viernes, 21 de junio de 2024

De como se destruye el Estado y la democracia

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz viernes, 21 de junio. La ultraderecha cree que la tecnología creará un sistema capaz de ofrecernos la felicidad que el estado solo nos promete, pero la inmigración y el proteccionismo son cortinas de humo que ocultan el objetivo real de destruir al estado y la democracia, dice en la primera de las entradas de hoy el escritor Xavier Mas de Xaxàs. En la segunda, un archivo del blog de julio de 2017, el también escritor José Antonio Millán se preguntaba si era imprescindible tener un ordenador o un teléfono móvil, porque con ellos se puede conseguir prácticamente de todo sin colas y sin largas esperas y si hemos salido ganando cuando todo queda a un golpe de clic. En la tercera reproducimos hoy el poema Cuando cesan los sueños, del poeta paraguayo William Baecker. Y cerramos el día con las viñetas de hoy. Espero que todas ellas sean de su interés. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Y nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com   











Cómo se destruye el estado y la democracia
XAVIER MAS DE XAXÀS
15/06/2024 - La Vanguardia

La ultraderecha cree que la tecnología creará un sistema capaz de ofrecernos la felicidad que el estado solo nos promete. La inmigración y el proteccionismo son cortinas de humo que ocultan el objetivo de destruir al estado y la democracia.
La extrema derecha libra una batalla cultural por la identidad y los valores, y por eso, cada vez que habla de inmigración y proteccionismo, gana peso parlamentario, como hemos visto en las últimas elecciones europeas. Sin embargo, esta batalla por la pureza y la grandeza del estado nación no es más que una cortina de humo que oculta su verdadera ambición: reducir a la irrelevancia al mismo estado nación que tanto dice amar.
Las máquinas la ayudan. Por un lado, las redes sociales crean el estado de opinión óptimo y, por el otro, la inteligencia artificial y toda la tecnología que deriva de ella, alumbra un nuevo orden basado en el individualismo radical y la supremacía del mercado.
Esta estrategia descansa sobre la convicción de que la tecnología de producción privada creará un sistema infalible capaz de afrontar los retos que el estado no puede porque, precisamente, forma parte del problema, no de la solución.
“El gobierno es el problema” nos repiten los líderes populistas a través de las redes. “Es el problema porque roba el dinero y la libertad del ciudadano”. “Cuanto más grande es, más perjuicio crea a la propiedad y la iniciativa privada”. “Los impuestos y las regulaciones ahogan la libertad del individuo”. El asalto del 6 de enero del 2021 al Capitolio de Estados Unidos fue legítimo porque “devolvimos al Gobierno lo que éste nos había hecho”.
El partido republicano y muchos empresarios del sector tecnológico, empezando por Elon Musk, avalan este punto de vista. Cualquier regulación que frene la innovación es un golpe a su poderío industrial y político.
Ayn Rand, filósofa del libertarismo, es uno de sus referentes. A principios de los años noventa, La rebelión de Atlas , novela que escribió en 1957, era el segundo libro más influyente en Estados Unidos, según un estudio de la biblioteca del Congreso. El primero era la Biblia. La obra defiende que cada hombre debe buscar su propio interés personal porque el bien común no es nada más que la suma de los bienes privados. El pueblo no existe, es una abstracción. Solo existen los individuos y su felicidad depende de su egoísmo. El altruismo no es un principio organizativo de nuestra sociedad. Nadie debe sacrificarse por nadie y nadie debe estar bajo ningún control.
Ayn Rand murió sola y olvidada en 1981, pero sus ideas revivieron en California pocos años después. Los pioneros de Silicon Valley llamaban a sus hijas Ayn y Rand. Anticipaban un mañana de individuos conectados en un orden cibernético que potenciaría sus capacidades personales. No habría un control central y tampoco anarquía porque los algoritmos harían converger los intereses particulares en el bien común.
Las máquinas, por ejemplo, crearon modelos matemáticos que controlaron el riesgo financiero y la economía se disparó. El mercado económico, como decía el economista libertario Milton Friedman, proporcionaba más libertad que el mercado político. La democracia estaba sobrevalorada.
La democracia, entendida como un mercado político, permite la promoción y venta de todo tipo de productos. La satisfacción del consumidor-elector baja cuando la opción política que había comprado no satisface sus demandas. Este individuo defraudado cree que puede proteger mejor sus intereses si adquiere un producto más radical. Está convencido de su libertad y su razón. Nadie puede hacerle callar. Es un héroe que grita a todas horas y las redes lo escuchan y lo animan, lo entretienen y convencen. Se divierte tanto que no se entera cuando le chupan la energía y la personalidad, cuando lo convierten en otra cosa, en un producto hiperemocional, sobre excitado y radicalizado, en carne de cañón de una estrategia para reducir el poder del estado. Ocurrió en los años noventa, cuando Wall Street y no la Casa Blanca dirigía la política exterior de Estados Unidos. Había que corregir los excesos de la “exuberancia irracional de los mercados”. Es decir, había que rescatar con fondos del FMI a los inversores estadounidenses atrapados en la debacle especulativa del sudeste asiático. Traía sin cuidado la suerte de Indonesia, Tailandia y Malasia, condenados a la pobreza.
Los mercados tuvieron entonces el mismo poder absoluto al que ahora aspiran las tecnológicas con ayuda de la derecha libertaria. Intentan debilitar al estado con el mito de que la inteligencia artificial aumentará las capacidades humanas e impulsará un crecimiento más inclusivo porque mejorará el funcionamiento de las empresas manufactureras, de las cadenas de suministros y de los mercados financieros, aparte de la educación, la sanidad, la seguridad y la biodiversidad. En el foro económico mundial de Davos se presentó la AI Governance Alliance, entidad que, sobre estas premisas, promete el mejor de los mundos sin pedir a cambio nada más que el poder de intentarlo.
El poder cambia de manos. Del estado liberal a los mercados financieros y de los mercados financieros a las corporaciones tecnológicas sin que nosotros, idiotizados en nuestro individualismo radical, entendamos el peligro. ¿A qué máquina y a qué magnate le pediremos cuentas cuando nuestra vida no sea tan larga, ni tan sana, ni tan estable y segura como habíamos previsto? ¿Quién nos devolverá la voz cuando las redes nos silencien?  Xavier Mas de Xaxàs
es escritor.








No hay comentarios: