El blog de HArendt - Pensar para comprender, comprender para actuar - Primera etapa: 2006-2008 # Segunda etapa: 2008-2020 # Tercera etapa: 2022-2025
jueves, 20 de marzo de 2025
miércoles, 19 de marzo de 2025
De la elección de carrera universitaria. Especial 1 de hoy miércoles, 19 de marzo de 2025
Es un error escoger una carrera pensando en si habrá más o menos trabajo en esa profesión, dice en El País [Mejor vivir los errores propios que los sueños de los demás, 19/03/2025] el escritor José Luis Sastre, porque aprender una disciplina con más salidas no te garantiza que una de ellas vaya a ser para ti. No soy quién para dar consejos, comenta Sastre al comienzo de su artículo, y es verdad que las columnas de los periódicos corren el riesgo de despeñarse por ese acantilado hasta llegar a una moraleja o a un final que no mejore la vida de nadie. Con suerte, una columna generará indignación, quizá un recuerdo y, si la cosa va particularmente bien, aportará una frase que sobreviva a las demás: algo que justifique el rato.
Para esta semana, había pensado escribir una columna sobre la vocación. La escribí. Al terminarla, caí en que no valía la pena. Había atenuado cada afirmación y había disimulado el mensaje, supongo que por miedo a no expresar bien lo que quería decir o a no tener claro lo que quería decir. A veces pasa, que crees que tienes una opinión y resulta que tienes una duda, lo cual es tan valioso que por supuesto lo escondemos. Nos dan vergüenza las mejores cosas.
Verán. Yo les iba a contar la historia de la alumna a la que su profesor le desaconsejó que se matriculase en la carrera de periodismo con el argumento de que este oficio apenas tiene salidas. Se lo dijo así, como se dice en tantos otros grados universitarios: que no tienen salida laboral. Yo había escrito que entiendo sus reservas, aunque esa me parece una razón insuficiente como para dejar de estudiar lo que te apetezca si puedes hacerlo. Ahí, me ponía conciliador y me hacía cargo de que conviene pensarlo bien, que la experiencia universitaria son varios años de la vida propia y del esfuerzo de la familia. Pero, si la decisión está clara y existe la opción, no debería tener vuelta de hoja. Lo que pase al final de una carrera no habría de coartar su principio. Aunque vaya mal. De hecho, que algo vaya mal no lo convierte necesariamente en un error: un error es aquello de lo que te arrepientes y, sin embargo, de algunos fracasos se suele salir ganando.
Es un error escoger una carrera pensando en si habrá más o menos trabajo en esa profesión, porque aprender una disciplina con más salidas no te garantiza que una de ellas vaya a ser para ti. Porque la vida, además, da muchas vueltas y los trabajos no son siempre para quienes más se esfuerzan o lo merecen; porque la vida a menudo es caprichosa e injusta. A veces es azar, aunque nos duela. Y, más que eso, porque si se tiene una vocación hay que defenderla hasta el final: no hay nada que se parezca a esa sensación de haber encontrado aquello que te aporta y que te hace feliz.
Es evidente que no siempre se puede y que mucha gente quiso estudiar y no pudo. Hablo de los casos en los que su situación, o el sistema de becas, permiten la privilegiada tesitura de poder elegir.
Luego vendrán los desencantos, claro, porque el peligro de hacerse una idea es tener que confrontarla con la realidad. Pero renunciar a la expectativa es tanto como renunciar a una parte de lo que aspiramos a ser. Se entiende el miedo a perder aquello que no se tiene, pero se entiende porque ese miedo no tiene ningún sentido: puestos a acertar o a equivocarse, mejor vivir los errores de uno antes que los sueños de los demás.
