Los filósofos simpsonianos... ¿Los reconocen?...
Podía parecer pueril que inmersos en una crisis económica que afectaba a más de la mitad (precisamente la más rica..., hasta ahora) del planeta, de una disputa territorial (Rusia-Georgia) que tenía todos los visos de irse calentando gradualmente, de unas olimpiadas perfectas (Pekín) en lo material pero que habían dejando mal sabor de boca en los defensores de los derechos humanos... Sí, absolutamente pueril, que alguien, aunque ese "alguien" sea tan representativo del mundo de la inteligencia como la Universidad de Berkeley, en la ciudad de San Francisco de California, se ocupara de estudiar y organizar un curso de filosofía fundamentado en una seria de dibujos animados como la de la familia Simpson. Pero al parecer la serie daba para ello y para mucho más. Dos escritores, Jordi Soler y Eloy Fernández Porta, lo explicaban con todo lujo de detalles en El País de hace unos años. Espero que no se lo tomen a broma, porque no lo es. Y merece la pena leer lo que nos decían... Personalmente, voy a retomar la serie y mirarla con otros ojos. Y aprender... Y con esta se llega a las 1000 entradas de esta segunda etapa de Desde el trópico de Cáncer...
Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt
Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt
"Pienso, luego... ¡mosquis!", por Jordi Soler
El País, 16/8/2008
En la Universidad de Berkeley, en California, se imparte un curso de filosofía fundamentado en la vida cotidiana de la familia Simpson. El maestro y sus alumnos van tomando nota, a lo largo de un semestre, de los actos y los diálogos que la tribu de Homer va desvelando semanalmente en la televisión; este conocimiento, aparentemente superfluo, les sirve para comprender, y luego aplicar, los engranajes del pensamiento filosófico. Matt Groening, artífice de esta familia dolorosamente arquetípica, sostiene: "Los Simpson es un programa que te recompensa si pones suficiente atención". Sus célebres episodios pueden entenderse en distintos niveles, divierten a niños, a adultos y a filósofos; tres datos sobre la inversión que lleva cada capítulo de esta serie dan una idea de su complejidad: 300 personas, que trabajan durante 8 meses, con un costo de 1,5 millones de dólares. La misma idea de convertir a la familia Simpson en materia de especulación filosófica es el tema de un curioso libro, The Simpsons and philosophy: the D'oh of Homer (ese D'oh se traduce en la versión española por "mosquis", la célebre interjección de Homer). Una nueva editorial, Blackie, lo publicará en España en invierno con el título de Los Simpson y la filosofía. En este volumen, un éxito de ventas en EE UU e Italia, 20 filósofos, de diversas universidades de Estados Unidos, ensayan sobre esta familia y su entorno en la desternillante ciudad de Springfield. El compilador de este proyecto de reflexión colectiva es William Irwin, profesor de filosofía del Kings College, en Pensilvania, con la participación de Mark T. Conrad y Aeon J. Skoble; Irwin es también autor de un célebre ensayo, en la misma línea de filosofía pop, titulado Seinfeld and philosophy (Seinfeld y la filosofía), donde, en un ejercicio a caballo entre la reflexión y la enajenación que produce mirar tantas horas la tele, desmonta filosóficamente la vida del solterón neoyorquino y el grupo de solterones que lo rodean.
Los Simpson y la filosofía comienza con un ensayo de Raja Halwani dedicado a rescatar, filosóficamente, lo que Homer tiene de admirable, y el punto de partida para esta empresa imposible es Aristóteles, ni más ni menos. "Los hombres fallan a la hora de discernir en la vida qué es el bien"; esta idea aristotélica consuena con esta idea homérica, de Homer Simpson: "Yo no puedo vivir esta vida de mierda que llevas tú. Lo quiero todo, las terroríficas partes bajas, las cimas mareantes, las partes cremosas de en medio". La interesantísima radiografía filosófica de Homer que hace Halwani viene salpicada con diálogos y situaciones que hacen ver al lector lo que ya había notado al ver Los Simpson en la televisión: que Homer, fuera de algunos momentos de intensa vitalidad, casi todos asociados con la cerveza Duff, no tiene nada de admirable. "Brindo por el alcohol, que es la causa y la solución de todos los problemas de la vida", dice Homer en un momento festivo, con una jarra de cerveza en la mano, y unos capítulos más tarde se sincera con Marge, su esposa: "Mira Marge, siento mucho no haber sido mejor esposo; estoy arrepentido del día en que intenté hacer salsa en la bañera y de la vez en que le puse cera al coche con tu vestido de novia... Digamos que te pido perdón por todo nuestro matrimonio hasta el día de hoy".
El libro se divide en cuatro grandes secciones: personajes, temas simpsonianos, la ética de los Simpson y los Simpson y los filósofos. El resultado, como suele suceder en los libros de varios autores, es desigual y ligeramente repetitivo; sin embargo, su lectura puede ser muy instructiva para los millones de forofos de esta serie que desde 1989 presenta una visión de la sociedad en dibujos que se parece bastante a la realidad de la familia occidental; en sus episodios, además de la lúcida disección que se hace del zoo humano, se tratan temas muy serios como la inmigración, los derechos de los homosexuales, la energía nuclear, la polución, y todo teñido de una sátira política que al final, como sucede casi siempre en los ambientes de Hollywood, resulta ser más demócrata que republicana.
