sábado, 26 de agosto de 2023

Del secularismo nacional

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz sábado. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, del filósofo Bernat Castany, va del secularismo nacional. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com










Secularismo nacional
BERNAT CASTANY PRADO
21 AGO 2023 - El País - harendt.blogspot.com

El federalismo y el plurinacionalismo son dos propuestas legítimas para tratar de desactivar las disputas entre los nacionalismos —con y sin Estado, en este y en otros países—, que tanto nos distraen y desgastan. Mas son insuficientes, pues siguen manteniendo la idea de Estado-nación en el centro de la vida política. Por eso, si se impusiesen, los diversos nacionalismos en conflicto acabarían utilizándolas en su favor. No es fácil adivinar la alternativa que la historia, sin duda, acabará encontrando. Pero nada mejor, para vislumbrar el futuro, que remontarse lo suficiente en el pasado. Por ejemplo, al año 1594, cuando, tras ocho guerras de religión, el líder de los protestantes, Enrique IV, logró hacerse rey de todos los franceses, tras convertirse, con escándalo, al catolicismo. En mi opinión, el “París bien vale una misa” que se le atribuye no ­­debe ser visto como la cínica confesión de que sólo le importaba el poder, sino como la constatación de que la cohesión política de aquella sociedad no podía seguir basándose en la unanimidad religiosa. De ahí que él mismo firmase, en 1598, el Edicto de Nantes, que, autorizando la libertad de conciencia, dará inicio al proceso de sustitución del Estado-religión por el Estado-nación, en tanto que unidad política básica.
Siglos después, la transformación del nacionalismo en un credo teológico-político y la creciente heterogeneidad de las sociedades han hecho que la cohesión política tampoco pueda seguir basándose en la unanimidad nacional. Necesitamos, pues, un nuevo Edicto de Nantes, que defienda la libertad de culto nacional, y relegue los sentimientos nacionalistas a la esfera de lo privado. ¿Cómo? Mediante un proceso de secularización nacional, cuyo objetivo sería la separación del Estado y la nación en todas las partes. Lo cual parece imposible en estos tiempos de exaltación nacionalista. Pero nadie habla tanto de la salud como el enfermo, y el paradigma nacional parece una costra a punto de saltar, o de infectarse. Eso sin contar que, en el pasado, muchos creyeron también imposible separar a la Iglesia y al Estado, y al final se logró. Lamentablemente, pasarán muchas “guerras de religión” antes de que exploremos esta vía. Mientras tanto, podríamos tratar de promover otras formas de cohesión política, como la justicia social, que es una fuente de lealtad y de orgullo, o la democracia, que es un valor menos frío de lo que quieren hacernos creer. Y también dialogar, y a veces transigir, pues París bien vale una misa.




































[ARCHIVO DEL BLOG] Sobre utopías y otras cosas. [Publicada el 10/11/2012]











Utopía: palabra griega que significa "lugar que no existe"... Una buena amiga de muchos años con la que he compartido vida académica, estudios, intimidades, complicidades y muchas otras cosas, tenía la palabra "utopía" grabada a fuego en su corazón. Yo, no; me resulta imposible después de ver lo que las dos grandes utopías del pasado siglo, el fascismo y el comunismo le han hecho a la humanidad. A pesar de ello, pienso, como mi amiga, que no se puede vivir sin ella.
El libro Invitación a la utopía. Estudio histórico para tiempos de crisis (Trotta, Madrid, 2012), escrito por el teólogo español Juan José Tamayo,  que acabo de leer hace unos días, comienza su primer capítulo con una cita del escritor británico Oscar Wilde, que no me resisto a transcribir: "Un mapa del mundo que no incluya Utopía, no merece la pena ni echarle un vistazo, pues deja fuera el país en el que la Humanidad está siempre desembarcando. Y al desembarcar allí la Humanidad y ver un país mejor, vuelve a poner proa hacia ella. El progreso es la realización de las utopías".
Quizá sean las citas de otros autores, que Tamayo pone encabezando los distintos capítulos de su obra, y algunas de las otras que aparecen a lo largo de la misma, lo que más me ha gustado de ella. Iré poniéndolas a lo largo de mi comentario.
El capítulo que me ha resultado más interesante es el primero: "Viaje in terram utopicam" (págs. 15/142), un recorrido por lo que ha sido y significado la utopía a lo largo de los siglos, desde Platón en la antigüedad,  a los medievales Joaquín de Fiore, Agustín de Hipona o Pedro Valdo, y de estos a los renacentistas Campanella, Müntzer, Moro o Bacon. Interesantísimas también las reflexiones sobre Owen, Saint-Simon, Fourier, Marx, Proudhon y Bakunin, todos ya en el siglo XIX,  así como las utopías sobre la liberación femenina, protagonizadas por Olympia de Gouges, Elizabeth Cady, Mary Wollstonecraft, la "Declaración de Seneca Falls", o más modernamente por Simone de Beauvoir.
En la página 108 hay una reflexión sobre el marxismo que me parece necesario citar en su integridad: "El marxismo en sus orígenes fue una utopía racional vinculada a la lucha de los trabajadores por una sociedad más justa. Ahora bien, el marxismo incurriría en irracionalidad si, tras la caída del socialismo real mantuviera intacta su formulación originaria. El socialismo como utopía puede resumirse hoy en los siguientes principios: compromiso con la libertad y la democracia, la justicia y la igualdad, fortalecimiento del Estado de derecho y su papel redistributivo; participación de la ciudadanía en la vida política a través de una democracia participativa de base, y no solo representativa; protección especial de los sectores más desfavorecidos del capitalismo". Una reflexión inobjetable.
El capítulo se cierra con un interesante apartado dedicado a las distopías, las utopías "contrautópicas", centrado como era de esperar en Zamyatin, Huxley y Orwell.
El segundo capítulo: "La utopía en la reflexión filosófica" (págs. 143/182)   viene encabezado por una cita de Ernst Bloch, que va a ser en gran medida el eje conductor del capítulo: "La razón no puede florecer sin esperanza; la esperanza no puede hablar sin razón". Ha sido para mí el más complejo de leer dada mi escasa formación filosófica. La obra del filósofo  citado, el alemán Ernst Bloch, y su denominado "principio esperanza" es como decía, el tema central del capítulo, sin que falten referencias y comentarios a la obra de Marcurse, Mannheim, Davis, Kolakowski, Horkheimer, Tillich, Alves, Ricoeur, Adorno o los españoles Ortega, Muguerza y Cortina.
En la página 150 hay una cita muy interesante de Marcuse: "Yo creo que esta concepción restrictiva de la utopía debe ser revisada, y que la revisión aparece insinuada, e incluso exigida, por la evolución concreta de las sociedades contemporáneas. La dinámica de su productividad despoja la utopía de su tradicional contenido irreal: lo que se denuncia como utópico no es ya aquello que no tiene lugar ni puede tenerlo en el mundo histórico, sino más bien aquello cuya aparición se encuentra bloqueada por el poder de las sociedades establecidas".
El capítulo tercero: "La utopía en la Biblia y en la reflexión teológica" (págs. 182/236), sin cita de encabezamiento, está dedicado a estudiar y plantear el innegable contenido utópico de gran parte de la Biblia hebreo-cristiana. Renglón aparte merece su comentario sobre la persona y el mensaje de Jesús de Nazareth y el contenido utópico-mesiánico del mismo. La mención de autores como Metz, Moltmann, y de nuevo Bloch, resulta imprescindible. El último apartado del capítulo está dedicado a la "Teología de la Liberación" como utopía y esperanza de los pobres, y es, quizá, el más interesante del capítulo.
Para Tamayo, la teología de la liberación nace como tal en 1968, un año "emblemático" -dice- por muchos otros acontecimientos, con la celebración en la ciudad colombiana de Medellín de la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. La figura central del apartado es el jesuita español, asesinado en noviembre de 1989 en San Salvador, Ignacio Ellacuría. En la página 229 hay una cita sobre el pensamiento de Ellacuría que dice así: "Ellacuría recurre al lenguaje utópico de la Biblia y habla de la creación de un nuevo ser humano, una nueva tierra y un nuevo cielo. El ser humano nuevo se caracteriza por la solidaridad con la causa de los oprimidos, la protesta activa y la lucha permanente contra la injusticia estructural, además de por la misericordia y el amor como motores de la lucha, la esperanza en las posibilidades de construir un mundo más justo, la aoertura a otros proyectos utópicos liberadores, el respeto a la naturaleza y la actitud contemplativa".
El capítulo termina con un comentario sobre las utopías de los pueblos originarios americanos, que algunas comunidades indígenas intentan revivir, tales como la andina "Sumak Kawsay" (la utopía del Buen Vivir), o la guaraní "Abya Yala" (la utopía de la Tierra Sin Mal).
"Críticas contra la utopía" (págs. 237/257) es el título del penúltimo capítulo. Lo encabeza una cita de Mario Benedetti: "Si tenemos ánimo, paciencia y un poco de ilusión, podemos navegar en la barcaza de la utopía, pero no en el acorazado de lo imposible". Esas críticas que Tamayo reseña están centradas en la obra de filósofos y escritores como Comte, y contemporáneos como Cioran, Hinkelammert, Popper, Berger, Hayek, Vattimo o Saramago; y muy especialmente en Günther Anders, el que fuera primer marido de mi admirada Hannah Arendt. De él es una cita (págs. 238/239) que dice así: "La nueva condición humana se caracteriza por una excesiva confianza en el progreso y la máquina, y tiene que responder a un nuevo imperativo: Actúa de tal manera que sirva a la necesidad de la máquina. Los seres humanos se convierten así, en piezas de la máquina, las noticias son mercancía y quienes nos las transmiten componen un todo falso a partir de verdades parciales. Resultado: el mundo no es otra cosa que una cárcel de siervos felices". ¿Será casualidad que esa misma expresión de "esclavos felices" es la que daba título al artículo de Raimundo Ortega que comentaba en mi entrada del blog de hace unos días titulada "¿Capitalismo y Estado de Bienestar, son incompatibles?" No lo creo...
De Popper hay otra cita que me parece muy significativa: "No podemos construir el cielo en la tierra. ¿Qué hacer, entonces? Algo tan vaporoso como lograr que la vida sea un poco menos injusta en cada generación, resolver, al menos parcialmente, los problemas más acuciantes de la humanidad, trabajar para eliminar los males concretos y no para realizar los bienes abstractos. ¿Y algo más? Sí, ayudar a aquellos que necesitan nuestra ayuda, pero no... hacer felices a los demás, puesto que esto no depende de nosotros y más de una vez significaría una intrusión en la vida privada de aquellos hacia quienes nos impulsan nuestras buenas intenciones".
Y llegamos al último capítulo: "Rehabilitación crítica de la utopía" (págs. 259/271), que se abre con dos citas. Una, de Eduardo Galeano: "¿Para qué sirve la utopía? Para eso sirve... Para caminar". La otra, de Adela Cortina: "Sin futuro utópico en el que quepa esperar y por el que quepa comprometerse, carece de sentido nuestro actual presente". En este quinto y último capítulo Tamayo se va a centrar en autores como Jonas, Boff,  Rawls, Lévinas, Benjamin o West.
Al inicio del mismo (págs. 259/260) hay dos largos párrafos de Juan José Tamayo que me resulta imposible soslayar. Dice el primero: "¿Qué hacer ante las críticas? Creo que hay que tomarlas en serio, analizar su fundamento, valorarlas en su justo término, saber de dónde vienen y qué intereses las mueven. A su vez, caben varias actitudes ante la utopía. Una muy extendida hoy consiste en declararla muerta, y no hacer nada por su recuperación, ya que se mueve en el horizonte de los grandes mitos a los que debemos renunciar. Yo creo, sin embargo, que a pesar de las críticas, algunas de ellas bien fundadas, la utopía no está tan muerta como se nos quiere hacer ver. Esa es precisamente la estrategia del pensamiento antiutópico: alegar que ya no es necesaria la utopía porque se ha hecho realidad y ya no cabe esperar más. Pero la utopía está suficientemente enraizada en la realidad y en el ser humano como para que pueda morir, y menos aún por un decreto del neoliberalismo, su principal adversario hoy".
El segundo, unas líneas más adelante, lo dedica nuestro autor a explayar cuál "debe" ser la función de la utopía en nuestro tiempo: ""La utopía debe responder a una visión dialéctica y abierta, no determinista, de la realidad, como ya indiqué en el capítulo segundo al hablar de la filosofía de la esperanza. Ha de responder, y mantenerse fiel, a la intención ética que la anima, consciente de la distancia entre cómo es el mundo y cómo debe ser, pero con el propósito de aproximar el ser al deber ser. Intención ética que debe traducirse en imperativo ético según las diferentes formulaciones que ha recibido en las distintas filosofías morales. La más conocida es la de Kant, en sus varias fórmulas: Actúa de tal manera que trates a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre y en todo tiempo como fin y nunca como simple medio, actúa de tal manera que la máxima de tu acción se convierta por tu voluntad en ley universal. El imperativo ético para Kant no es hipotético, es decir, no somete el bien a un deseo, ni hace depender el deber del interés que pueda sacarse de su cumplimiento, sino categórico. Obliga tanto a uno mismo como a los demás, y tiene carácter universal e incondicional".
Y unas líneas antes de la conclusión de su libro (pág. 278), una frase que me deja absolutamente descolocado y con un sabor amargo en la boca: "Utopía descolonizada: por ahí parece avanzar el socialismo del siglo XXI en países latinoamericanos como Venezuela, Ecuador y Bolivia". No entiendo que ha querido decir...
El vídeo que acompaña la entrada lleva el título de "Siete utopías para cambiar el mundo". Está realizado por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) en 2011. Espero que entrada y vídeo les resulten de interés. Y sean felices, por favor, a pesar del gobierno. Tamaragua, amigos. HArendt














viernes, 25 de agosto de 2023

De la incertidumbre de la investidura








Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz viernes. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, del politólogo Fernando Vallespín, va de la incertidumbre de la investidura. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com







Entre la incertidumbre y el desconcierto
FERNANDO VALLESPÍN
20 AGO 2023 - El País - harendt.blogspot.com

A pesar de lo que vimos en la elección de la Mesa del Congreso, todo sigue en el aire. La prueba de fuego sigue siendo la investidura. Supongamos, no obstante, que se consigue, ¿qué escenario político nos vamos a encontrar? Del lado de los vencedores va a salir un gobierno eufórico pero cargado de incertidumbre, y del de los perdedores una oposición apesadumbrada y desorientada. Los primeros, porque dependen de un personaje imprevisible que, además, mancha su propia autodefinición. No es fácil extender la identidad “progresista” a quien ha hecho gala de supremacismo étnico en su propio territorio, ha sido condenado por incumplir la ley y representa a buena parte del sustrato más burgués de Cataluña. Con el añadido de que muchas de sus demandas irán en clara colisión con el ordenamiento jurídico. Para conseguir su aquiescencia habrá que compensar su inviabilidad con otro tipo de prebendas para su Comunidad, necesariamente de índole económica. Una cosa es, sin embargo, el reconocimiento de la diferencia y otra distinta la vulneración del principio de igualdad. En la primera dimensión estaría de acuerdo, en la segunda no. Precisamente porque me considero progresista.
Y ya que estamos en cuestiones semánticas, otro pequeño inciso. Ignoro si es parte del pacto, pero que en la declaración conjunta del grupo que se unió para la constitución de la Mesa se dijera que se trata de buscar “el fin de la represión” producida como consecuencia del procés no ha podido dejar de chirriarme. Una determinada ley nos podrá gustar más o menos, pero en una democracia su aplicación nunca es “represiva”, siempre se sustenta sobre procesos democráticos. Las palabras importan, y más si de forma explícita ponen en cuestión el Estado de derecho. A donde quiero llegar con esto es a que el hipotético nuevo gobierno deberá estar muy alerta en no entrar en rumbo colisión con el Poder Judicial. Y esto afecta muy particularmente al PSOE, obligado por su historia y sus expectativas electorales futuras a ser tremendamente cauteloso al respecto; evitar caer también en el síndrome del Zelig de Woody Allen, a no confundirse sin más con las exigencias de sus aliados; y explicar cada concesión como algo más que una mera estrategia de supervivencia en el poder.
Por parte de la derecha, en particular el PP, no tiene más remedio que despertar al fin a la realidad que le toca, hacer de oposición y aprender de sus errores. Y uno de ellos, el más importante quizá, porque es lo que impidió su mayoría, es el tratar de ser más hospitalario con la realidad plural de España. De forma implícita significa también aclarar de una vez su relación esquizofrénica con Vox. No lo tienen nada fácil, porque estarán cogidos en una pinza entre maximalismos de uno y otro lado, a su derecha y a su izquierda. Pero, aunque el tema nacional estará en el centro de la legislatura, la política no se reduce solo a eso. La oposición más inteligente no es la que niega por principio cada paso que da el Gobierno, sino la que consigue presentar alternativas mejores. La demonización del sanchismo le ha servido hasta ahora de magnífica cobertura para encubrir su falta de ideas. Una vez que aquel puede volver a ser entronizado ya no le sirve de excusa para su indolencia programática.
No me hago muchas ilusiones, esta legislatura será en gran medida similar a la anterior; es decir, se abundará en la supuesta maldad del otro como única estrategia de acción política, el bálsamo de Fierabrás de la polarización. La parte mala es que presenta toda posibilidad de cooperación transversal como una traición a la propia causa partidista. Y por eso mismo unos se ven obligados a tener que depender de Vox y otros del exiliado en Waterloo. O sea, que un panorama estupendo ante los graves desafíos que tenemos por delante.






























[ARCHIVO DEL BLOG] Misceláneas constitucionales. [Publicada el 05/12/2009]