martes, 18 de marzo de 2025
De las entradas del blog de hoy martes, 18 de marzo de 2025
Hola, buenos días de nuevo y feliz martes, 18 de marzo de 2025. ¿Cuál es el problema más difícil de nuestro tiempo?, se pregunta en la primera de las entradas del blog de hoy el científico genetista Javier Sampedro, refiriéndose con ella a los problemas difíciles de verdad, los que no tienen una explicación obvia, los que nos enfrentan al abismo absurdo de nuestra existencia, los que ponen nuestro sentido común al borde de la desintegración. La segunda de las entradas de hoy es un archivo del blog de fecha 16 de marzo de 2018 que va del eterno e insoluble debate entre la libertad y la seguridad, propio de las sociedades democráticas. El poema de cada día, en la tercera, se titula Retrato de mujer, del poeta chileno Gonzalo Rojas, y comienza con estos versos: Siempre estará la noche, mujer, para mirarte cara a cara,/sola en tu espejo, libre de marido, desnuda/con la exacta y terrible realidad del gran vértigo. Y la cuarta y última, como siempre, son las viñetas de humor, pero ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν" (toca marchar); volveremos a vernos mañana si las Euménides y la diosa Fortuna lo permiten. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. HArendt
De los libros difíciles de leer
La física cuántica es el fundamento del transistor y del circuito integrado y por tanto es el fundamento de la tecnología que sostiene el mundo actual, escribe en El País [Sé rebelde y lee un libro difícil, 15/03/2025] el genetista y divulgador científico Javier Sampedro. Te voy a hacer una buena pregunta: ¿cuál es el problema más difícil de nuestro tiempo? La pregunta es buena porque hay un montón de candidatos a ese puesto de dudosa fama. Sí, están Donald Trump y sus enredos arancelarios, Elon Musk y sus cohetes explosivos, un par de guerras abiertas y una invasión de los ultracuerpos que amenaza con arruinar los principios más elementales de las democracias europeas. Pero estos no son problemas verdaderamente difíciles, puesto que se explican por las causas más ramplonas y paleolíticas que han conocido los milenios: el miedo y la ignorancia, la vanidad y la codicia, el racismo y el fanatismo. Contra la estupidez, dijo Schiller, los propios dioses luchan en vano.
A lo que me refiero con mi pregunta es a los problemas difíciles de verdad, los que no tienen una explicación obvia, los que nos enfrentan al abismo absurdo de nuestra existencia, los que ponen nuestro sentido común al borde de la desintegración, como hizo Arnold Schönberg con la música culta, John Coltrane con el jazz, Vasili Kandinsky con la pintura figurativa. Estos desafíos artísticos siempre han señalado, y siguen señalando, el camino hacia el final del túnel, donde mora una luz movediza y esquiva. El progreso del conocimiento consiste en restar dificultad a los problemas difíciles. Resolverlos es demasiado pedir a esta especie de primates cabezones a la que pertenecemos, pero acercarse a la luz es el imán que atrae a las mentes inquietas, y la única vía de progreso que conocemos, y que conoceremos.
Bien, entonces volvamos a mi pregunta: ¿cuál es el problema más difícil de nuestro tiempo? Si eres como yo —y si has llegado a este párrafo tienes muchas papeletas—, tu respuesta habrá variado con el tiempo. Pero una buena opción ahora mismo es la física cuántica. Sí, ese cosmos tan extraño que ni se les había ocurrido a los poetas místicos, un mundo en que una partícula puede estar en dos sitios a la vez, o en dos estados a la vez, violando nuestras intuiciones más automáticas. Y, sin embargo, ese mundo es nuestro mundo. Todos somos el gato de Schrödinger, ese gato que está vivo y muerto a la vez hasta que abres la caja.
El físico e historiador de la ciencia José Manuel Sánchez Ron acaba de publicar el primer volumen de su Historia de la física cuántica (Crítica), una obra que promete ser monumental cuando alcance en tercer volumen. El primero tiene ya 600 páginas y me acabo de zambullir en él. No voy a engullirlo, ni a leerlo en diagonal, ni a destrozarlo con una lectura ansiosa e impaciente. Voy a leerlo como se leían antes los libros, con paz interior, la atención absorta y dejando volar la mente cuando el párrafo lo estimule.
Estoy tan confundido con la mecánica cuántica como cualquier ciudadano informado, y quiero entender de dónde vienen esas ideas radicales, aparentemente absurdas pero certeras en la predicción del mundo físico con un montón de decimales. La física cuántica es el fundamento del transistor y del circuito integrado, también llamado chip cuando es lo bastante pequeño, y por tanto es el fundamento de la tecnología que sostiene el mundo actual. Me ha encantado ver que el libro de Sánchez Ron empieza nada menos que por comparar la luz del sol con la de un mechero Bunsen, dos cosas que uno no suele asociar al mundo de la computación y los ordenadores cuánticos. Pero así empezó todo en el siglo XIX. Quiero saber qué ocurrió después para llegar hasta aquí.
