La semana política termina con intrigas de gran calado dentro y fuera de España, afirma en La Vanguardia [Ni contigo ni sin ti, la copla de Feijóo, 06/12/2024] el periodista Fernando Ónega. Afectan a multitud de países, a multitud de regímenes, a multitud de creencias, a la propia supervivencia de la democracia. Son, por tanto, momentos críticos para la humanidad en los que puede pasar todo, desde una catástrofe climática hasta que las guerras actuales lleven a una conflagración mundial, que sería de aniquilación; desde una nueva recesión económica hasta una revuelta ideológica que entierre las convicciones que sirvieron de base al Estado del bienestar, y desde un desmoronamiento de la Unión Europea por las crisis del eje franco-alemán a la ocupación del poder por los extremismos trumpistas que no dejan de subir en su visible conquista de poder y viven la euforia del triunfo de su líder norteamericano y la confusión derivada de la extraña alianza de Le Pen y las izquierdas francesas. Así está la superficie de la enmarañada realidad política.
Corrupciones al margen, la intriga netamente española tiene sus orígenes en el 2023, cuando ocurrieron tres acontecimientos trascendentes: el gran triunfo del Partido Popular en las elecciones autonómicas y locales, la rápida y astuta reacción de Pedro Sánchez de amortiguar los efectos de su derrota con el adelanto de las urnas generales, y la insuficiente victoria del PP el 23 de julio, probablemente debida a los desatinados pactos con Vox. Esos pactos le regalaron a la izquierda española la gran munición que no dejó de utilizar desde entonces en mítines, declaraciones, sesiones de control parlamentario y este último fin de semana en el 41.º Congreso del Partido Socialista. El recurso dialéctico de sumar derecha y extrema derecha como crítica en los discursos y como amenaza en las intenciones ha sido la gran aportación socialdemócrata, creo que la única, al debate político nacional.
Y hace solo dos días, la última noticia: Vox rechaza aprobar los presupuestos de seis comunidades gobernadas por el PP. “Las cuentas, en el aire por la amenaza de los de Abascal”, tituló este diario. ¿Cuál era el motivo de decisión tan radical? El mismo que ya había llevado a los consejeros autonómicos de Vox a abandonar los gobiernos en que estaban: la disposición del PP a negociar con los socialistas la ley de Extranjería y el tratamiento de los inmigrantes menores no acompañados, los famosos menas.
A efectos de ocupación del poder, no ocurre nada grave en el corto plazo: los presupuestos se pueden prorrogar, sufren los servicios públicos, pero no habrá caída de gobiernos. A efectos de futuro, sí hay consecuencias. La principal procede del momento en que esta crisis se produce: solo tres días después de que Pedro Sánchez anunciase la reconquista de los territorios perdidos en el 2023. Y la derecha, siempre tan desprendida, siempre tan generosa, le hace el inapreciable regalo de la inestabilidad de sus mandatos. Hace solo dos semanas, la mayoría progresista que sostiene a este gobierno daba un ejemplo de entendimiento, capacidad de renuncia y, por tanto, de solidez. Sánchez podía soñar con la aprobación de los presupuestos del Estado. Hoy, la renqueante mayoría conservadora se resquebraja y deja a los gobiernos autonómicos sin presupuestos. Pongan a enfriar el cava en la Moncloa y en Ferraz.
La pregunta de circunstancias es demasiado fácil, pero hay que hacerla: ¿qué estaría ocurriendo en España si el 23 de julio del 2023 la suma de diputados del Partido Popular y Vox hubiera dado la mayoría suficiente para gobernar? No es preciso que este cronista responda, porque todos ustedes tienen la respuesta: la presidencia del Gobierno de España estaría todos los días en el alero por las exigencias del socio fundamental; exigencias que Feijóo acaba de calificar como chantajes.
¡Ay, recordado Santiago Carrillo! Alberto Núñez Feijóo le podría cantar a Santiago Abascal la copla que tanto gustaba al líder comunista: “Ni contigo ni sin ti / tienen mis penas remedio. / Contigo porque me matas, / sin ti porque me muero”. Mata una alianza del Partido Popular y Vox, porque da miedo y es repudiada por la España centrista y moderada. Y se muere sin esa alianza, porque obliga a Feijóo a ganar por mayoría absoluta, si realmente quiere gobernar. A fecha de hoy, las encuestas que lo sitúan a las puertas de La Moncloa lo hacen desde la suma de los escaños de los dos partidos. Y eso convierte los sondeos de intención de voto en argumentos de rechazo: votar al PP será, como dice la propaganda de izquierda, votar extremismo. Ni contigo ni sin ti…
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