martes, 9 de diciembre de 2025

DE LAS VÍSPERAS DEL FIN DEL MUNDO LIBRE. ESPECIAL DE HOY MARTES, 9 DE DICIEMBRE DE 2025

 






Trump también quiere hacer MAGAfy en Europa, y eso puede significar el fin del mundo libre, escribe en Substack (08/12/2025) el premio Nobel de Economía Paul Krugman. Hubo una época, no hace mucho, en que Estados Unidos era el líder del mundo libre. Fue el primero entre iguales dentro de una alianza de naciones unidas por valores compartidos, sobre todo un compromiso con la democracia y las libertades civiles. De Londres a Berlín y Tokio, tras el genocidio y la devastación total de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos —como lo expresó Ronald Reagan— era la ciudad brillante en la cima de la colina. Nunca debemos olvidar que los estadounidenses desempeñaron un papel fundamental en los juicios de Núremberg, defendiendo el estado de derecho de manera imparcial y transparente en los juicios de quienes cometieron atrocidades y actos de guerra atroces. «Soy berlinés», declaró John F. Kennedy en Berlín, mientras Alemania Oriental intentaba atrapar a su propio pueblo tras el Muro de Berlín.

Sin embargo, MAGA no quiere formar parte de ese mundo. De hecho, no quiere que exista un mundo de democracia, libertades civiles y Estado de derecho. La administración Trump se ha vuelto especialmente hostil hacia Europa, precisamente porque los europeos intentan aferrarse a los valores que MAGA intenta destruir en casa.

La semana pasada, la administración Trump publicó su Estrategia de Seguridad Nacional actualizada para Estados Unidos. Gran parte del documento es vago, divagatorio y contradictorio. Pero se vuelve claro y conciso al abordar Europa. En pocas palabras, Trump y su entorno odian a Europa. Y la odian porque aún honra los ideales que están abandonando en Estados Unidos.

El lenguaje es asombroso. Europa, advierte el documento, se enfrenta a «la cruda perspectiva de la desaparición de la civilización». ¿Por qué? Porque «es más que plausible que, como máximo en unas décadas, ciertos miembros de la OTAN se conviertan en una mayoría no europea». No sé por qué se molestaron en usar el eufemismo: «no europeo» significa claramente «no blanco».

Pero hay esperanza, declara el documento, gracias a “la creciente influencia de los partidos patrióticos europeos”, con lo que claramente se refiere a partidos como el neonazi AfD de Alemania.

El politólogo Henry Farrell lo resume así: Se trata, sencillamente, de un programa de cambio de régimen en Europa, cuyo objetivo es convertirla en una entidad política iliberal. Lograr esta transformación implicaría socavar a los gobiernos liberales existentes en connivencia con la extrema derecha europea y convertir a Europa del Este en una cuña ideológica contra sus vecinos occidentales.

¿De dónde proviene este ataque a Europa? Algunos lectores recordarán el viejo eslogan de la Guerra contra el Terror: «Nos odian por nuestra libertad». Claramente, MAGA odia a Europa por su libertad. Quienes intentan convertir a Estados Unidos en un estado autoritario y supremacista blanco, quienes quieren que abandonemos los ideales democráticos en favor del Volk , del nacionalismo de sangre y tierra, quieren que Europa siga el mismo camino.

También está el papel de los "tech bros": multimillonarios que aún se describen como libertarios, pero que en la práctica se han convertido en autoritarios de línea dura con enorme influencia sobre la administración Trump. Después de que la Comisión Europea impusiera una modesta multa a X por incumplir sus normas de transparencia, Elon Musk declaró que la UE debía ser abolida y amenazó con represalias personales contra los "comisarios de la Stasi progresistas de la UE" responsables de la sentencia. Y la administración Trump actúa como el ejecutor de los "tech bros" contra Europa, amenazando con mantener altos los aranceles al acero a menos que la UE reduzca sus regulaciones tecnológicas.

Además, esto forma parte de un patrón general: los gremios odian a Europa porque intentan imponer límites sensatos para proteger a sus sociedades de los daños psicológicos y económicos, bien documentados, que inflige la agenda desenfrenada de Silicon Valley. Por ejemplo, la UE intenta limitar la proliferación del discurso de odio digital, así como los efectos perniciosos de las redes sociales en los jóvenes. Y, más que EE. UU., ha buscado limitar el poder monopolístico de los titanes tecnológicos como Google y Facebook. Debemos recordar que las moderadas regulaciones antimonopolio y de inteligencia artificial adoptadas por la Administración Biden impulsaron a la gremio tecnológico a apoyar firmemente a Trump en las elecciones de 2024.

