Juan Carlos Blanco, periodista y filólogo, autor del blog Fondo de Armario publica un artículo en él recordando que hoy, 14 de febrero, día de San Valentín, se cumplen 25 años justos de aquel fatídico día en que el imán Jomeini, líder espiritual y político del régimen islámico y revolucionario iraní, dictara la fetua sentenciando a muerte al escritor británico de origen indio Salman Rushdie. Su delito, haber escrito una novela, "Los versos satánicos", en la que a juicio del imán iraní, se ofendía gravemente, al profeta Mahoma y a la fe musulmana.
Veinticinco después de esa fecha, Salman Rushdie sigue viviendo a escondidas, protegido por la policía de los países que visita, y especialmente en Gran Bretaña, su lugar de residencia. La condena de Jomeini sigue vigente, y cualquier musulmán que la ejecute habrá ganado su lugar en el paraíso.
Hace veinticinco años yo no tenía ni idea de quien era Salman Rushdie, ni me importaban lo más mínimo sus escritos. Pero cuando se produjo la condena de Jomeini, un gesto de solidaridad para con el escritor recorrió como la pólvora Occidente. Y yo me apunté a él. Una veintena de editoriales españolas, como en otros lugares del mundo libre, editaron conjuntamente "Los Versos Satánicos". Fue todo un gesto de libertad, de defensa de la libertad de expresión, que no estoy muy seguro de que hoy se repitiera por estos lares y estos tiempos en que imperan el integrismo y el pensamiento reaccionario como norma suprema de comportamiento político. Compré la novela, la comencé a leer, no me gustó, y la dejé abandonada por un algún anaquel de la biblioteca familiar. Pero no me arrepentí, ni entonces, ni luego, ni ahora, de mi gesto de solidaridad para con Salman Rushdie. Volvería a repetirlo con gusto. Sólo años después me atrevía con ella y la leí por vez primera. Y de nuevo hace cinco años. Y ahora, veinticinco años después he vuelto a leer "Los versos satánicos", por tercera vez. Y me ha vuelto a encantar, me he reído hasta la carcajada con ella, con su ironía, unas veces fina y elegante, y otras de brocha gorda; con su realismo y con su fantasía desbordante; con su tremenda humanidad y respeto por los seres vivos y con su crítica, divertida, pero despiadada y feroz, a la intransigencia de las religiones, de todas, no sólo del Islam.
En febrero de 2009, con motivo del 20 aniversario de la fetua de Jomeini contra Rusdhie, el gran periodista francés Jean Daniel, director de la revista Nouvel Observateur, publicaba un emocionado artículo en el diario El País titulado "La lección de Rushdie", en el que se hacía eco de la efeméride, y reivindicaba a Salman Rushdie y su afamada novela, criticando de paso, a quienes desde Occidente, justificaron la condena de Rushdie, en aquel entonces y aun hoy, por su presunta ofensa a los sentimientos religiosos de una comunidad de creyentes.
Dos semanas antes El País Semanal había publicado a su vez un amplio reportaje del periodista Eduardo Lago, bajo el título de "Soy un contador de historias, todo lo demás da igual", en el que el escritor británico contestaba con humor y sinceridad a las preguntas del entrevistador sobre su acontecer vital, como persona y como escritor, desde aquel fatídico día de febrero de 1989.
Les recomiendo la lectura de los encales citados, y si tienen ocasión, también Los versos satánicos. Seguro que se divertirán. Y de paso, le harán un fenomenal corte de mangas al trasnochado integrismo religioso que corroe nuestra hipócrita y cínica sociedad bienpensante.
Sean felices, por favor. Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt
Sean felices, por favor. Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt
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