TAMBIÉN
Quizá por sobredosis
de canciones, películas y sueños,
o porque entonces yo
–que era, cómo explicarlo, más joven que yo mismo–
aún no entendía el idioma
en que vienen las cosas de la vida,
pensaba que el amor únicamente era
palabras tiernas, manos soñadoras
confundidas en una misma y larga caricia,
síes que les responden a otros síes,
besos celestes y horas de siempre sol y mayo.
No sospechaba que el amor está
hecho también de noes y distancias,
de lágrimas a veces, y algún grito,
y alguna hora ceñuda, y que precisamente
son esos noes y esas distancias y esas lágrimas
y todas esas cosas dolorosas
lo que prueba y depura
y alarga hacia el futuro, por encima
del vuelo raso de los sentimientos,
toda esa pirotecnia de las palabras tiernas,
las manos soñadoras, los síes que se miran
en el espejo de otros síes, los besos,
la primavera y todo lo demás.
Miguel D’Ors (1946)
poeta español
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