Hace unos años, Matt Groening declaró que el gran subtexto de Los Simpson es éste: "La gente que está en el poder no siempre tiene en mente tu bienestar". La serie está basada en la desconfianza que siente el ciudadano común frente al poder, en todas sus manifestaciones, y en la necesidad que éste tiene de preservar a su familia que, por disfuncional que sea, termina siendo el último refugio posible. En los capítulos que se ocupan de los personajes de la serie, los filósofos autores de este libro aprovechan para revisar el antiintelectualismo yanqui a la luz de Lisa, o el silencio de Maggie a partir de esa idea de Wittgenstein que dice "los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo"; también hay una sesuda reflexión sobre Marge, esposa y madre, como referente moral de la familia Simpson, y del pueblo de Springfield; en uno de los episodios aparece este diálogo, debidamente consignado en el libro, entre Marge y el tabernero Moe:
Moe: "He perdido las ganas de vivir".
Marge: "Oh, eso es ridículo, Moe. Tienes muchas cosas por las que vivir".
Moe: "¿De verdad?, no es lo que me ha dicho el reverendo Lovejoy. Gracias Marge, eres buena".
Bart Simpson es analizado con óptica nietzscheana; Mark T. Conrad intenta armonizar la vida gamberra de este niño con el rechazo de Nietzsche a la moral tradicional. "Yo no lo hice. Nadie me ha visto hacerlo. No hay manera de que tú puedas probar nada", se defiende Bart en uno de los episodios, ignorando esta contundente línea de Nietzsche que lo justifica: "No existen los hechos, sólo las interpretaciones".
Además de Nietzsche y Aristóteles, Los Simpson y la filosofía echa mano de Kierkegaard, Camus, Sartre, Heidegger, Popper, Bergson, Husserl, Kant y Marx, y este último filósofo da sustancia al divertido capítulo Un (Karl, no Groucho) marxista en Springfield, donde James M. Wallace llega a la conclusión de que los Simpson son capitalistas y, simultáneamente, críticos marxistas de la sociedad capitalista. A la hora de desmontar filosóficamente a Homer, Raja Halwani llega a la conclusión de que el tipo de carácter que tiene este personaje, desde el punto de vista aristotélico, es el vicioso, su escaso autocontrol frente a la ira, la alegría, el sexo o la cerveza, sus mentiras y su cobardía histérica en las situaciones en que tendría que responder como jefe de la tribu, lo sitúan como la antítesis de la templanza. Esta línea, dicha por él mismo cuando peligraba su integridad física, describe bien al entrañable personaje: "¡Oh, Dios mío; criaturas del espacio! ¡No me coman, tengo esposa e hijos!; ¡cómanselos a ellos!".
Una selección de algunas de las frases más memorables de Homer Simpson:
- Yo no puedo vivir esta vida de mierda que llevas tú. Lo quiero todo: las terroríficas partes bajas, las cimas mareantes, las partes cremosas de en medio...
- Brindo por el alcohol: que es la causa y la solución de los problemas de la vida.
- Intentar algo es el primer paso hacia el fracaso.
- Normalmente no rezo, pero si estás ahí, por favor sálvame, Superman.
- A Billy Corgan, de The Smashing Pumpkins: ¿Sabes? Mis hijos piensan que eres fantástico. Y gracias a tu música depresiva han dejado de soñar con un futuro que no puedo darles.
- ¿Cuándo aprenderé? Las respuestas de la vida no están en el fondo de una botella. ¡Están en el televisor!.
- Sólo porque no me importe no significa que no lo entienda.
- Si cuesta trabajo hacerlo, es que no merece la pena.
- Quiero decirte las tres frases que te acompañarán en la vida. Uno, cúbreme; dos, jefe, qué gran idea; tres, ¿así estaba cuando llegué?
- Hijo, una mujer es como una cerveza. Huelen bien, se ven bien, ¡y matarías a tu madre por una! Y no puedes tener sólo una. Querrás beber a otra mujer.
Homer Simpson
"Esta niña está en mi cabeza", por Eloy Fernández Porta
El País, 16/8/2008
El único personaje indispensable de Los Simpson es Lisa. Las astracanadas de Bart o el payaso Krusty son intercambiables, y cada uno de los caracteres restantes puede ser sintetizado en un giro verbal, así "¡Excelente!", "Jaaaa-há" u "Hola-holita, vecino". Esta sucesión de pifias y calamidades no podría sostenerse narrativamente de no ser por esa conciencia racional, cívica y tocada con collar de bolas que pugna por sobreponerse a la sinrazón de sus mayores. La niña modélica como imagen del futuro nacional: esta idea ha sido elaborada en el marco de la teoría política queer y desarrollada por comentaristas como Laurent Berlant o Mariano Rajoy. Sin embargo, Lisa es una "primera de la clase" más europea que norteamericana. En la escuela de Estados Unidos no basta con sacar las mejores notas; es preciso ser también activa, dinámica, una líder natural; de lo contrario, una quedará reducida a ojito derecho de la maestra. La singularidad de este personaje determina que en la serie coexistan dos tipos distintos de sátira, que podríamos llamar "anecdótico" y "trascendental".
Por una parte, lo que ocurre alrededor de Lisa y a pesar de ella: la incompetencia de los dirigentes, el alcoholismo de los paisanos, el ridículo cotidiano. Por otra, lo que le pasa a ella en particular, y que no es sino la cancelación de todas las ilusiones de trascendencia: el ecologismo, la Ilustración, el sentido de la comunidad... el porvenir, en fin, tal como lo imagina un europeo con gafotas. En cada episodio nos reímos 10 veces de asuntos anecdóticos y sólo una o dos de cosas trascendentales. Por eso Los Simpson es crítica cultural punk en estado puro: no porque haga mofa de lo más sagrado, sino porque nos dice que el fin de la civilización es menos grave que la suspensión del programa de Krusty.
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