El físico Richard Feynman dijo que si crees entender la mecánica cuántica es que no la has entendido en absoluto. Pero conocer la historia es también una forma de entendimiento. Y ahora adiós, que tengo que leer.
[ARCHIVO DEL BLOG] Entre la libertad y la seguridad. Publicado el 16/03/2018
Una unanimidad formal que no puede ocultar la intensidad de la polémica política. No conseguimos enterrar al dictador. La seguridad se convierte en orden y el orden en tiranía. Su muerte en la cama parece arrastrarnos a sufrir una culpa permanente. Freud hablaba de matar al padre como requisito de madurez; en la España actual, algunos no han superado esa fase infantil; se empeñan en matar al tirano como camino de su «maduración» política. Un empeño vano: el tirano está muerto y el querer matarlo lo «revive». Se crea un bucle que conduce a la melancolía, a la inmadurez y a la estupidez. David Runciman habla de los «peligros de la paz». El Estado es una invención para conjurar la violencia; su éxito ha sido tal que la política ha sido marginalizada. La estabilidad produce desafección. «Los ciudadanos protegidos de las amenazas más terribles que entraña la violencia, empiezan a perder interés en la política, un mero ruido de fondo en la vida». Hasta que despiertan. La seguridad es el terreno propio para movilizar, para espabilar, para acabar con el sesteo,... A tal fin, la comunicación política es esencial. Los ciudadanos sólo digieren mensajes muy simples. El debate sobre la seguridad ciudadana se convierte en el atropello a las libertades que representa la «mordaza» o la «patada a la puerta». La Ley de seguridad es la Ley mordaza o la de la patada a la puerta. Es secundaria la certeza o la corrección de esa afirmación. Es el terreno propicio para la demagogia y el sectarismo: el populismo. La Ley orgánica 5/2011 de seguridad ciudadana ha alcanzado notoriedad política y social por la tabla de infracciones y sanciones que incluye. Enumera 44 tipos de infracciones que, a su vez, pueden desglosarse en otras. El resultado es un elenco muy importante de conductas que podrían ser merecedoras de sanciones que van desde los 100 euros hasta los 600.000 euros.
Es razonable que, en una sociedad democrática, se discutan cuáles deberían ser las conductas merecedoras de castigo. Son las prohibidas y que, por lo tanto, delimitan la libertad. Ahora bien, ¿forma parte de la libertad «el consumo o la tenencia ilícitos de drogas tóxicas, estupefacientes o sustancias psicotrópicas, ..., en lugares, vías, establecimientos públicos o transportes colectivos»? Éste es uno de los tipos infractores más sancionados. En el año 2016, según el último informe publicado por el Ministerio del Interior, el importe total de las sanciones impuestas por este concepto fue de más de 61 millones, sobre un total de 89 millones. Por lo tanto, si nos atenemos a los datos, la Ley mordaza debería llamarse Ley contra el consumo de drogas en lugares públicos. Sin embargo, lo que realmente molesta, no es la «restricción» a la libertad en relación con el consumo público de drogas, sino las infracciones a la autoridad.
Es notable el error cometido por el legislador. Se ha querido proteger a los agentes de la policía incorporando un elenco de tipos que han provocado la irritación ciudadana, provocando un cuestionamiento general de la Ley. La desobediencia o la resistencia a la autoridad o sus agentes, y la negativa a identificarse (infracción grave), así como la falta de respeto y consideración (infracción leve), suman, según los datos que comento, sanciones por importe de 10,5 millones. Es el cuarto rubro más importante, casi empatado con el de las sanciones en materia de armas y explosivos. El trato a los agentes de la autoridad es tan peligroso como las armas y explosivos. Esta podría ser otra conclusión, por lo demás, indeseable. No me parece mal que se tipifiquen estas conductas; ahora bien, el que tengan la importancia cuantitativa que indico, es la demostración de que algo falla. Algo que está más allá del Derecho. O bien los agentes están extremando su celo bajo el amparo de estos tipos infractores o bien los ciudadanos no son conscientes (ni responsables) de la importancia del papel que desarrollan. Tampoco es descartable que las dos afirmaciones sean ciertas e, incluso, se retroalimentan.
Una de las enmiendas que Unidos Podemos ha presentado contra la Ley de Seguridad Ciudadana es la mejor demostración de la demagogia sectaria que comento. La enmienda consiste en obligar a la policía a advertir, utilizando un megáfono, de la inminencia del uso de la fuerza para proceder a la disolución de la concentración ilegal. Nos dicen que es una mejora técnica y, además, en la dirección de reforzar la protección de los derechos de los ciudadanos. la ley de orden público de la República (1933) incluía los toques de atención que la ley franquista (1959) mantuvo como requisito de intimación antes de pasar a usar la fuerza para disolver las concentraciones o manifestaciones. En el Reglamento orgánico de la Policía Gubernativa de 1930 (art. 539) se regulaba que se hacía a «toque de corneta». La ley de 1992 pasó a un recatado «aviso» (art. 17), que en la vigente ley se mantiene e, incluso, se dispone que se puede hacer de manera verbal si la urgencia de la situación lo hiciera imprescindible (art. 23). Ahora se nos dice que lo moderno (y respetuoso con los derechos) es el megáfono. Es, según parece, una solución tecnológicamente más avanzada que la corneta, pero, menos artística. La poética de la carga policial a golpe de corneta se debe substituir por el megáfono. Aunque podrían alegar que la substitución consigue conjurar el riesgo de que, si las «unidades actuantes» no contasen con el «artista» capacitado, la concentración acabase por el «desafino».
En el plano de lo transcendente, como argumentara Amartya Sen, es muy difícil alcanzar un acuerdo. Sen lo refería a la justicia, pero es aplicable a otros valores como la seguridad. «El carácter absoluto de lo transcendentalmente correcto... no ayuda a la elección entre políticas alternativas». No ayuda a encontrar soluciones. Lo transcendente jerarquiza; es lo de lo categórico; lo que debe primar sobre todo lo demás. O Seguridad o Libertad; o papá o mamá. Así expuesto, no hay solución posible. Resulta llamativo que en un ámbito en el que la necesidad es indudable (salvo para aquellos que creen en el buen salvaje y en las libertades naturales), no se pueda alcanzar consensos que sirvan para administrar, conforme a los principios básicos de la razonabilidad y la proporcionalidad, las prohibiciones, incluidas las merecedoras de castigo, para la adecuada garantía de los derechos. En nuestro país, uno de los más seguros del mundo, llamar al sentido común y a la sensatez en materia de seguridad ciudadana es, lamentablemente, revolucionario pero imprescindible. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt
Del poema de cada dia. Hoy, Retrato de mujer, de Gonzalo Rojas
RETRATO DE MUJER
Siempre estará la noche, mujer, para mirarte cara a cara,
sola en tu espejo, libre de marido, desnuda
con la exacta y terrible realidad del gran vértigo
que te destruye. Siempre vas a tener tu noche y tu cuchillo,
y el frívolo teléfono para escuchar mi adiós de un solo tajo.
Te juré no escribirte; por eso estoy llamándote en el aire
para decirte nada, como dice el vacío: nada, nada,
sino lo mismo y siempre lo mismo de lo mismo
que nunca me oyes, eso que nunca me entiendes nunca,
aunque las venas te arden de eso que estoy diciendo.
Ponte el vestido rojo que le viene a tu boca y a tu sangre,
y quémame en el último cigarrillo del miedo
al gran amor, y vete descalza por el aire que viniste
con la herida visible de tu belleza. Lástima
de la que llora y llora en la tormenta.
No te me mueras. Voy a pintarte tu rostro en un relámpago
tal como eres: dos ojos para ver lo visible y lo invisible,
una nariz de arcángel y una boca de animal, y una sonrisa
que me perdona, y algo sagrado y sin edad que vuela en tu frente,
mujer, y me estremece, porque tu rostro es rostro del Espíritu.
Vienes y vas, y adoras al mar que te arrebata con su espuma,
y te quedas como inmóvil, oyendo que te llamo en el abismo
de la noche, y me besas lo mismo que una ola.
Enigma fuiste. Enigma serás. No volarás
conmigo. Aquí mujer, te dejo tu figura.
