domingo, 9 de marzo de 2025

El poema de cada día. Hoy, Ven, camina conmigo, de Emily Brontë

 






VEN, CAMINA CONMIGO



Ven, camina conmigo,

sólo tú has bendecido alma inmortal.

Solíamos amar la noche invernal,

Vagar por la nieve sin testigos.

¿Volveremos a esos viejos placeres?

Las nubes oscuras se precipitan

ensombreciendo las montañas

igual que hace muchos años,

hasta morir sobre el salvaje horizonte

en gigantescos bloques apilados;

mientras la luz de la luna se apresura

como una sonrisa furtiva, nocturna.


Ven, camina conmigo;

no hace mucho existíamos

pero la Muerte ha robado nuestra compañía

-Como el amanecer se roba el rocío-.

Una a una llevó las gotas al vacío

hasta que sólo quedaron dos;

pero aún destellan mis sentimientos

pues en ti permanecen fijos.


No reclames mi presencia,

¿puede el amor humano ser tan verdadero?

¿puede la flor de la amistad morir primero

y revivir luego de muchos años?

No, aunque con lágrimas sean bañados,

Los túmulos cubren su tallo,

La savia vital se ha desvanecido

y el verde ya no volverá.

Más seguro que el horror final,

inevitable como las estancias subterráneas

donde habitan los muertos y sus razones,

El tiempo, implacable, separa todos los corazones.



EMILY BRONTË (1818-1848)

poetisa británica



















De las viñetas de humor de hoy domingo, 9 de marzo de 2025

 





























sábado, 8 de marzo de 2025

De las entradas del blog de hoy sábado, 8 de marzo de 2025, Día internacional de la mujer trabajadora

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz sábado, 8 de marzo de 2025. Con el eje Trump-Vance-Musk-Putin, se dice en la primera de las entradas del blog de hoy, la democracia atraviesa una crisis que no puede ser trivializada; la sociedad debe salir del estado de ‘shock’ y unirse para defenderla. La segunda, un archivo del blog fechado en agosto de 2016, se preguntaba: "¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre que dice no”; palabras de Albert Camus que en el ensayo filosófico El hombre rebelde trazó una crítica de la sinrazón pura del crimen ideológico. El poema del día, en la tercera, comienza con estos versos: Olvidaré tus ojos cargados de ternura;/tu voz que me llenaba de dulces emociones;/tus promesas perdidas en este laberinto... Y la cuarta y última, como siempre, son las viñetas de humor, pero ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν" (toca marchar); volveremos a vernos mañana si las Euménides y la diosa Fortuna lo permiten. Sean  felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. HArendt










De la verdad frente al fanatismo

 






Con el eje Trump-Vance-Musk-Putin, la democracia atraviesa una crisis que no puede ser trivializada; la sociedad debe salir del estado de ‘shock’ y unirse para defenderla, escribe en El País [La hora de la verdad de las sociedades libres frente al fanatismo,06/03/2025] la filósofa Carolin Emcke.

Sigue produciéndose en la actualidad un reflejo de gran ingenuidad política: cuando se celebran elecciones, todas las personas de talante democrático observan aterradas los resultados que obtiene la extrema derecha. Como si la popularidad de los partidos pseudolibertarios y neofascistas fuera el sismógrafo de la estabilidad de la constitución democrática de nuestras sociedades. Y así es como los observadores nacionales y extranjeros escrutan también a Alternativa para Alemania (AfD) en Alemania y su 20,8 % en las elecciones al Bundestag, que lo ha convertido en la segunda fuerza parlamentaria, solo por detrás de los conservadores de Friedrich Merz. Después viene la gran indignación por semejante avance demencial o el discreto suspiro de alivio porque la cosa aún podría haber sido peor. No obstante, la estrechez de miras de esa obcecación con la extrema derecha en los parlamentos, ya se trate de la AfD, de Vox o del FPÖ austriaco, trivializa la crisis que está atravesando la democracia.

De todos modos, desde la desastrosa reunión entre Trump y Zelenski, las elecciones de cualquier país europeo son la menor de nuestras preocupaciones. Lo que está en juego es el orden mundial basado en unas normas establecidas. Y para plantar cara a la recién formada alianza de matones radicalizados y autoritarios Trump-Vance-Musk-Putin, es necesario localizar correctamente el peligro cultural y político en el seno de nuestras democracias.

