viernes, 20 de octubre de 2023

Del problema de nuestros partidos

 





Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz viernes. Mi propuesta de lectura para hoy, del escritor Javier Cercas, va del problema de nuestros partidos. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com






Tenemos un problemón
JAVIER CERCAS - El Paìs Semanal
14 OCT 2023 - harendt.blogspot.com

Se llama partidos políticos. El problemón lo teníamos antes de 2015, cuando el viejo sistema entró en crisis y surgieron nuevos partidos, y lo tenemos ahora, cuando los partidos nuevos han demostrado ser peores que los viejos y el sistema ha degenerado. El problema no es sólo que los partidos colonicen o intenten colonizar la sociedad entera, incluidos los medios de comunicación; el problema es que tienden a ser clubes antidemocráticos, sectarios, verticales y militarizados, donde la crítica brilla por su ausencia y se funciona a golpe de pito.
Pongo un ejemplo flagrante, que incumbe al partido que voté en las últimas elecciones, y a la izquierda en general. Como Sumar, el PSOE se presentó a los comicios con un programa donde ni siquiera se mencionaba la posibilidad de una amnistía a los líderes del procés; más aún: tanto los votantes como los militantes del PSOE podíamos albergar la certeza de que esa amnistía no iba a producirse, porque así lo había dicho durante años el partido, por activa y por pasiva, incluso durante la propia campaña electoral. Pero una carambola entregó a los secesionistas la llave del gobierno del PSOE y Sumar y, en un pispás, el PSOE dio un giro de 180 grados para obtener el apoyo de los secesionistas. Fue increíble: lo que dos semanas antes era ilegal e inaceptable para el PSOE y sus satélites mediáticos pasó a ser, dos semanas después, no sólo legal sino también bueno para todos. ¿Alguien en el PSOE pidió explicaciones por ese cambio inaudito? ¿Protestó alguien? Que yo sepa, nadie salvo la vieja guardia, que no tiene cargos que perder ni que ganar, y uno de los llamados barones, blindado por una mayoría absoluta en su feudo. Fue de chiste oír a una dirigente del PSOE impartir lecciones de democracia interna a la vieja guardia rebelde dando la vuelta a una frase de Alfonso Guerra (“aquí, el que se mueve, sí sale en la foto”), días antes de expulsar del PSOE a un miembro rebelde de la vieja guardia, por hablar mal del partido; el chiste incluye también a los viejos rebeldes, tan obedientes en tiempos de Guerra como los jóvenes en el nuestro, y al propio Guerra, autoerigido en estadista responsable y azote del populismo de izquierdas tras haber sido un preclaro precursor del populismo de izquierdas, además de responsable de algunas de las frases más incendiarias de la Transición. Dicho esto, no les quepa duda: si el PP hubiera dispuesto de la más mínima oportunidad de pactar con Puigdemont, habría hecho lo mismo que el PSOE, los cuadros y la militancia lo hubieran aceptado con la misma mansedumbre y, al día siguiente del acuerdo con los secesionistas, la prensa de derechas —tan sumisa como la de izquierdas, ambas salvo contadísimas excepciones— lo hubiera bendecido como un acto de patriotismo responsable y hubiera titulado a toda página: “Puigdemont, español del año”. ¿Que cómo lo sé? Porque esto ya ha ocurrido (y, si no lo remediamos, volverá a ocurrir): en 1996, un PP necesitado de los votos nacionalistas para formar gobierno pasó en un pispás de corear “Pujol enano, habla castellano” a corear “Pujol, guaperas, habla lo que quieras” y José María Aznar, político de principios inconmovibles y baluarte frente al nacionalismo periférico, le dio a Pujol lo que no está escrito, arrancó a hablar catalán (en la intimidad) y no entonó el Virolai haciendo el pino porque Dios es misericordioso. Y en el PP y sus satélites nadie dijo ni pío.
Sí: tenemos un problemón. Necesitamos partidos de verdad: sin ellos, no hay democracia de verdad. Necesitamos partidos que no se sirvan de nosotros, sino que nos sirvan, que fomenten la crítica y la autocrítica, que no confundan la disciplina con la sumisión, partidos aireados, plurales y generosos, idealistas y realistas, integrados por militantes libres y no amedrentados y por cargos elegidos en listas abiertas. En suma: necesitamos una nueva ley de partidos (y, de paso, una nueva ley electoral). La pega es que sólo pueden hacerla los propios partidos, que no quieren hacerla. Así que, señoras y señores, o los obligamos nosotros a cambiar, o no cambiarán. Y el problemón seguirá siendo nuestro, no suyo.


































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