viernes, 14 de mayo de 2010

Bochorno y vergüenza


Caricatura del juez Baltasar Garzón





Se consumó la mayor afrenta a la democracia española desde el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1981. Nunca pensé que se podrían repetir en mí los sentimientos de bochorno y vergüenza que sentí ese lejano día de hace 29 años. Y lo han consumado un juez instructor lunático, un Consejo General del Poder Judicial desprestigiado y un Tribunal Supremo en la inopia, con la inhabilitación y procesamiento del juez de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón, por intentar que los crímenes del franquismo no quedaran impunes. Y todo ello con el aplauso y el apoyo indisimulado del principal partido de la oposición.

A pesar de todo, sigo creyendo en la grandeza de la democracia. Como dijo Pericles en la Atenas del siglo V a.C., "nuestro régimen político se llama democracia porque el gobierno no depende de unos pocos sino de la mayoría", y estoy convencido de que, finalmente, y más pronto que tarde, prevalecerá la justicia sobre la impunidad.

Les invito a leer el artículo que sobre el asunto escribe hoy en el diario El País, el magistrado emérito del Tribunal Supremo y miembro de la Comisión Internacional de Juristas, José Antonio Martín Pallín.  Y si lo desean pueden ver como el periodista Iñaki Gabilondo (CNN+) anunciaba el pasado 11 de febrero el procesamiento de Baltasar Garzón por su intento de investigar los crímenes franquistas. Lo he puesto en la sección de vídeos. Sean felices a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




Forges y la Justicia





"UN JUEZ ANTE LA HISTORIA", por José Antonio Martín Pallín
ELPAIS.com  -  España - 14-05-2010

Algunas veces, la Historia entra en los Tribunales. Los crímenes del nazismo y del fascismo se sentaron en el banquillo de los acusados. La Asamblea General de Naciones Unidas, el Consejo de Europa y el Parlamento Europeo han condenado el golpe militar que dio lugar a la guerra civil española y la instauración duradera de un régimen que, según declaran, tuvo el apoyo de la Alemania nazi y la Italia fascista.

La victoria de los rebeldes dio paso a doscientos mil Consejos de Guerra sumarísimos, con más de cien mil sentencias de muerte. Los vencedores exterminaron extrajudicialmente a gran número de vencidos. Algunos consiguieron encontrar asilo y muchos otros vivieron un exilio interior, despojados de sus bienes y expulsados de sus cargos. Nunca pudieron reclamar sus derechos ante los tribunales.

Muerto el Dictador, una Ley de Amnistía (1977) ponía fin a la responsabilidad de los vencedores por hechos que toda la comunidad jurídica internacional calificaba como crímenes contra la humanidad. Los que pretendieron la revisión y anulación de los consejos de guerra fracasaron porque, como dijo la Sala Militar del Tribunal Supremo, se ajustaban al "ordenamiento legal vigente en aquella época".

La Ley de Amnistía (1977) y la llamada Ley de la Memoria Histórica (2007), verdadera Ley de Punto Final se esgrime como barrera infranqueable para restaurar los principios de justicia y reparación que propugna el propio legislador.

Los legisladores de la Ley de la Memoria Histórica abandonan la idea de la nulidad de los juicios franquistas, si bien conceden que sus tribunales eran ilegítimos, contrarios a derecho y vulneraban las más elementales exigencias del derecho a un juicio justo. El Comité de Derechos Humanos de Ginebra encargado de velar porque España cumpla el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos nos recuerda la obligación de derogar la Ley de Amnistía y declarar la imprescriptibilidad de los crímenes contra la humanidad.

Con estos precedentes, un juez español, Baltasar Garzón, universalmente conocido por el caso Pinochet, estima que existe una base jurídica para realizar la revisión jurídica de una historia criminal. Abre una causa en la que incluye ejecuciones extrajudiciales y desaparición forzada como crímenes contra la humanidad y el secuestro y entrega a los vencedores de treinta mil niños arrebatados a sus madres y familias. A la vista de la reacción del Tribunal Supremo, el Juez Baltasar Garzón podría clamar como el príncipe Segismundo: ¿Qué delito cometí contra vosotros juzgando?





El magistrado del Tribunal Supremo José A. Martín Pallín





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Entrada núm. 1303 -
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1 comentario:

Santiago Caraballo dijo...

Indignación, impotencia, asco, no sé, repugnancia hacia estos tipejos, herederos de los tribunales de orden público. Son la máxima vergúenza de esta democracia. No es que Garzón me inspire la máxima simpatía, pero es que lo que han hecho estos fascistas del poder judicial nos hace rememorar vergonzosos capítulos que creíamos superados de nuestra historia.
Sin embargo no nos podemos arrimar en una esquina a llorar por nuestra desgracia. Como en la solución a la crísis, sólo hay una receta: Más Europa, más izquierda.
Si nuestra Audiencia Nacional no puede juzgar a franco, a los falangistas, a los corruptos de de los trajes, que se les procese desde La Haya, para vergüenza y escarnio de la justicia española.
Saludos,
Santiago.