Ayer comenzó el debate anual sobre el Estado de la Nación. Hace muchos años que no lo sigo en su integridad, aunque si veo los resúmenes y escucho y leo los comentarios que sobre él se formulan a "toro pasado" en prensa, radio o televisión. Sin excesivo interés, dicho sea de paso. No es un "debate" que me preocupe. En términos generales me parece una pantomima en la que nadie escucha al otro, la oposición proclama apocalipsis y catástrofes varias que no concreta, y el gobierno (cualquier gobierno, todos los gobiernos) aprovecha para "sacar conejos" de la chistera que dejen con el paso cambiado a sus adversarios políticos y arranquen ¡oohées! de amiración de sus partidarios.
La pantomima, la mayoría de la ocasiones, ni siquiera alcanza la categoría de "representación" que, como yo explicaba a mis alumnos de los cursos de formación de representantes sindicales, resulta esencial en toda actividad pública. Parece que esta vez la "sacada de conejos" ha sido bastante más espectacular de lo esperado, el presidente del gobierno ha estado más en su lugar de lo habitual en él, y el líder de la oposición conservadora ha acreditado una vez más que podrá ganar unas elecciones (hasta un gilipollas de nacimiento como George Bush -hijo- las ganó dos veces) pero no convence ni a los suyos.
Como es muy probable que vuelva sobre el asunto en días posteriores, dejo por hoy el Debate sobre la Nación para comentar dos noticias que me han dejado un buen sabor de boca. La primera se refiere al gobernador del Banco de España, el señor Fernández Ordóñez, al que, estimo yo, con buen tino, el secretario general de la Unión General de Trabajadores de España, el señor Cándido Méndez, calificó días pasados de bocazas a cuenta de sus reiteradas declaraciones en favor del abaratamiento del despido, la congelación de las pensiones, el aumento de la jornada laboral y la disminución de los salarios de los trabajadores.
Pues bien, el parlamentario socialista europeo, don Josep Borrell, recordaba ayer que le gustaría oir alguna vez al gobernador de nuestro banco central su opinión sobre los sueldos de los presidentes de los grandes bancos nacionales españoles (que alcanzan de media los 6.000.000 de euros anuales, con primas en planes de pensiones que se incrementan también anualmente en 3.000.000 de euros por término medio), en lugar de clamar una y otra vez por el abaratamiento del despido, la rebaja de los salarios y la congelación de las pensiones de los trabajadores.
Otra noticia de hace unos días, aparte de la repentina admiración jaculatoria del señor presidente de los (grandes) empresarios españoles, cuyo nombre no recuerdo ni tengo el menor interés en recordar, sobre los fastuosos (a su juicio) órganos reproductivos de la presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, doña Esperanza Aguirre, es la de que los sueldos medios de los directivos de las empresas españolas que cotizan en el IBEX alcanza los 900.000 euros anuales. No se si es mucho o poco. Desde luego, yo no estoy en contra de que esos directivos ganen mucho dinero, siempre que hagan crecer a sus empresas respectivas, generen riqueza productiva para el país y creen empleos estables y bien retribuidos. Pero que esos mismos señores limiten su receta para salir de las crisis a recibir sin control ni responsabilidad alguna por su parte dinero público (de todos) en cantidades ilimitadas, destruyan empleo, congelen o bajen los salarios de sus trabajadores, aumenten sus jornadas de trabajo, limiten sus derechos y recorten sus prestaciones sociales y sus pensiones, me parece, como mínimo un ejercicio de cinismo y de desvergüenza.
Termino con otro interesante artículo en el que Rafael Argullol, escritor y profesor de Estética en la Universidad Pompeu Fabra, de Barcelona, titulado "El gran saqueo", comenta el varapalo dado por el Parlamento europeo a España con motivo del Informe presentado al mismo por la diputada europea verde, Marguete Auken, sobre el "Impacto de la urbanización extensiva en España en los derechos individuales de los ciudadanos europeos, el medio ambiente y la aplicación del Derecho comunitario". No tiene desperdicio. Les invito a leer el artículo del profesor Argullol más adelante, y el Informe aprobado por el Parlamento europeo. Esto último pueden hacerlo pinchando aquí (1).
