lunes, 31 de marzo de 2025

[ARCHIVO DEL BLOG] La vergüenza como sentimiento revolucionario. Publicado el 26/08/2019









La vergüenza es un sentimiento revolucionario, y al final, va a resultar que los auténticos cristianos son los que pasan por descreídos, comenta el escritor Julio Llamazares en relación con las vicisitudes de lps ocupantes y la tripulación del "Open Arms" en el Mediterráneo durante estas últimas semanas. 

El 31 de marzo de 2018, comienza diciendo Llamazares, durante su oración en la celebración del vía crucis del Viernes Santo ante el Coliseo de Roma, el papa Francisco calificó de vergüenza que quienes hoy dirigen los destinos del planeta “dejen a los jóvenes un mundo fracturado por las divisiones y las guerras, un mundo devorado por el egoísmo donde los jóvenes, los débiles, los enfermos y los ancianos son marginados”. No era la primera vez que el Papa argentino de origen italiano utilizaba la palabra vergogna (vergüenza) para definir una situación, ya fueran los abusos sexuales a menores por parte de sacerdotes católicos, ya fuera la actitud de algunos gobernantes europeos ante la llegada al continente de personas que huyen de la hambruna y de las guerras que asolan los suyos. Incluso llegó a hablar el papa Francisco en una ocasión de la vergüenza como “una gracia divina que nos impulsa a pedir perdón”.

Se ha echado en falta, por eso mismo, la voz del Papa estos días ante el incidente internacional provocado por el ministro del Interior italiano, Matteo Salvini, con su negativa a acoger a un barco de una ONG española que transportaba a inmigrantes ilegales rescatados del mar, condenándolos a permanecer frente a las costas de Lampedusa en circunstancias penosas durante 18 días hasta que un fiscal italiano le obligó a acogerlos. En lugar del Papa, la que ha utilizado esta vez la palabra vergüenza ha sido la ministra de Defensa española, Margarita Robles, quien no ha dudado en calificar la actitud de su colega italiano Salvini como “una vergüenza para la humanidad en su conjunto”.

Pero lo que produce más vergüenza, aparte de la actitud de Salvini (quien, por cierto, no duda en aparecer, cuando se fotografía en bañador con sus admiradores en cualquiera de las playas italianas cuya inviolabilidad con tanto rigor defiende, con un crucifijo en el pecho y en presumir de cristiano; (“cristiano pero no tonto”, ha precisado, eso sí), es la de los representantes de los partidos de la derecha española, que también se declaran cristianos, criticando la actitud del Gobierno español en funciones en un asunto que no admite disensión, salvo por oportunismo político. Si ya no entienden el interés nacional al tratarse de un conflicto entre un barco español y un Gobierno extranjero —ellos que tanto hablan de patriotismo— ni las razones humanitarias que han llevado al nuestro a ofrecerse a acoger a los náufragos solidariamente con otros Gobiernos europeos en el caso, que finalmente no se produjo, de haber llegado aquéllos a territorio español, al menos que lo hagan por vergüenza y por caridad cristiana, esa de la que tanto presumen y a la que se agarran cuando les interesa. Que el propio Papa vaya por delante de ellos, si bien en este caso concreto no haya alzado la voz (sí en otros anteriores), debería hacerles pensar y reconsiderar su comportamiento, poniéndose, no ya del lado del Gobierno español, sino del de los Evangelios, esos que recomiendan y santifican la caridad y el socorro a los que los necesitan: “Dichoso el que cuida del pobre y desvalido; en el día aciago lo pondrá a salvo el Señor” (salmo 40).

Al final, va a resultar que los auténticos cristianos son los que pasan por descreídos y comecuras, y que el papa Francisco es uno más de ellos, como algunos de sus seguidores, por cierto, ya han dejado caer por alinearse con los desfavorecidos y no con ellos, dejándoles en evidencia. Lo dijo Carlos Marx y lo reprodujo como cita en su poema Malos recuerdos, publicado dentro del libro Blues castellano, el poeta Antonio Gamoneda: “La vergüenza es un sentimiento revolucionario”. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



















El poema de cada día. Hoy, Carpe diem, de Horacio

 






CARPE DIEM


Nunca trates, Leuconoe (sacrílego es saberlo)

de averiguar el fin que nos tiene los dioses

reservado, ni sondees las cifras babilonias.

¡Cuánto mejor será pechar con todo lo que vaya

a ocurrir! Ya sea o no este invierno que al Tirreno

bate contras las costas, el último que Júpiter

te deje, has de saber estar; bebe tus vinos

y modera esas largas esperanzas, ya que la

vida es corta. Mientras aquí charlamos vuela el tiempo,

envidioso. Así que atrapa el día y note fíes

ni un pelo del que viene.




HORACIO (65 a.C.- a.C.)

poeta romano


















De las viñetas de humor del blog de hoy miércoles, 2 de abril de 2025

 































De las viñetas de humor del blog de hoy lunes, 31 de marzo de 2025

 





































sábado, 29 de marzo de 2025

De las entradas del blog de hoy sábado, 29 de marzo de 2025

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz sábado, 29 de marzo de 2025. La polémica en torno al reparto de menores acogidos en Canarias muestra que nuestro país no está bien soldado, dice en la primera de las entradas del blog de hoy el cineasta David Trueba, pero también la falsa solidaridad de España con Canarias. La segunda es un archivo del blog del 22 de marzo de 2019, titulado los lugares de la memoria, en el que la directora de esGlobal, Cristina Manzano, hablaba de que no necesitábamos lugares que cultivaran el nacionalismo, pues hasta ahora habíamos vivido muy bien sin él; cuantas cosas han pasado en estos seis últimos años... El poema del día, en la tercera, del poeta canario Nicolás Estévanez se titula Canarias (I) y comienza con estos versos: Un barranco profundo y pedregoso,/una senda torcida entre zarzales,/un valle pintoresco y silencioso,/de una playa los secos arenales. Y la cuarta y última, como siempre, son las viñetas de humor, pero ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν" (toca marchar); volveremos a vernos mañana si las Euménides y la diosa Fortuna lo permiten. Sean  felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. HArendt











De la falsa solidaridad de España con Canarias

 







La polémica en torno al reparto de menores acogidos en Canarias muestra que nuestro país no está bien soldado, escribe en El País [Se rompe España, 25/03/2025] el escritor y cineasta David Trueba.

Ahora que anda roto el mundo, descosturado por todos los nexos que considerábamos sólidos, hablar de España resulta casi ridículo. Somos pequeños entre este océano de catástrofes. Sin embargo, la idea de que España se rompe ha sido terca, quizá porque algunos confían poco en la fortaleza de su propio país, un error de apreciación que cometen a veces también sus enemigos. Pero resulta que si se rompe España no va a ser por donde ellos confiaban en que sucedería, sino por otro lado mucho más desguarnecido. Bastaría observar la crisis por el reparto de los menores emigrantes acogidos en Canarias para entender que nuestro país no está bien soldado. Canarias, como Ceuta y Melilla, son estadios fronterizos para el flujo migratorio. En un mundo en que las grandes potencias capitaneadas por criminales han decidido destrozar a los países pobres, la emigración no va a ir a menos, sino todo lo contrario. Por más vallas, deportaciones y crímenes contra la humanidad que presidan las políticas de contención migratoria, si arruinamos a los países de origen con estrangulamiento económico, extracción de sus riquezas y guerras invasivas es natural que sus habitantes más jóvenes y audaces emprendan el camino hacia la salvación. El derecho a sobrevivir no se arredra ante nada.

Pues precisamente esos lugares fronterizos, Canarias, Ceuta y Melilla, sólo han recibido por parte del resto de España un desprecio mayúsculo y una falta de solidaridad insultante. Sucede incluso con comunidades autónomas presididas por su mismo signo político, en general conservador, porque las ciudades fronterizas tienden a generar un voto proteccionista, nadie puede culparles por ello mientras no encuentren algo mejor que esa receta fallida. Esta falta de solidaridad se trató de corregir por medio de políticas estatales algo chocantes. No en vano se conoció como ley de solidaridad obligatoria al primer intento de imponer por mayoría parlamentaria el reparto asignado de emigrantes menores. En ese trance se unieron fuerzas alérgicas entre sí en otros asuntos, pero para esto coaligadas en un profundo sesgo nacionalista. Porque eso sí, las nacionalidades exacerbadas son un rasgo existencial de nuestro país con el que estamos obligados a convivir.

En el último giro de la trama, el Gobierno ha cedido a los baremos de reparto de menores inmigrantes impuestos por el nacionalismo catalán. Un nacionalismo que ha visto surgir un grupo ultra y xenófobo que le ha borrado la sonrisa y la placidez reivindicativa para pasar a ser faltón y amenazador con los más desfavorecidos. Sería largo contar la lista de trágalas que la aritmética parlamentaria ha obligado a digerir en esta legislatura al Gobierno, pero quizá esta sea la menos grotesca de las componendas. El escogido es un baremo como otro cualquiera, pero ha despertado, de inmediato, una catarata de improperios entre los que han callado ante el bloqueo a toda ayuda a Canarias. La ausencia de solidaridad entre las regiones españolas tiene hitos ya conocidos como el reparto del agua, las balanzas fiscales y los impuestos patrimoniales. Ahora ha surgido este nuevo episodio más lamentable aún. Cinco mil menores desprotegidos, que serán en el futuro ciudadanos de todo derecho en el país al que por accidente y lógica marina les llevó su embarcación, están mal atendidos en centros desbordados, con personal en precario y en ocasiones ni tan siquiera especializado. El país no se rompe pero es tan penoso como los demás.

















