante el avance ideológico del populismo ultra. Un día son los migrantes. Otro, las personas trans. Mañana, cualquiera que estorbe. Los derechos convertidos en combustible para arrojar a la hoguera del descontento. 

Queer –‘raro’, en inglés- es el insulto que acabó convertido en orgullo. No nace de la asepsia de los laboratorios, sino de las agresiones y las persecuciones. Es un nombre paraguas que acoge a aquellas personas que no encajan en las visiones tradicionales de la identidad de género o de orientación sexual. Queer es un modo de nombrarse, de existir. Las teorías queer son aquellas que exploran el modo de romper las categorías normativas en torno al género y el sexo. Por último, “dictadura queer”, “delirio queer” o “chorrada queer” son algunos de los términos que un peculiar, heterodoxo y mezquino ejército de salvación utiliza para despreciar todo aquello que no encaja con su visión o su interés político. 

Las feministas transexcluyentes se llaman a sí mismas ‘las feministas’, arrogándose la potestad de marcar doctrina. A menudo, se las denomina ‘feministas clásicas’. Aunque también se las podría llamar ‘nostálgicas’. O ‘retrógradas’. La ley trans las exacerbó. Ante el temor a perder la hegemonía y el control del feminismo, aprovechan cualquier púlpito para arengar contra los derechos de las personas trans. En su obcecación, no dudan en reproducir argumentos del fundamentalismo cristiano y de la ultraderecha.

Ahí está la exvicepresidenta Carmen Calvo: “El Q+ responde a una teoría y a una ideología neoconservadora”, afirma. Y tanta ignorancia (¿fingida?) produce más vergüenza que rabia. La ONU, la ACNUR, el Parlamento Europeo, Amnistía Internacional, Oxfam y tantas otras organizaciones velan por los derechos de las personas queer y alertan sobre el aumento de violencia que sufren. ¿En qué momento una parte del socialismo camina hacia la exclusión de los más vulnerables? Lo peor de la operación nocturna del congreso socialista es el temor de que responda a un cálculo político de la dirección. Retroceder para ampliar electorado. Retroceder hasta no saber a quién se sirve. 









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