GONZALO ROJAS (1916-2011)
poeta chileno
lunes, 17 de marzo de 2025
De las entradas del blog de hoy lunes, 17 de marzo de 2025
De Trump, como símbolo de decadencia
El siglo XX fue de EE UU; el siglo XXI no lo será: Trump es el síntoma de una decadencia que lleva años incubándose, afirma en El País [No hay bien que por Trump no venga, 01/03/2025] el escritor y académico de la RAE, Javier Cercas. No lo entiendo comienza diciendo Cercas: ¿a qué viene tanto aspaviento? ¿No sabíamos quién era Trump? ¿No habíamos oído sus discursos? ¿No nos habíamos percatado de que no es un político sino un matón? ¿Ignorábamos que, como Putin, solo entiende el lenguaje de la fuerza? ¿Habíamos olvidado que, igual que Putin, desdeña la democracia, y que montó un golpe de Estado? ¿Nadie nos había dicho que aborrece la UE tanto como Putin y que no quiere una Europa unida (de ahí que apoye a los mandatarios europeos que buscan la desarticulación de la UE)? ¿No era evidente que este segundo Trump, rodeado de magnates obsecuentes e imbuidos de tecnoautoritarismo, sería peor que el primero? ¿Desconocíamos su sintonía con Putin, que lo ayudó a llegar por vez primera al poder? ¿Creíamos que iba a amenazar con guerras comerciales suicidas a México y Canadá, pero no a nosotros? ¿No estaba cantado que en Ucrania intentaría apañárselas con su compinche de Moscú sin contar con los europeos, un apaño ideal para la siguiente invasión rusa (próximas estaciones: Moldavia y los países bálticos)? Todo esto y mucho más lo sabíamos muy bien, pero fingíamos no saberlo, y ahora nos damos de bruces con la realidad: no es una hipérbole decir que Trump aspira a la destrucción de la democracia, para lo cual debe romper o jibarizar Europa, el gran bastión de la democracia, y desmontar los organismos internacionales, a fin de abolir un orden mundial basado en reglas y fundar un nuevo orden autoritario, regido por la única ley que respeta: la ley del más fuerte. Esto es lo que hay, y quien no lo ve es porque no quiere verlo.
Así que Europa debe responder de inmediato. ¿Cómo? Hay al menos cinco cosas de sentido común. La primera es entender de una vez por todas que una Europa unida —es decir: una Europa federal, capaz de combinar la unidad política con la diversidad lingüística, cultural e identitaria— es la única garantía de la paz, la prosperidad y la democracia en el continente, así como de su relevancia en el mundo. La segunda es asimilar que, como mínimo en Europa, la divisoria fundamental ya no es la que separa la izquierda de la derecha, sino el internacionalismo del nacionalismo, el europeísmo del soberanismo, la apertura mestiza e incluyente del aislamiento purista y excluyente; esto significa que Pedro Sánchez acierta cuando pide al PP que rompa con Vox, pero yerra cuando no hace lo propio con el secesionismo, que está cortado con el mismo patrón que Vox (o peor: Trump se apoya en Vox; Putin, en el secesionismo, incluido el de ERC, cuyo lema —”Por una Europa de las naciones libres”— podría ser de Orbán o Le Pen). Tercero: Europa no debe depender de Estados Unidos, tiene que ser autónoma desde todos los puntos de vista —político, energético, defensivo— y hablar con una única voz en el mundo, clara y potente. Cuarto: urge que Europa cobre conciencia de su propia fortaleza; somos la tercera economía del mundo (la primera antes del desastre reversible del Brexit), usamos la segunda moneda más fuerte y disponemos de uno de los mercados más importantes; debemos quitarnos de encima el complejo de inferioridad respecto a EE UU —como ha dicho Joseph Stiglitz—, debemos desafiar a EE UU y China en vez de intentar apaciguarlos —como ha dicho Abraham Newman—, tenemos mucho más poder del que creemos, y si no lo ejercemos es por falta de unidad, de ambición política, de visión histórica, de fe en nosotros mismos. Hay una quinta cosa: ¿y si el mundo estuviera esperando a Europa? ¿Y si nos necesitase mucho más de lo que imaginamos? Arancha González Laya, exministra de Exteriores, lo ha dicho así: “Hay muchos países que ya se sienten huérfanos y necesitados de un socio estable y serio como la UE, que es una isla de estabilidad y predictibilidad ante un EE UU que hoy es el epicentro de la inestabilidad geopolítica global”.
El siglo XX fue de EE UU; el siglo XXI quizá no lo sea: Trump es el síntoma de una decadencia que lleva años incubándose. ¿Quién dominará el futuro? ¿El despiadado autoritarismo chino o Europa y su democracia y su Estado del bienestar y su orden internacional basado en reglas? ¿Qué prefiere el mundo? ¿Qué prefiere usted?