sábado, 12 de enero de 2013

Sobre libros y bibliotecas, de nuevo...




Biblioteca Pública del Estado (Las Palmas de GC)



Siempre me he considerado un "ratoncillo de biblioteca". Pienso a menudo que hubiera sido feliz como bibliotecario, o como librero, quizá... Pero no, mejor como bibliotecario. A quien crea que comparte mi pasión por los libros le recomiendo la lectura de una preciosa obrita de apenas 150 páginas de la que he escrito anteriormente en el blog. Me refiero a Ex Libris. Confesiones de una lectora (Alba, Barcelona, 2000), de Anne Fadiman.

La primera biblioteca merecedora de tal nombre de la que tengo recuerdo es la de mi colegio, el "Infanta María Teresa", en Madrid. Un colegio centenario, para huérfanos de guardias civiles, que precisamente este año cierra sus puertas definitivamente por lo que parece como efecto colateral de la crisis. Entré en ella, en la biblioteca, con mis once años recién cumplidos (primer curso de bachillerato) buscando documentación para un trabajo sobre los "presocráticos" que me había encomendado mi profesor de Filosofía. Nunca olvidaré la impresión de enfrentarme por vez primera a aquellos grandes anaqueles repletos de libros... Supongo que alguien, no recuerdo si el bibliotecario o el propio profesor de Filosofía, me indicó que buscara en el Espasa, al que me enfrenté también por primera vez en aquel momento. Tuvo que salirme bastante bien el trabajo porque recibí las felicitaciones de mi profesor. Creo que fue en ese momento en el que nació, en parte, mi afición por los libros y las bibliotecas.

La segunda "gran" biblioteca de la que guardo un recuerdo especialísimo es la de la "Casa Americana". Estaba en una dependencia anexa a la Embajada de los Estados Unidos en Madrid, en la calle Serrano, muy cerca de mi casa y del colegio. La frecuentaba sobre todo para consultar los mapas de la Enciclopedia Americana, otra de mis pequeñas-grandes pasiones. Estaban en inglés, pero eso no me importaba gran cosa.

Y de allí, el salto... A la Biblioteca Nacional de España, en el paseo de la Castellana, de la que llegué a ser socio. Me gustaba rebuscar en las fichas bibliográficas referencias sobre libros antiguos, que tardaban en traerme bastante más tiempo del que me hubiera gustado, tiempo que entretenía observando a los otros lectores. No recuerdo ahora ningún libro en especial, aunque tengo memoria de uno impreso a principios del siglo XIX sobre la Guerra de Independencia y las Cortes de Cádiz que me interesaba por alguna razón que he olvidado.

Durante mis estudios universitarios en Madrid, hasta 1967 en que me vine a vivir a Canarias, frecuenté también las bibliotecas de la Escuela Social de Madrid, la del Ministerio de Trabajo y la del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales (entonces Instituto de Estudios Políticos) en el hoy palacio del Senado, así como la del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, años más tarde asolada por un incendio que se llevó por delante la mayor parte de sus fondos.

Pasar de la Biblioteca Nacional de España, en Madrid, a la Biblioteca Pública del Estado, en su primitiva ubicación de la plaza de Tomás Morales,  en Las Palmas de Gran Canaria fue otro salto nada desdeñable, y traumático... Pero sin duda la biblioteca que durante más tiempo he frecuentado ha sido la del Centro de la UNED (la Universidad Nacional de Educación a Distancia) en Las Palmas, aunque más como lugar de estudio que de estricta consulta. En Las Palmas también he curioseado por las bibliotecas de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de Las Palmas, la Insular del Cabildo de Gran Canaria (de la que soy socio) y la del Museo Canario, sin duda alguna la más importante del mundo en libros y documentos sobre la Historia de Canarias.

Pero también sin duda alguna "mi biblioteca" es, hoy por hoy, la Pública del Estado en Las Palmas, en el parque de San Telmo. Me encanta curiosear por sus estanterías, sobre todo las dedicadas a Historia, Filosofía o Ciencias Políticas. Alguna que otra vez coloco en su orden correcto (CDU) los tomos que encuentro mal puestos por descuido de algún descuidado lector... Espero que el amable personal de la sala de lectura de la biblioteca no se me moleste por ello. Y me parece de estricta justicia reconocer públicamente la deuda que tengo con los bibliotecarios encargados de las nuevas adquisiciones de libros pues nueve de cada diez desideratas que les solicito me las consiguen sin problema alguno con una rapidez asombrosa.

Me gustaría hace una mención final a lo que constituye nuestra "biblioteca familiar", levantada a lo largo de más de cincuenta años de afición lectora, y hoy repartida entre Las Palmas y Maspalomas, que comenzó con una humildísima ala de un ropero en la casa de mis padres en Madrid, llena de colecciones  de tebeos de Supermán, El guerrero del antifaz, El capitán Trueno o El jinete enmascarado, y por supuesto, La isla del tesoro, Robinson Crusoe, Los viajes de Gulliver o Tarzán de los monos. Al día de hoy permanece imposible de catalogar (por mi invencible pereza al respecto) después de haber fichado 2869 títulos, cuando a ojo de buen cubero pueden restar por censar otros 3000 como mínimo. Tarea imposible que dejo como legado a mis hijas, a las que tampoco veo por la labor, y a mis nietos.

El vídeo que acompaña la entrada es un homenaje a la Biblioteca Nacional de España y sus primeros 300 años de historia. Espero que lo disfruten.

Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt












Entrada núm. 1777
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"Todas las penas pueden soportarse si las ponemos en una historia o contamos una historia sobre ellas" (Isak Dinesen)

2 comentarios:

trimbolera dijo...

Los nietos son los que mejor recogerán el testigo, sin duda.

HArendt dijo...

Espero que sea así, querida amiga. Un saludo muy afectuoso desde está cálida tierra de Canarias.