No se si la "política" en España, entendida como la actividad que desarrollan los políticos en todos sus niveles (locales, regionales, estatales) es de mejor o peor calidad que la que se lleva a cabo en Alemania, Francia, Portugal, Gran Bretaña, o Andorra. Dos de mis mejores amigas y un sobrino se dedican a la política activa en cargos de diversa responsabilidad; son honestos, trabajadores incansables, desinteresados, con una excelente formación académica, y sinceramente, no entiendo muy bien que hacen en ella (en la política) aparte de tragarse cada día, con mejor o peor disposición, media docena de sapos crudos en esta república bananera en que hemos convertido a Canarias. Desde luego, pienso que no hemos llegado (aún, pero crucemos los dedos) a la situación de degradación de la Italia berlusconiana, pero en todo caso me parece que tanto la política canaria como la española están muy alejadas del nobilísimo papel que mi idolatrada Hannah Arendt (2) reclamaba para ella (la política) como manifestación pública de confrontación de ideas en el ágora siempre abierta y al aire libre de una sociedad democrática. De ahí, mi añoranza de tu magisterio, querida Hannah. Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)
La pensadora Hannah Arendt
Notas:
(1) Informe del Parlamento europeo sobre el impacto de la urbanización extensiva en España, en:
http://www.europarl.europa.eu/sides/getDoc.do?pubRef=-//EP//TEXT+REPORT+A6-2009-0082+0+DOC+XML+V0//ES
(2) Información en Wikipedia sobre Hannah Arendt, en:
http://es.wikipedia.org/wiki/Arendt
Fotos:
(1) La pensadora Hannah Arendt, en:
http://zaczytanie.blox.pl/resource/Hannah_Arendt.jpg
(2) La parlamentaria europea Marguete Auken, en:
http://www.amartorell.com/uploads/Auken552.jpg
La parlamentaria europea verde Marguete Auken
"EL GRAN SAQUEO", por Rafael Argullol
Como comprenderán fácilmente, no tengo la costumbre de leer informes del Parlamento Europeo ni de ningún otro Parlamento; sin embargo, a instancias de un amigo jurista, he leído un documento que les recomiendo si les gusta la literatura de terror: se trata del informe elaborado por la diputada danesa Marguete Auken sobre "el impacto de la urbanización extensiva en España en los derechos individuales de los ciudadanos europeos, el medio ambiente y la aplicación del Derecho comunitario". Es un texto de 30 páginas que se puede leer tanto como un relato espeluznante cuanto como un pequeño tratado acerca de las peores conductas en materia política y moral.
De hecho, yo introduciría el informe de la señora Auken como lectura obligatoria en escuelas y universidades, y además, exigiría su conocimiento detallado previo a todo candidato a ocupar un cargo público. Ustedes se preguntarán por qué muestro tanto entusiasmo por ese documento redactado con la falta de gracia que caracteriza a este tipo de escritos, y la respuesta es que puede considerarse un espejo contundente que refleja, sin florituras ni hipocresías, la abyección incrustada sórdidamente en nuestra vida pública.
Lo que de entrada llama más poderosamente la atención es la conspiración del silencio que rodea al asunto y que se explica por la vergonzosa alianza de los eurodiputados socialistas y populares españoles en el momento de rechazar el informe de Auken que, no obstante, fue aprobado por el Pleno del Parlamento Europeo a finales del pasado mes de marzo por 349 votos contra 110, con 114 abstenciones. Una arrolladora mayoría a la que se opusieron hasta el final populares y socialistas, tan lamentablemente estos últimos que, según informaron los periódicos al día siguiente de la votación, Michael Cashman, socialista también él y autor de un informe previo sobre el tema, acabó votando a favor de la resolución.
Leído el escrito no extraña en absoluto aquella conspiración de silencio, pues son tantos quienes quedan retratados que apenas es comprensible que un escándalo de tales dimensiones haya podido oscurecerse con permanente disimulo durante décadas. Fíjense, además, que, condenada España severamente por la impunidad que ha rodeado a la corrupción, tampoco con posterioridad nuestros foros parlamentarios se han hecho eco de la resolución europea y, cómplices entre sí los diversos partidos, ha continuado la alegre política de poner la cabeza bajo el ala.
Personalmente, la sensación más desagradable que me ha quedado tras la lectura del informe Auken es que el gran saqueo, la devastación sistemáticadel litoral español, y no sólo del litoral -una devastación que afectará a varias generaciones, las cuales señalarán a la nuestra como culpable-, es algo acaecido durante la democracia y no antes, en el franquismo. Los destrozos heredados de éste se han multiplicado, en las décadas democráticas, hasta límites insoportables. La conclusión no es difícil: nuestra democracia ha sido tan débil y tan poco vigilante que ha aupado una auténtica antidemocracia que pone en cuestión, como actualmente se está comprobando, muchos de nuestros supuestos avances.