El ataque de Trump a Europa tiene dos consecuencias impactantes: debilita a Estados Unidos frente a lo que claramente es su único rival geopolítico serio, China, y a la vez debilita a Europa frente a su asesino a las puertas, Rusia. Como señala el New York Times , esta nueva estrategia rompe con la retórica anterior de Trump, que enfatizaba los peligros que representan China y Rusia.

En primer lugar, atacar a nuestros antiguos aliados garantiza que China superará a Estados Unidos en la competencia por la influencia y la hegemonía económica. El gráfico a continuación (ajustado a las diferencias en los niveles de precios) ilustra esta realidad:

Actualmente, China es claramente la mayor economía del mundo. Pero el grupo de naciones que constituía el "mundo libre" (tal como lo conocíamos) es una potencia económica mucho mayor que China. Por lo tanto, al tratar a Europa y Canadá como enemigos en lugar de aliados, Trump ha destruido cualquier posibilidad de enfrentarse a China. En efecto, Trump ha priorizado la supremacía blanca sobre la verdadera grandeza nacional.

En segundo lugar, esto también aplica a Rusia. Aunque Rusia es mucho más débil que China, Estados Unidos o la UE, la guerra en Ucrania ha demostrado que una Rusia envalentonada puede causar una devastación duradera. Al atacar a la UE, en particular con la misma justificación de sangre y tierra que Putin usó para atacar a Ucrania, así como al insultar a Zelenski y publicar un "plan de paz" que claramente era una lista de deseos rusos, Trump ha dejado claro que nuestros antiguos aliados no pueden confiar en nosotros para hacer frente a la agresión rusa. ¿Debería sorprendernos que algunos aliados hayan empezado recientemente a negarse a compartir información de inteligencia ?

Ahora bien, es importante admitir que Estados Unidos a menudo no estuvo a la altura de sus propios ideales en el pasado. Durante décadas, defendimos la libertad y la igualdad en el extranjero mientras practicábamos las leyes de Jim Crow en casa. Fuimos una fuerza impulsora de la democracia y la libertad en Europa, pero a menudo apoyamos a dictadores y, en ocasiones, propiciamos el derrocamiento de gobiernos elegidos democráticamente —a menudo a instancias de los intereses comerciales estadounidenses— en Latinoamérica, Asia y Oriente Medio. Así que, de forma muy real, la broligarquía tecnológica está intentando usar el poder del gobierno estadounidense para subyugar a la UE, de la misma manera que la United Fruit Company lo usó en su día para subyugar a Centroamérica.

En realidad, Europa está mucho más cerca de ser la ciudad brillante de Reagan que los Estados Unidos de Trump. Sin embargo, es importante reconocer que, ante los desafíos económicos y migratorios, también está teniendo dificultades para preservar sus valores democráticos liberales. Esos partidos europeos "patrióticos" —es decir, neofascistas— están, sin duda, en auge. Sin embargo, en general, Europa está lidiando con sus tensiones económicas y sociales sin renunciar a sus valores fundamentales. Por ejemplo, las recientes elecciones holandesas, si bien no representaron una victoria decisiva para el centro, al menos expulsaron a la extrema derecha del gobierno .

Y Estados Unidos aún no está perdido. Muchos estadounidenses, y creo que la mayoría, aún creen en nuestros valores fundamentales de libertad y democracia. Por ahora, el poder está en manos de quienes odian esos valores fundamentales, y odian a Europa porque aún se aferra a ellos. Pero aún podemos revertir esta situación y recuperar nuestra identidad.





















DE LAS ENTRADAS DEL BLOG DE HOY MARTES, 9 DE DICIEMBRE DE 2025





 


Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz martes, 9 de diciembre de 2025. Las iglesias siguen vacías, los seminarios y conventos siguen vacíos, el número de católicos cae en picado, afirma en la primera de las entradas del blog de hoy el escritor Javier Cercas; así es, pero ha bastado un disco de Rosalía, una película de Alauda Ruiz de Azúa y alguna cosa más para que algunos proclamen en los periódicos el retorno de Dios. En la segunda, un archivo del blog del 31 de diciembre de 2009, HArendt por un lado, y el sociólogo Enrique Gil Calvo por otro, comentaban la crisis económica que asoló el mundo el pasado año, con el consenso mayoritario de que la gran banca internacional, estadounidense y europea principalmente, tenían la indiscutible responsabilidad de la gestación y desarrollo de la crisis, que se ha podido detener y suavizar a costa de gravísimos daños colaterales que como es uso y costumbre han pagado otros, los más débiles, los de siempre. El poema del día es de la poetisa argentina María Florencia Rua, se titula Del otro lado del día, y comienza con estos versos: Colillas de cigarrillos se juntan/para armar una montaña/de muerte. Y la última entrada del día, como siempre, son las viñetas de humor. Volveremos a vernos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Sean  felices, por favor. Tamaragua, amigos míos. Y como decía Sócrates: ἡμεῖς ἀπιοῦμεν. HArendt