En realidad, la amenaza existencial no procede únicamente de los partidos que quieren socavar los principios de los derechos humanos, la separación de poderes y la protección que brinda el Estado del bienestar. El peligro no es solo que estos radicales autoritarios y revisionistas lleguen al poder o se establezcan coaliciones con ellos. El verdadero ataque a la democracia reside en que los demás partidos se apresuren a adoptar sus dogmas racistas, patrioteros y conspiracionistas. Tanto si es por resentimiento propio o por error táctico como si es por pura conveniencia, los intentos de los partidos tradicionales de debilitar a la ultraderecha adoptando sus posiciones populistas lo único que logran es acabar normalizando el desprecio por la humanidad y debilitar el sentimiento de comunidad basado en la solidaridad.

Durante la campaña electoral, los conservadores de Friedrich Merz se emplearon a fondo en mimetizar los eslóganes populistas y demenciales de la guerra cultural: se demonizó la inmigración (a pesar de que todos los datos económicos y demográficos demuestran la urgente necesidad de tener aún más inmigración), se debilitó el consenso político sobre la memoria histórica y la reflexión crítica acerca del nacionalsocialismo, se deslegitimó e intimidó a los actores de la sociedad civil. Los radicales de derechas apenas podían creer su suerte ante tanto apoyo de la competencia, que se apresuraron a vitorear.

Si queremos preservar los logros de las democracias europeas, si aspiramos a contrarrestar el eje autoritario y fascista Trump-Musk-Vance, los conservadores deben preguntarse si les queda aún un resto de fervor ético que los distinga de las ideologías conspiracionistas y de desprecio por la humanidad o se van a dejar manipular desde el guiñol populista de los radicales de derechas.

La crisis de la democracia no solo se manifiesta en las urnas, sino también en el discurso político, en la vida cotidiana, en los tribunales administrativos, en las escuelas, en los campos deportivos, en los cuerpos de bomberos, en los clubes y bares, en las operaciones policiales. Ahí es donde se pone de manifiesto si se están aplicando realmente las promesas de observancia de los derechos fundamentales de libertad e igualdad. Ahí se dirime si todos aquellos que se ven marginados por tener un aspecto diferente, por creer de forma diferente, por amar de forma diferente o por tener cuerpos que se aparten de la norma, si todos aquellos que son vulnerables pueden ser vilipendiados y atacados impunemente. O si, por el contrario, persisten la protección, el reconocimiento y la atención característicos de una comunidad democrática.

Desde la victoria electoral de Donald Trump y el golpe fascista que siguió, ya no cabe hacerse ilusiones al respecto: toda la gramática social de nuestras democracias está amenazada. De J.D. Vance a Javier Milei, de Viktor Orbán a Alice Weidel, nos quieren hacer creer que la libertad es esencialmente estar libres de normas, libres de obligaciones legales, libres de cualquier consideración hacia los demás. Con todo respeto: eso no es libertad; eso es un narcisismo sin tapujos. Vivimos en comunidades, en contextos locales, nacionales e internacionales. Y esa convivencia se rige por normas, cuya función es protegernos y a las que estamos mutuamente obligados. Cualquiera que confunda libertad con talante despiadado dice con ello adiós a la convivencia. El encuentro entre Trump y Zelenski ha demostrado que para Trump no hay reglas que valgan, y que no importa quién agrede y quién es agredido; ser autor o víctima es algo irrelevante para él.

En todo el mundo, las personas luchan contra regímenes autoritarios y totalitarios, se ven confrontadas con la guerra y la violencia. Aquí mismo, en Europa, en Ucrania, la gente está luchando por su supervivencia y su autonomía. Y sin embargo, desde Trump hasta Weidel, el concepto de libertad está siendo mutilado para proteger a las industrias de combustibles fósiles, desacreditar el derecho internacional e incitar al odio contra las personas.

Hoy en día, hay quienes sugieren que existen personas normales y no normales. La sociedad se divide en los que realmente cuentan, cuyas preocupaciones e irritación deben tomarse en serio, cuyas creencias, cuyos cuerpos, cuyas familias son “normales”. Y luego están “los otros”, los que creen de otra manera, se afligen de otra manera, aman de otra manera, tienen otro aspecto, cuyas preocupaciones se consideran preocupaciones de lujo, cuyos miedos se tachan de exagerados, cuyo deseo de reconocimiento se considera una muestra de ingratitud. Lo cierto es que no hay jerarquías entre las personas. No hay ciudadanos “auténticos” y “falsos”, no hay familias “auténticas” y “falsas”. No hay emigrantes que sean valiosos y otros que sean superfluos. No es que los de aquí sean normales y los de allá no lo sean. Esa retórica es inhumana.