Esta idea inquietante se desarrolla exhaustivamente en el informe con una relación minuciosa de hechos igualmente inquietantes cuyos protagonistas tienen en común la codicia, una concepción mafiosa de la política y un sentimiento de impunidad que resulta tanto más irritante por el descaro con que se manifiesta. De hacer caso a Auken, y al Pleno del Parlamento Europeo, la responsabilidad del desastre se propaga por todos los círculos del Estado español, desde el más general al más local. En este peculiar relato de terror se cita con la misma dureza a la Generalitat valenciana en manos de los populares que a la socialista Junta de Andalucía, tuteladora de diversos pillajes en Almería y sustentadora, por acción u omisión, de esa peculiar joya de la corona de la corrupción que ha sido Marbella. Al igual que sucede con todo buen relato de terror hay también en el texto pasajes cómicos, como las trampas que diversos funcionarios tienden a las comisiones de investigación enviadas desde Bruselas o las aireadas protestas de castizos alcaldes quejosos con la intromisión de las narices nórdicas en las suculentas recalificaciones de los terrones mediterráneos.
A estas alturas, y con murallas de hormigón por todos lados, sabemos perfectamente que sólo a la sombra de políticos ventajistas ha podido tejerse la telaraña de especulación y codicia de la que ahora parecemos lamentarnos. Sin embargo, lo grave es que ya lo sabíamos. Estos años de destrucción del territorio del patrimonio han transcurrido a la vista de todos. Bastaba coger el Euromed para comprobar lo que ocurría en la costa castellonense o alicantina; bastaba atender al vértigo de los precios de las viviendas, presentado a menudo como signo de nuestro progreso colectivo, para percibir que algo nauseabundo se cocinaba a nuestro alrededor.
¿A nuestro alrededor? Con su crudeza estilística Marguete Auken pone el dedo en la llaga al describir la corresponsabilidad de los ciudadanos en la callada aceptación del delito. Es cierto que a la cabeza del cortejo de la corrupción han marchado políticos vendidos, especuladores o avariciosos y prestamistas fraudulentos, pero ¿y tras ellos? Conchabados promotores inmobiliarios, concejales e instituciones financieras, ¿qué hacían los jueces? Según Auken, poco, y lo poco que hacían lo hacían tan lentamente que es como si no hicieran nada. La policía iba en consonancia con los jueces. Pero tampoco los otros estamentos ciudadanos ofrecieron resistencia. Los medios de comunicación han reaccionado tarde y los ciudadanos han acabado horrorizándose como consumidores más que como ciudadanos.
Hasta aquí el relato de terror con que la señora Auken ha descrito vivamente, con ingenuidad nórdica y con toda la razón del mundo, el gran saqueo de lo que pertenecía al futuro por parte de nuestros modernos depredadores. Casi nada más se puede añadir al cuadro trazado que, en buena medida, explica las dramáticas percepciones sobre la actual crisis económica.
Aunque bien pensado, quizá sí se puede añadir algo: el gran saqueo material de todos esos años, generador de enormes fortunas y de daños irreparables, no habría sido posible si, paralelamente, no hubiéramos incurrido en el gran saqueo de las conciencias al que ahora denominamos "falta de valores", "novorriquismo" y cosas semejantes, pero que en los años opulentos, o que creíamos opulentos, estableció una férrea cadena de complicidades entre estafadores y futuros estafados, vinculados unos con otros por el sueño del dinero -sueño, luego, pesadilla para las víctimas- y por la confusión entre bienestar y beneficio. Gracias, señora Auken.
(Entrada núm. 1146) .../...
2 comentarios:
Lo que daría por poder decir que es exagerado el comentario y subsiguiente artículo... Da miedo pensar, no sólo en lo ocurrido, sino en lo que nos depara el futuro. En fin... siempre estará la emigración a lugares más civilizados.
Un saludo.
Un poco fuerte lo que comentas, querido Ramón. Tampoco tengo muy claro que "los civilizados" lo vayan a tener mejor que nosotros... Vamos a intentar mejor arreglar lo de aquí, y luego ya veremos. Lo de la emigración es muy duro...
Un abrazo grande, amigo.
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