DEL SILENCIO IMPERTURBABLE DE DIOS

 






Las iglesias siguen vacías, los seminarios y conventos siguen vacíos, el número de católicos cae en picado, afirma en El País (06/12/2025) el escritor y miembro de la Real Academia Española, Javier Cercas. Así es: ha bastado un disco de Rosalía, una película de Alauda Ruiz de Azúa y alguna cosa más para que algunos proclamen en los periódicos el retorno de Dios, comienza diciendo. 

¿Dios se había ido? ¿Vivíamos en un mundo sin Dios? Por supuesto que sí. Quien primero lo vio fue Friedrich Nietzsche en un texto celebérrimo publicado en 1887. Cuenta la historia de un loco que se echa a la calle en pleno día con un farol encendido y vaga por las plazas y los bulevares gritando: “¡Dios ha muerto! Y nosotros lo hemos matado”. Quienes no han leído ese texto, o quienes lo han olvidado, suelen creer que el loco está feliz, por no decir eufórico (“¡Por fin nos hemos librado de Dios gracias a la razón y la ciencia entronizadas por la Ilustración!”, vendría a decir). Pero no es verdad: todo indica que el loco está desolado; y con motivo: porque, si Dios no existe, como decía siete años antes Iván Karamázov en la novela de Dostoievski, todo está permitido; porque, si Dios ha muerto, el fundamento del mundo —aquello que durante siglos y siglos había dotado de sentido a todo— se derrumba. Y ahora ¿qué? Ese interrogante subyace en una parte esencial del arte de nuestro tiempo; también del pensamiento. En un ensayo titulado Nostalgia del absoluto, George Steiner argumentó que algunas corrientes decisivas del siglo XX, como el marxismo o el psicoanálisis, erigieron grandes relatos totalizantes que a su manera aspiraron a sustituir a la religión, hasta entonces sin disputa el relato que todo lo explicaba. Lo cierto sin embargo es que esos sucedáneos laicos no han funcionado, o solo han funcionado en parte, y que habitamos un mundo sin grandes relatos, que descree de las narraciones omnicomprensivas y solo nos dispensa pequeñas explicaciones parciales. A esa realidad la llamó Jean-François Lyotard, en 1979, la condición posmoderna, que es todavía nuestra condición. El problema es que mucha gente continúa insatisfecha con ella y que, casi siglo y medio después del loco de Nietzsche, sigue preguntándose: ¿y ahora qué? Volvemos así a Rosalía y a las proclamas periodísticas: ¿la respuesta a esa pregunta decimonónica es el retorno a la religión, y en particular (como mínimo en España) al catolicismo? Salta a la vista que no: las iglesias siguen vacías, los seminarios y conventos siguen vacíos, el número de católicos cae en picado desde hace décadas. ¿Qué está ocurriendo, entonces? Con toda probabilidad, nada; que no cunda el pánico: Dios no ha resucitado, a Rosalía se le pasará el arrebato místico y una monja adolescente vasca es tan insólita que por esa razón Ruiz de Azúa ha filmado una película sobre ella. Lo único que puede estar ocurriendo es algo que tarde o temprano iba a ocurrir, y es que en España estemos empezando a superar la fobia anticatólica que hemos padecido; una fobia, sobra decirlo, del todo justificada: por 40 años de nacionalcatolicismo y por siglos y siglos de una Iglesia siniestramente clerical, reaccionaria, belicosa, fúnebre, sexófoba y pegada como una lapa a los ricos y los poderosos. Eso sí podría estar ocurriendo: que empiece a desaparecer esa inquina ganada a pulso y, seamos creyentes, ateos o mediopensionistas, iniciemos una relación menos enfermiza con la religión, más libre, desembarazada y respetuosa, análoga a la que disfrutan países que, como Francia, se libraron del despotismo religioso mucho antes que nosotros. En cuanto a la Iglesia católica, su destino mejor es el que auguró Benedicto XVI, que no sé si fue un gran papa, pero fue un gran teólogo: la Iglesia del futuro debería ser mucho más pequeña y más militante; también, me atrevo a añadir, mucho más radical, mucho más leal al cristianismo de Cristo y a estas palabras del socialista y místico Charles Péguy, tan justas como extravagantes para quienes solo hemos conocido la Iglesia española, históricamente especializada en pervertir el cristianismo originario: “No hay nada más alejado del espíritu burgués que el cristianismo”.¿Dios ha vuelto? Ganas me dan de terminar con esta frase de Bernard Shaw: “Periódico: herramienta incapaz de distinguir entre un accidente de bicicleta y el colapso de una civilización”.



















DEL ARCHIVO DEL BLOG. 2009: UN "ANNUS HORRIBILIS". PUBLICADO EL 31/12/09

 









Fue la reina Isabel II de la Gran Bretaña quien pronunció una frase referida al año 1992 que se hizo famosa: la de que había sido para ella un "Annus Horribilis". Seguro que este 2009 que hoy concluye su existencia también habrá merecido el apodo de "Annus Horribilis" para muchos cientos de miles de personas que han visto perder sus trabajos y sus ahorros a causa de una crisis financiera de la que nadie se ha hecho responsable.

¿Nadie?... Parece haber un consenso mayoritario en que la gran banca internacional, estadounidense y europea principalmente, tienen una indiscutible responsabilidad directa en la gestación y desarrollo de la crisis, crisis que gracias a la inyección de ingentes cantidades de miles de millones de dólares y euros de dinero público, es decir, de todos, en esas propias entidades financieras que la habían propiciado, se ha podido detener y suavizar aun a costa de gravísimos daños colaterales que como es uso y costumbre han pagado otros, los más débiles, los de siempre.

Cuando el presidente Mitterand accedió al poder en Francia, en la primavera de 1981, anunció que una de las primeras medidas de su gobierno sería la nacionalización de la banca francesa. El 9 de septiembre de ese mismo año el Consejo de Ministros aprobó la medida. La reacción de los medios económicos franceses fue inmediata y unánime calificando la decisión de "inhabitual, torpe, inicua y anunciadora de desorden». La nacionalización no prosperó.

La cuestión es que esas ingentes cantidades de dinero público inyectado a los bancos privados en este año que acaba ha salvado a la gran banca pero no ha servido para nada más. ¿Merecían la salvación? No lo tengo muy claro. Hay voces que creen que no. Y que si se han salvado con dinero público, de todos, tienen que responder de su gestión no ante sus accionistas sino ante quienes les han salvado.

Otro tópico usual es el de que una banca pública, es decir nacionalizada, nunca será tan eficiente como una banca privada. Es posible, pero la cuestión a dilucidar es que consideramos como "eficiente" a efectos globales. Y eso, visto lo visto en 2009, no parece tan claro, ni los gestores privados especialmente eficientes; más bien todo lo contrario...

Enrique Gil Calvo, profesor de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, publicaba ayer un interesante artículo ("La privatización del keynesianismo", El País, 30/12/09) en el que plantea y desarrolla algunas de las cuestiones que he esbozado en mi comentario. Espero que les guste. Les dejo con él: Si el año pasado estuvo marcado de principio a fin por el ominoso estallido de la crisis económica, cuya evidente inminencia tantos negacionistas se empeñaban en acallar, este año que ahora termina ha estado presidido por la lucha contra la crisis. Una lucha que finalmente parece haberse visto coronada por el éxito, a juzgar por el rally alcista de las bolsas, que cierran el ejercicio con subidas estratosféricas desde los mínimos de marzo. Por lo tanto, si semejante interpretación fuera acertada, éste sería el mejor momento para empezar a pedir cuentas, exigiendo responsabilidades tanto a quienes permitieron que la crisis se formase como a los que se han beneficiado de su presunta resolución. El diagnóstico dominante en los medios sostiene que la crisis se formó porque, en ausencia de supervisión y control estatal, la irracional desregulación de los mercados financieros los condujo al desastre. Y en ese punto de inflexión, cuando la burbuja especulativa pinchó y los capitales huyeron en estampida presos de un ataque colectivo de pánico, la única solución posible fue regresar al viejo keynesianismo interventor, pasando los mercados a ser controlados directamente por los Estados, que para poder salvarlos tuvieron que inundarlos con masivas inyecciones de gasto público deficitario.

En suma, el neoliberalismo sería el gran culpable, o al menos el principal causante, y el ya casi olvidado keynesianismo, teóricamente superado por aquél, habría sido la única salvación. Pero si esta interpretación oficial resulta paradójica, mucho más lo parece su traducción política. Pues ¿cómo se entiende, entonces, que los representantes socialdemócratas del keynesianismo pierdan todas las elecciones, saliendo derrotados como los grandes perdedores de la crisis, mientras los representantes conservadores del neoliberalismo quedan victoriosos, imponiendo por doquier su virtual hegemonía?