No se puede responder al fanatismo con más fanatismo. No se puede contrarrestar el populismo con autocomplacencia; solo puede afrontarse con solidaridad, compasión y una precisión inquebrantable. Pero Europa debe reconocer también la dramática gravedad del ataque a las normas democráticas y al derecho internacional. El concepto de Occidente como comunidad de seguridad ha sido anulado unilateralmente por Estados Unidos. J.D. Vance lo dejó bien claro en su discurso durante la Conferencia de Seguridad en Múnich. Y tras la valiente resistencia de Zelenski a las mentiras y humillaciones sufridas ante las cámaras en la Casa Blanca, Europa debe reflexionar lo antes posible.

Para los actores de la sociedad civil, para todos nosotros, la pregunta es: ¿qué podemos hacer? No nos quedemos en estado de shock. No nos dejemos aislar. Debemos unirnos y actuar conjuntamente, pues es la única manera de defender las infraestructuras sociales, culturales y políticas. Lo que podemos hacer es, cada día y en cualquier contexto, prestar atención a los demás; cada día y en cualquier contexto, prestar atención al cumplimiento de las normas; cada día y en cualquier contexto, velar por el cumplimiento de las normas jurídicas, las normas científicas, las normas estéticas, las normas periodísticas, las normas éticas. Porque los regímenes autoritarios quieren corromper y desmontar esas normas y esos estándares. Lo que podemos hacer es aferrarnos cada día al hecho de que existen criterios para constatar la verdad, de que existe una realidad. Es crunch time: la hora de la verdad. Carolin Emcke es periodista, escritora y filósofa.