[ARCHIVO DEL BLOG] Los lugares de la memoria. Publicado el 22/03/2019

 






No necesitamos lugares que cultiven el nacionalismo. Hasta ahora hemos vivido muy bien sin él, escribe en El Pais [Los lugares de la memoria, 22/03/2019] la directora de esGlobal, Cristina Manzano. Una guerra diplomática entre Turquía y Australia flota en el aire, comienza diciendo Manzano. Las palabras del presidente turco afirmando que todos los que fueran a Gallipoli “con intenciones antimusulmanas volverían a casa en un féretro, como lo hicieron sus abuelos” no han sentado nada bien al primer ministro australiano. Con razón. Hacía tiempo que no se oían términos tan hostiles hacia países amigos.

Recep Tayyip Erdogan, en campaña electoral, con el nacionalismo subido, con la impresión de los atentados de Christchurch en la retina, usando la islamofobia como excusa para la palabra dura, aludía al escenario de una de las batallas más mortíferas de la Primera Guerra Mundial y al peregrinaje que, cada año, hacen miles de australianos y neozelandeses para recordar a sus 26.000 caídos en combate. Allí las fuerzas turcas infligieron una gran derrota a los aliados. Fue el canto del cisne. Poco después desaparecería el Imperio otomano. Gallipoli fue el lugar que lanzó al poder a Mustafá Kemal, Atatürk, el origen de la Turquía moderna. Un lugar para la memoria colectiva, para la creación de un mito nacional. También lo es para Australia, pues lo consideran la cuna de su unidad como nación.

El mundo está lleno de lugares que encarnan esa memoria colectiva. La ciudad de Washington, por ejemplo, es uno de ellos, un homenaje a la democracia, a sus padres fundadores, con su gigantesco Mall jalonado de monumentos y el cementerio de Arlington, al otro lado del río, donde reposan los que cayeron por defenderla.

Entre finales de los años ochenta y principios de los noventa en Francia se publicó Los lugares de memoria, un ingente —y controvertido— trabajo de recopilación de todos aquellos espacios, físicos y mentales, que han contribuido a lo largo de la historia a perfilar el ser francés. ¿Sería algo así posible en España? Parece difícil.

Lo supuestamente más glorioso de nuestra historia, y sus lugares, queda demasiado lejos por mucho que algunos tengan ahora la tentación de evocarlo. Incluso la guerra de la Independencia —uno de los momentos que suele dejar más huella en la creación de mitos nacionales— está dispersa en nuestra memoria. ¿Cuánta gente podría colocar hoy en el mapa los Arapiles, por ejemplo?

Sumida en guerras civiles durante más de un siglo y en una larga dictadura después, a nuestro relato nacional le cuesta identificar esos lugares comunes, aunque sí lo han hecho las comunidades autónomas: Villalar en Castilla y León; Guernica en el País Vasco, o la estatua de Rafael Casanova en Cataluña, entre otros muchos.

¿Y qué? Como describe Martín Ortega en Ser español en el siglo XXI, lo que nos define como colectividad es una cultura híbrida y nuestra identificación en torno a los valores democráticos. No necesitamos lugares que cultiven el nacionalismo. Hasta ahora hemos vivido muy bien sin él.





Del poema de cada día. Hoy, Canarias (I), de Nicolás Estévanez

 






CANARIAS (I)



Un barranco profundo y pedregoso,

una senda torcida entre zarzales,

un valle pintoresco y silencioso,

de una playa los secos arenales;

Un cabrero en la cumbre que silbaba,

una bella pastora que corría,

una rústica flauta que llenaba

los riscos y las grutas de armonía;

En el aire reflejos y cambiantes,

en el cielo colores trasparentes,

en la noche luceros rutilantes,

crepúsculos brillantes y esplendentes;

Un gallardo mancebo en la montaña

que las cabras monteses perseguía

en la cima del monte una cabaña

y un torrente que al valle descendía;

Tales fueron los goces fugitivos

de cien generaciones ignoradas;

éstos fueron los cuadros primitivos

de las risueñas islas Fortunadas.



NICOLÁS ESTÉVANEZ (1838-1914)

poeta canario