Una posible explicación es que el keynesianismo aplicado hoy ya no es aquel keynesianismo público, progresivo y reformista que presidió la edad de oro de la socialdemocracia en los años sesenta, sino que se trata de un keynesianismo completamente distinto, por su carácter a la vez privado, conservador y reaccionario. Un keynesianismo de derechas, para entendernos, pues no beneficia a las rentas del trabajo sino a las rentas del capital. De ahí que haya logrado imponer una salida de la crisis de tipo restaurador, de acuerdo al célebre efecto Lampedusa: es preciso que todo cambie para que todo siga igual. Es la única conclusión que puede extraerse de la práctica de un keynesianismo estatal que privatiza los beneficios y socializa las pérdidas, contribuyendo no a reformar sino a restaurar la financiarización de la economía. Pero esta práctica derechista del keynesianismo privatizado, restaurador de la tasa de beneficios del gran capital, no es nueva en absoluto, pues ya la acometió mucho antes Hitler en los años treinta, y luego Reagan en los ochenta, que es precisamente cuando se sentaron las bases de la actual dominación financiera. Pues más allá del keynesianismo militarista que hoy inspira a Bush y también a Obama, haciendo del gasto en defensa el gran motor de la demanda agregada, la clave real de este nuevo keynesianismo financiero es hinchar la demanda mediante el endeudamiento crediticio.

Como se sabe por lo menos desde Marx, la causa última de las crisis cíclicas del capitalismo es la sobreproducción, dado el exceso de capacidad instalada para la que no hay suficiente demanda natural o espontánea. Para enfrentarse a este exceso de producción, o a esta escasez de demanda, la solución keynesiana pública, puesta en práctica por la socialdemocracia en los sesenta, fue estimular fiscalmente la demanda agregada tanto por medio del gasto estatal como mediante una política de rentas que elevó sustancialmente el poder adquisitivo de las clases medias y asalariadas. La consecuencia fue la gran inflación, de la que se salió con la derrota política de la socialdemocracia y el ascenso imparable del neoliberalismo. Pero contra lo que parece, este último método de política económica también recurrió al keynesianismo, aunque ya no público sino privado. En efecto, para estimular la demanda agregada, en vez de recurrirse a la subvención estatal se recurrió al endeudamiento crediticio gestionado por la banca privada, y ello además con recortes salariales del poder adquisitivo, haciendo a las clases trabajadoras y medias muy dependientes del crédito bancario. Y el colmo de este keynesianismo privado llevado hasta sus últimas consecuencias por reducción al absurdo ha sido el caso de las hipotecas basura, catalizador en España o EE UU de la crisis actual: la última por el momento, hasta que se forme la próxima, dentro de una larga cadena de crisis crónicas (por parafrasear el título de mi último libro).

El truco es bien conocido: se conceden créditos a los asalariados más insolventes (entre los que destacan los inmigrantes) y luego esos créditos se venden a los propietarios más solventes (los inversores especulativos), logrando que los capitalistas privados subvencionen la demanda agregada de los trabajadores hipotecados como deudores. Esta práctica de rizar el rizo fue la que formó la burbuja especulativa del endeudamiento insolvente, pues la liquidez así generada iba fluyendo a través de las redes financieras hacia los depósitos bancarios, donde se embalsaba en forma de enormes pantanos de créditos acumulados procedentes de sus cuencas hidrográficas. Pero cuando la masa crediticia empezó a rebosar, las presas de los pantanos no pudieron soportar la presión y comenzaron a resquebrajarse hasta que reventaron. En ese momento, toda la liquidez acumulada se precipitó al vacío, y en su caída libre los créditos acumulados se convirtieron en deudas imposibles de cobrar. Así fue como la avalancha de endeudamiento lo arrasó todo a su paso, inundando súbitamente los valles de la economía real, que quedaron asolados e improductivos durante mucho tiempo. Es entonces cuando la autoridad pública se vio obligada a intervenir al modo keynesiano, insuflando a fondo perdido liquidez estatal para tratar de suplir la sequía derivada del vaciado de los pantanos financieros. Pero de este modo, el insolvente endeudamiento privado se tradujo en una hipertrofia del deficitario endeudamiento público. De ahí que, en cuanto las presas bancarias han podido ser reconstruidas gracias al rescate estatal, el estímulo keynesiano ha comenzado a reducirse hasta cesar a corto plazo. Con lo cual se demuestra su naturaleza exclusivamente privada, puesto que sólo se ha dispuesto al servicio del capital bancario, abandonando a su suerte a las víctimas reales de la rotura de los pantanos: las pequeñas y medianas empresas, los autónomos, los desempleados...