Reconozco que a mi los aniversarios me ponen sentimental. El hecho de que mañana se cumplan treinta y un años de la aprobación de la Constitución de 1978 en referéndum nacional ha motivado que estos últimos días los haya dedicado a releer los Diarios de Sesiones del Congreso de los Diputados y del Senado que recogen los debates habidos durante su tramitación. También he releído algunos de los artículos de El Federalista (Fondo de Cultura Económica, México, 1994), la magnífica defensa que del proyecto de la Constitución estadounidense hicieran en 1788 Hamilton, Madison y Jay. Y por último, ante el descrédito en que algunos quieren colocar al Tribunal Constitucional, he vuelto a releer la interesantísima polémica que en el año 1931 sostuvieron dos ilustres juristas: uno alemán, Carl Schmitt (1888-1985), autor de La defensa de la Constitución (Tecnos, Madrid, 1983); el otro austriaco, Hans Kelsen (1881-1973), autor de ¿Quién debe ser el defensor de la Constitución? (Tecnos, Madrid, 1995), sobre cuál es el órgano político al que debería corresponder la defensa, salvaguardia y protección de la Constitución.
Carl Schmitt, Jurista de Estado, escribió centrado en el conflicto social como objeto de estudio de la ciencia política, y más concretamente sobre la guerra. Su obra atraviesa los avatares políticos de su país y de Europa a lo largo del siglo XX. Militó en el Partido Nazi, aunque las S.S. le consideraba un advenedizo, y le apartaron del primer plano de la vida pública del régimen. Hans Kelsen fue un jurista, filósofo y político austríaco de origen judío, profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad de Viena desde 1917. Autor intelectual de la Constitución federal austriaca de 1920, es nombrado miembro vitalicio del Tribunal Constitucional, del que es removido años más tarde a causa de sus tendencias socialdemócratas. En 1930, obtuvo una cátedra en la Universidad de Colonia (Alemania), que abandona tras la ascensión del nazismo. En Suiza enseña en la Universidad de Ginebra y más tarde (1936) en la Universidad de Praga. En 1940 emigra a Estados Unidos donde enseña Ciena Política en la Universidad de Harvard y más tarde en la de California-Berkeley, hasta su muerte.
La polémica que sostuvieron ambos es muy conocida. Básicamente se centraba en la respuesta que debería darse a la pregunta sobre "quién debe ser el defensor de la Constitución", que da título al opúsculo (apenas 80 páginas) con el que Kelsen responde y hace explícitas sus objeciones al anteriormente citado de Schmitt. Para éste, el "guardián" de la Constitución no puede ser el Parlamento, del que desconfía por su falta de carácter y espíritu "nacional" a causa de la pluralidad de su conformación y por el origen partidista de su elección, ni tampoco un tribunal de justicia ordinario ni creado "ad hoc", puesto que ello supondría "politizar" la Justicia, sino que como establecía la Constitución de la República de Weimar, está función debería corresponder al Presidente del Reich (Imperio) alemán, elegido por sufragio universal de "todo el pueblo alemán". Para Kelsen, la solución no pasa por encargar la defensa de la Constitución, básicamente frente a las leyes emanadas del Parlamento o los actos y disposiciones del gobierno (los únicos que podrían conculcarla) al propio Jefe del Estado, que preside el gobierno, o al Parlamento encargado de hacer las leyes, sino precisamente, y por esa causa, a un órgano "neutral, colegiado e independiente", con la tarea específica de proteger la Constitución, es decir, a un Tribunal Constitucional. (Todos los entrecomillados son míos).
Que la Constitución española de 1978 necesita un "repaso" está claro. Hasta el propio Consejo de Estado lo vio así cuando en Febrero de 2006 emitió el famoso Dictamen sobre Modificaciones de la Constitución Española que le había solicitado el Gobierno, centrado en cuatro puntos: 1) la supresión de la preferencia del varón sobre la mujer en la sucesión al Trono; 2) la recepción en la Constitución del proceso de construcción de la Unión Europea; 3) la inclusión de la denominación de las Comunidades Autónomas en la Constitución; y 4) la reforma del Senado.
A mi juicio, ese tímido intento de reforma se ha quedado ya bastante corto. Ineludible es la reforma del Senado, para convertirlo en lo que la Constitución dice que es: la Cámara de representación territorial, y en la que deberían estar representados los gobiernos de las distintas comunidades y ciudades autónomas, con voto ponderado para cada una de ellas en función de su población, y con un renovado procedimiento de adopción de acuerdos que implique tanto una mayoría cualificada de la población representada como del número de éstas. Pero también una reforma en profundidad del titulo VIII de la Constitución, en clave federal, que determine claramente cuales son las competencias indelegables de carácter estatal, y dejé todas las demás a lo que decidan los respectivos Estatutos de Autonomía, así como los mecanismos de financiación, colaboración y cooperación de las Comunidades autónomas con el Estado. Y por último, como no, del propio Tribunal Constitucional, delimitando sus competencias a la estricta defensa de la Constitución frente a cualquier ley o acto de gobierno contraria a la misma, y con un renovado proceso de conformación que bien podría ser por designación real (a propuesta del Gobierno, lógicamente), con la aprobación cualificada del Senado, entre juristas de reconocido prestigio, y cuya designación sería vitalicia, o hasta su renuncia voluntaria o impedimento físico apreciado por el propio Tribunal y aceptado por el Senado.
No podría terminar este recorrido sentimental sobre el 31 aniversario de la Constitución de 1978 sin un emocionado recuerdo de quien fuera uno de sus ponentes, Jordi Solé Tura, recientemente fallecido. Descanse en paz. Y a ustedes, pues que quieren que les diga: ¿gritamos "¡Viva la Constitución!"? Por mi, vale. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. (HArendt)