[ARCHIVO DEL BLOG] Rebeldía y terrorismo. Publicado el 08/08/2016











"¿Qué es un hombre rebelde? Un hombre que dice no”. Las palabras de Albert Camus que en el ensayo filosófico El hombre rebelde trazó una crítica de la sinrazón pura del crimen ideológico, han vuelto a cobrar consistencia a la luz de los ataques de los fanáticos yihadistas.
El filósofo Manuel Ruiz Zamora, a partir de esas palabras del pensador francés, publicaba hace unos días en El País un artículo titulado "Camus y el terrorismo" en el que relacionaba ambos conceptos, el de rebeldía y el de terrorismo, que vienen asolando Europa desde hace unos meses, y sacaba a relucir la incongruencia de la tesis central del ensayo de Camus con aquel aspecto concreto del mismo en que parece reconocerse cierta fascinación romántica por la épica de la muerte al servicio de una idea. Lo traje al blog en la nueva sección diaria Tribuna de Prensa (a la derecha de la pantalla), pero dado lo efímero de la misma y la trascendencia de lo que lo en el artículo se cita, creo que merece la pena pasarlo a la página central de Desde el trópico de Cáncer, precisamente en esta sección titulada Pensamiento.
Pocos ensayos de reflexión filosófica comienzan con la contundencia con la que lo hace El hombre rebelde, de Albert Camus, dice el profesor Ruiz Zamora. Y pocos han capturado en una fórmula tan precisa la esencia de su contenido. Imaginemos, por ejemplo, a una directora de instituto en Cataluña, añade, que ante la convocatoria de una consulta ilegal, se niega a someterse a las presiones del poder político. De entre los miles de funcionarios que ostentan ese cargo, solo ella dice no. Como ya demostró Antígona, más de dos mil años atrás, la rebeldía en absoluto es un atributo genérico. Y, sin embargo, el no rebelde que Camus propugna no es nunca un no absoluto: presupone un sí innegociable que es el que le da sentido. Nuestra directora de instituto dijo no a la coacción política, pero a partir de un sí heroico a la legitimidad democrática.
El hombre rebelde es, en sí mismo, un ejemplo excelso de rebeldía, sigue diciendo. Cuando la mayoría de los clérigos, por usar las palabras de Julien Benda, pusieron su inteligencia al servicio de una escolástica del despotismo, solo unos pocos se atrevieron a pronunciar un no rebelde y, de entre todos ellos, pocos más rotundo que el que Camus proclama en su libro. Hoy nos resulta conmovedora la sorpresa del escritor ante los furibundos ataques con los que fue recibido su ensayo por sus hasta entonces "compañeros de viaje", (por ejemplo, esos mismos que hoy siguen hablando de la revolución cubana de los Castro, o la venezolana de Chaves y Maduro, como paradigmas de la lucha por la libertad en iberoamérica) pero si leemos con calma encontraremos en sus páginas alusiones lacerantes a la complicidad de aquellos con los crímenes totalitarios: “La sangre ya no es visible, no salpica bastante el rostro de nuestros fariseos”.
La amenaza por antonomasia que se cierne en nuestros días sobre el mundo libre nos permite leer El hombre rebelde, añade, como una reflexión en profundidad sobre el terrorismo. Camus no se engaña al respecto: sabe que en la modernidad este fenómeno se encuentra estrechamente vinculado a la existencia de las ideologías: "En la época de la negación", nos dice, podía ser útil interrogarse sobre el problema del suicidio. En la época de las ideologías tenemos que habérnosla con el asesinato". Salvando las distancias, El hombre rebelde aspira a ser una crítica de la sinrazón pura del crimen ideológico. Por sus páginas desfilan las principales variantes del terrorismo: los regicidas, los deicidas, el terrorismo individualista acuñado por el visionario Necháyev y, por supuesto, las formas del terrorismo de Estado que representaron el fascismo y el comunismo. Hay, incluso, una mención especial a algo que, por lo general, pasa inadvertido para los estudiosos de este libro: el terrorismo de la cultura, esa pervivencia de la frivolidad romántica que llevó, por ejemplo, a los surrealistas a considerar como la obra de arte más bella el asesinato indiscriminado.
Resulta asombroso, dice más adelante, cómo el tiempo puede rejuvenecer algunas obras que parecían haber envejecido, pero también cómo ciertos acontecimientos pueden ensombrecer en ellas zonas que se juzgaban primordiales e iluminar, por el contrario, otras que habían permanecido en una extraña penumbra. Una de las líneas de fuerza que recorre El hombre rebelde, añade, es la constatación de que en todas las ideologías homicidas habita un componente más o menos importante de nihilismo. Para Camus, al igual que para Dostoievski, este fenómeno, al que Nietzsche se refirió como "el más incómodo de los huéspedes", es prácticamente sinónimo de ateísmo. "Si Dios ha muerto", proclamaba Iván Karamazov en una frase que tiene una presencia especial en el libro, "todo está permitido".
Pues bien, continúa diciendo, si algo vienen a recordarnos los episodios de terrorismo yihadista que asolan nuestras ciudades es que tanto Camus como Dostoievski estaban equivocados: no es la ausencia de Dios, que implica muchas veces la búsqueda de una ética rigurosa y desesperada, sino su afirmación absoluta la que, según nos demuestra la historia, otorga amparo ideológico a las mayores aberraciones homicidas. "Los mayores crímenes son perdonados si se cometen en nombre de Dios", gritaba con rabia el cantante del grupo de rock Lords of the New Church allá por los años ochenta. Algunas religiones incluso reservan para los asesinos un lugar de honor en su anhelado paraíso.
Pero hay otras aristas, añade, en El hombre rebelde que habrían pasado inadvertidas a no ser por las formas actuales del terrorismo. Camus desmonta de forma implacable la lógica homicida que subyace bajo el crimen político, pero, entrando en flagrante contradicción con sus propios postulados, le concede cierta dignidad moral al terrorista que se inmola para conseguir sus objetivos: "Quien acepta morir", nos dice, "pagar una vida con otra vida, cualesquiera que sean sus negaciones, afirma con ello un valor que le supera a él mismo como individuo histórico". Pero, podemos preguntarnos: ¿qué valor puede afirmar la eliminación de una vida que no sea el del fanatismo? ¿Y qué valor podría tener un valor que para afirmarse necesita acabar con las vidas de los individuos? ¿Es más disculpable, por ejemplo, el asesinato de una persona a manos de su pareja si el homicida acaba después con su propia vida? ¿Habría perseverado Camus en este punto de vista después de contemplar su ciudad adoptiva sembrada de cadáveres por obra y gracia de unos terroristas suicidas?
No es una mención incidental, dice poco después. El pensador vuelve una y otra vez a esta idea deleznable a lo largo de su libro, y se reafirma en ella en las entrevistas que concede tras su publicación: "El rebelde no tiene sino una forma de reconciliarse en su acto homicida si se ha dejado llevar a él: aceptar su propia muerte y el sacrificio". Esta inexplicable zona oscura de El hombre rebelde no tiene, por supuesto, por qué extenderse al resto del ensayo, ni, mucho menos, ensuciar la indiscutible dimensión moral de un pensador que, como Raymond Aron, Hannah Arendt o nuestro nunca suficientemente reivindicado Chaves Nogales, fueron capaces, en tiempos de penumbra, de decir no a las incitaciones estupefacientes de las ideologías asesinas.
El hecho de que la imagen y las palabras de Camus recorrieran abundantemente las redes sociales tras los atentados de París y Bruselas vendría a poner de manifiesto que su rebeldía intelectual y su ejemplaridad moral se encuentran más vivas que nunca. Pero también debería hacernos recordar que ese último vestigio de fascinación romántica (él, que se rebeló como nadie contra todos los absolutos románticos) por una épica de la muerte puede infectar incluso a las mentes más brillantes. "Hay algo en ellos que aspira a la esclavitud", escribió el pensador en sus carnets para referirse a sus antiguos compañeros de viaje, aquellos que seguían profesando de voceros del estalinismo. Sumisión, por otra parte, se titulaba el documental sobre el islam que le costó la vida su director, Theo Van Gogh. Aunque el rostro del fanatismo haya cambiado, en nada lo han hecho sus ambiciones homicidas. Tampoco lo ha hecho el dilema que Camus planteara en su día: sumisión o rebeldía. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt













El poema de cada día. Hoy, Olvidaré tus ojos cargados de ternura, de Mary Shelley

 







OLVIDARÉ TUS OJOS CARGADOS DE TERNURA



Olvidaré tus ojos cargados de ternura;

tu voz que me llenaba de dulces emociones;

tus promesas perdidas en este laberinto;

la presión turbadora de tu mano, tan suave,

y hasta lo más querido: el intercambio diario

de nuestros pensamientos, que tanto nos unía,

pues los dos corazones fundía en una mente

sin miedo ni esperanza más que en nosotros mismos.


Olvidaré las flores con las que me adornaba.

¿No son ya flores muertas las que ayer te ofrecí?

Olvidaré la cuenta de las horas del día.

Aunque sea de noche, tú no regresarás.

Pero, si he de olvidarme incluso de tu amor,

quiero cerrar los ojos, anegados de lágrimas

desde el amanecer, y buscar el reposo

para mi pensamiento que la tumba le brinda.


Quién fuera como aquella que, transformada en árbol,

ya no puede llorar ni seguir lamentándose,

o aquella solitaria que, temblando de frío,

siente que arde su pecho al volverse de piedra.

Quién pudiese beber el agua del Leteo,

que aniquila igualmente la tristeza y la dicha.

Aunque puede que ni ella, al cabo, me sirviese.

Esperanza, amor, tú, ¿cómo voy a olvidaros?



Mary Shelley (1797-1851)

poetisa británica




















De las viñetas de humor de hoy sábado, 8 de marzo de 2025

 







































viernes, 7 de marzo de 2025

De las entradas del blog de hoy viernes, 7 de marzo de 2025

 







Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz viernes, 7 de marzo de 2025. Los medios de comunicación del siglo XXI sitúan los acontecimientos, casi de inmediato, en dos narrativas polarizadas, se dice en la primera de las entradas del blog de hoy; para la mitad este es el amanecer de un nuevo día; la otra mitad piensa que es el fin de la civilización tal como la conocemos; ninguna de las dos estará en lo cierto. La segunda es un archivo del blog de agosto de 2017 en la que se comentaba el tópico de que la victoria de Trump se debió sobre todo a una coalición de trabajadores manuales blancos y de clase obrera, pero eso no encaja con los datos electorales de 2016, pues muchos de sus votantes sin estudios universitarios tenían rentas medias o altas. El poema del día, en la tercera, comienzas con estos versos: Hoy Windows no responde./Todo el mundo merece vacaciones,/el compañero exánime de toda/oficina, también. Y la cuarta y última, como siempre, son las viñetas de humor, pero ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν" (toca marchar); volveremos a vernos mañana si las Euménides y la diosa Fortuna lo permiten. Sean  felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. HArendt