Y este carácter derechista, conservador y reaccionario del actual keynesianismo privatizado se demuestra también en su naturaleza procíclica, amplificadora de las desviaciones de la estabilidad, que en las fases alcistas del ciclo actúa como impulsora del auge desmedido, incentivando la exuberancia irracional de los mercados, mientras que con la llegada de la crisis sólo sabe impulsar el pánico colectivo. Así, las autoridades públicas han actuado en realidad como desestabilizadores automáticos, que primero no supieron evitar la formación de la crisis, luego la negaron cuando ya se estaba iniciando y finalmente la precipitaron y agudizaron con sus medidas de choque, extendiéndola y generalizándola por todo el conjunto de la economía real, penosamente gravada con el coste tributario de la deuda pública acumulada. De donde se deduce que la salida de la crisis actual también puede significar el inicio diferido de la próxima, cuando la economía se recupere y los créditos vuelvan a fluir hasta embalsarse como futura deuda insolvente. Feliz Año Nuevo. Tamaragua, amigos. Nos vemos el próximo año. HArendt













DEL POEMA DE CADA DÍA. HOY, DEL OTRO LADO DEL DÍA, DE MARIA FLORENCIA RUA

 








DEL OTRO LADO DEL DÍA




Colillas de cigarrillos se juntan

para armar una montaña

de muerte.


Un pibe de gorrita

abajo de un estribillo

susurra “talento”.

Ideas cortadas con tijera

de metal y nieve

como lamparitas se prenden

en los cuerpos que bailan.

Mensajes anuncian lo que no

pudimos perder:


alguien te espera

del otro lado del día.

Vimos la espalda de una chica

el monumento de un prócer.

Un vómito en la bacha

de la cocina,

un rugbier hablando

de conciencia social,

un sol de rayo láser militando en la nuca.

La noche trabaja por error.

¿Qué confusión va a pestar

para que la luz no avance?

¿Vas a esforzarte en torcer

la puntería?





MARÍA FLORENCIA RUA (1992)

poetisa argentina























DE LAS VIÑETAS DE HUMOR DEL BLOG DE HOY MARTES, 9 DE DICIEMBRE DE 2025

 




























lunes, 8 de diciembre de 2025

ESTOY MUY ENFADADO CON EL REY JUAN CARLOS: ENTREVISTA A IÑAKI GABILONDO. ESPECIAL DE HOY LUNES, 8 DE DICIEMBRE DE 2025

 






Estoy muy enfadado con el rey Juan Carlos. Se ha convertido en un factor de discordia, le dice el periodista Iñaki Gabilondo a la escritora Nuria Junquera en la entrevista que publica El País en  el día de hoy, y añade que lamenta que Sánchez compita con Aguirre “por el trono de los peores seleccionadores de personal” y que la izquierda no se una para defender lo público. Les dejo con la entrevista. 

Tuvo sus crisis de fe en la profesión. Cuenta que alguna vez estuvo a punto de tirar la toalla, pero a sus 83 años, el periodista Iñaki Gabilondo (San Sebastián) tiene un proyecto por estrenar, la serie La gran aventura de la lengua española, que ha grabado con una productora cultural y que emitirá RTVE. Y otro en marcha sobre el exilio. La curiosidad y las ganas de entender permanecen intactas. Quizá por eso se intuya cierta rabia por el esfuerzo que otros ponen en no entenderse, incluso cuando les va la vida en ello.

Pregunta. ¿En estos 83 años, qué es lo más bonito que ha oído decir en la lengua española?

Respuesta. “Quiero estar contigo”.

P. ¿Y lo peor que ha escuchado decir en su propia lengua, las palabras que más le han indignado?

R. “Mis ideas valen más que tu vida”. Se dijo durante muchos años.

P. ¿Cómo ve a TVE? El PP la llama “Telepedro”…

R. Salvo en la época de Zapatero y una breve primavera en la época de Adolfo Suárez, que me tocó a mí, en España no ha habido televisión pública, ha habido televisiones privadas de los distintos gobiernos, tanto aquí como en las comunidades autónomas. Ganabas las elecciones y te daban una televisión y una caja de ahorros. España acostumbra a considerar coyunturales sus problemas crónicos y como diagnostica mal, resuelve mal. No son nuevos muchos pecados políticos: colocar a amigos en lugares públicos, utilizar la justicia, asaltar la tele..., pero, como se atribuyen siempre a algo coyuntural, no se arreglan nunca. Y cuanto más extrema es la polarización, peor se diagnostica, porque todas las esperanzas de solución se adjudican a la liquidación de ese Gobierno. El caso más claro de esto es la corrupción.

