Mujer saudí, conduciendo. Vogue
Vivimos tiempos de preciosas superficies, afirma la escritora Joana Bonet. Se dejan acariciar, lacadas y brillantes, o trenzadas y rústicas. Son vistosas, pero cuando quieres penetrar en ellas, conocerlas más allá del primer roce, no hallarás ni una gota de agua, porque debajo habita la nada.
Una tiene la sensación de habitar un lugar de cartón piedra donde casi todo es intercambiable, comienza diciendo Bonet. La palabra dada acaba a menudo traicionada, no solo en la política, también en las juntas directivas, las redacciones, en los patios y en los círculos sociales. Se debe a su baja cotización: la verborrea se desliza ligera, igual que si cabalgara sobre una cinta rodante. Hasta el punto de que quienes quieren consolidar el valor de la palabra repiten: “siempre, todo por escrito”.
“Vengaré mi raza” se dijo la escritora Annie Ernaux, hija de tenderos-taberneros, quien al recoger el premio Formentor 2019 el pasado viernes, mostró con qué profundidad ha buceado en su vida, etnóloga de sí misma, capaz de sumergirse hasta el fondo de la realidad y de su transfuguismo social. Ernaux recordaba en su discurso de recepción del premio el día en que le regaló un jarrón de opalina a su madre, un presente que le provocó un ataque de risa nerviosa: no sabía donde colocar aquel delicado objeto ni tenía idea de su valor. Un choque de clases dentro de la propia familia.
“De los cambios de las mujeres en los países árabes, vemos sólo la superficie”, me confiesa Joumana Haddad, escritora y activista libanesa. También participó en les Converses literàries y enfatizó acerca de lo absurdo de celebrar que las féminas puedan por fin conducir en Riad cuando en realidad no se les dispensa ningún tipo de respeto. “Cada vez que una se escapa de su yugo y llega a Europa, lo celebro” me dice. Haddad acaba de publicar en nuestro país La hija de la costurera (Random House Mondadori) donde evoca el oficio de su abuela y su madre, quien la empujó a formarse y aprender idiomas –habla siete–,como única salida posible.
Haddad ejemplifica la voluntad de profundizar en su cultura, comprender por qué aún tienen que distinguirse con ese velo convertido en seña de pertenencia -o, mejor dicho, de sumisión- en estos tiempos tan instagrameados que celebran el fashion hiyab como signo de liberación. “Llevan las cabezas cubiertas, pero unos leggins tan ajustados que apenas pueden andar”.
Banalidad que se mueve golpe de ocurrencia, y una vez viralizada se convierte en categoría de papel de fumar. Poco basta para satisfacer a los llamados influencers , que en verdad no demuestran más que su facilidad en ser influenciables. Una popular instagirl , me alertó de que sólo leía autoayuda, y se sinceró: “Los libros que me mandan a casa , y que son muchos, los dejo en la calle”. Le agradecí el aviso.
Lo superficial no necesita maceración ni vuelo. Basta un eslogan provocador, unas buenas uñas de colores, una simple pancarta y una mentira repetida hasta la saciedad, esa basura imposible de reciclar.
La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt
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