P. Es difícil diagnosticar con las tripas.

R. Falta cabeza. La corrupción se repite sucesivamente y no cambia nada. Sánchez está a punto de batir el récord de nulidad en selección de personal en competencia con Esperanza Aguirre. Se disputan el trono de los peores seleccionadores de personal de la historia política.

P. ¿Se le ocurre alguna fórmula para que ningún partido tenga la tentación de usar TVE?

R. Lo logró Zapatero, pero, mientras, sus compañeros de partido no hacían lo mismo en las comunidades donde gobernaban. Es un tema de voluntad. Nadie renuncia al cañón Berta y es ridículo porque con estas audiencias debería haberse atenuado la histeria de las fuerzas políticas. Ya no se puede hablar de medios de comunicación de masas. Medio de comunicación de masas ahora es TikTok.

P. Cuando dejó de hacer sus comentarios diarios sobre la actualidad, en 2021, explicó que se sentía “empachado” por el “enconamiento partidista y la superpolarización”. ¿Desde entonces ha ido a peor?

R. La polarización cada vez es mayor y no solo es una ordinariez absoluta, sino un mecanismo para que no se pueda resolver ningún problema. La razón por la que mucha gente joven está rechazando el sistema es porque ese juego no resuelve los problemas. La vivienda no se va a resolver si no hay acuerdos entre comunidades, ayuntamientos y Gobierno central. Son juegos de niños pequeños, y da rabia que gente inteligente siga jugando a las canicas con esto. Las derechas están unidas contra el sanchismo; las que se llaman izquierdas, los antisanchistas que siguen diciendo que son socialistas y los que están a la izquierda de la izquierda deberían unirse en defensa de lo público, que está claramente amenazado, y hubieran debido aplaudir las políticas sociales del Gobierno.

P. Pero la lengua materna en el hemiciclo es el Twitter...

R. Y así no se resuelven los problemas. En esa guerra a muerte se pasa por encima de todo.

P. ¿Y tiene remedio?

R. Perfectamente, como lo de la televisión. Si se quiere, se puede. Pero ahora nada vale más que ganar un metro en la lucha electoral. Las batallas van encanallándose. Parece que importa más la victoria electoral que lo que se vaya a hacer con esa victoria. Igual que criticamos a la Iglesia por no mirar con los ojos abiertos la verdad de la pederastia, no entiendo que el PSOE no mire la verdad de sus pecados y el PP la de los suyos sin tener que esperar a que les metan el dedo en el ojo sus rivales.

P. En su libro El desorden político. Democracias sin intermediación, Ignacio Sánchez Cuenca señala a los medios como cooperadores necesarios en el caos de la política y habla del “sesgo confirmativo”, es decir, cuando la audiencia busca reafirmar sus propias ideas antes que informarse. ¿Eso lo ha provocado la oferta o la demanda?

R. Los medios de comunicación en España viven en pánico financiero. Meta se está comiendo su pastel publicitario. De ese pánico financiero se deriva la búsqueda de atajos para llegar a más gente, conseguir likes, fórmulas que les estabilicen económicamente... Los medios también participan de la carrera de la polarización. Cada vez hay más activismo periodístico, judicial, político..., pero, para mí, todo parte de esa preocupación por la competencia desleal de Meta, que se comenta menos.

P. De todas las amenazas —periodismo bufandero, inteligencia artificial, precariedad, la pérdida de ingresos publicitarios…— ¿cuál cree que es la más peligrosa ahora para el periodismo?

R. Al margen del tema económico, la pérdida de confianza y de credibilidad. La gente ha perdido confianza en la autoridad y en los medios.

P. Seguramente muchos periodistas habrán recurrido a usted —a los vídeos de la entrevista en 1995 a Felipe González y la pregunta sobre si había organizado los GAL o del 23-F— cuando han tenido crisis de fe. ¿Quién le devolvía a usted la ilusión por el oficio cuando empezaba a dejar de creer? ¿Con quién se confesaba?

R. La luz que más me iluminó fue cuando Gabriel García Márquez me dio el premio de periodismo en Monterrey [2008]. Yo estaba pasando una crisis muy profunda y allí me encontré con los directores de los periódicos más importantes de América Latina, gente vieja, escéptica, con mucha mili, pero que había decidido no avinagrar a la juventud. Esos días con gente mucho más quemada que yo, pero que había decidido no envenenarse con su propio escepticismo y volcarse en la gente joven me dieron mucha moral en un momento en el que estaba a punto de tirar la toalla.

P. ¿Qué había pasado antes?

R. Las guerras entre medios, entre compañeros. Yo eso lo llevaba muy mal. Pensé que no me merecía la pena levantarme por la mañana para ese juego de broncas.

P. ¿Aquella fue su última crisis de fe con el periodismo?

R. No, he tenido muchas más. He sido siempre un poco ingenuo. Siempre he creído que nuestro trabajo tenía que servir para algo. Cuando más se encarnizaban las guerras, menos me parecía que servía, porque automáticamente quedabas abducido por uno de los bandos en combate y, sin saberlo, eras una ametralladora más para el fuego. Hay gente que está a gusto ahí, yo floto mal.

P. ¿Ahora es más fácil, igual o más difícil dedicarse al periodismo? ¿Animaría a sus nietos a dedicarse a esta profesión?

R. Más difícil. Creo que todo se ha ido encanallando mucho y escapa las fronteras de España. Afecta a la convivencia. En ambientes difíciles, nuestros padres pelearon para avanzar y los jóvenes pelearán para avanzar. No los tengo que animar, sí evitar que se desesperen. En los años que llevo de periodista, esta profesión ha sido lo que todos querían ser y lo que nadie quería ser.

P. ¿Qué conversaciones, de todas las que le ha brindado esta profesión, recuerda hoy con más gratitud? ¿Quiénes le causaron mayor sorpresa, que es, probablemente, el mejor regalo que se le puede hacer a un periodista?

R. Muchas. Las primeras con los políticos de la Transición cuando ellos y nosotros éramos vírgenes y la conversación podía llevarte a sitios inesperados, cosa que ahora no pasa; las de Cuando ya no esté [serie de Movistar] con uno de los padres de Internet o un científico japonés que me habló de los robots del futuro... y la gente común. Las conversaciones con la gente común son muy interesantes porque no te sabes la respuesta.

P. Hace unos días, en un acto en el Congreso para conmemorar el 50 aniversario de la restauración de la monarquía, reivindicó el papel del que no había sido invitado, el rey Juan Carlos, en la Transición a la democracia. ¿Le ha sorprendido que escriba unas memorias y lo que dice en ellas, por ejemplo, sobre Franco?

R. Yo estoy muy enfadado con él. Elogio el tramo primero porque fui testigo: estaba en la embajada de México cuando le dio un abrazo a la viuda de Azaña; en Mauthausen, cuando llevó una corona de flores... Pero el hombre que ha vendido como gran bandera de su reinado la concordia se ha convertido en factor de discordia. Es el fracaso de una vida.

P. ¿Cuál sería su primera pregunta si pudiera entrevistarle mañana?

R. ¿Usted sabe lo que ha hecho? Es que yo creo que él no está entendiendo nada. Que él diga que Letizia ha perturbado a la familia es cómico. Pero les está haciendo un daño devastador.

P. Una encuesta reciente de 40dB. para EL PAÍS y la Cadena SER reveló que una cuarta parte de los jóvenes ve preferible en determinadas circunstancias un régimen autoritario. Casi la mitad desconocen cómo murió Lorca y en el electorado de Vox hay más simpatizantes que detractores del franquismo. ¿A qué atribuye que siga habiendo nostálgicos de la dictadura y sobre todo, nostálgicos que no la vivieron?

R. Los jóvenes partidarios del autoritarismo no saben lo que es. Lo que están haciendo es impugnar el sistema y eligiendo a la opción más radical. Hay un viento mundial que avanza en esa dirección y una ignorancia supina sobre el autoritarismo.

P. Nicolás Sartorius, cofundador de CC OO, diputado en la transición democrática, declaró recientemente que sentía que la gran obra de su vida y de todos los que participaron en aquella hazaña, es decir, la construcción de un estado social y de derechos, de bienestar, estaba siendo atacada y en serio riesgo.

R. Estoy de acuerdo con Nicolás. Se está vaciando el Estado de bienestar delante de nuestros ojos: la sanidad, la enseñanza pública... La conquista de nuestra vida, aquí y en Europa. Tendría que ponernos a todos en pie. Lo del hospital de Torrejón es la prueba del nueve. Y el día que comenzó la campaña electoral europea, en plena amenaza por todos los movimientos antieuropeos, Felipe González fue a El Hormiguero y no dijo ni una sola palabra sobre la Europa de su alma porque tenía que meterse con Sánchez. La guerra se ha enconado tanto que no vemos que, al margen de las cuitas personales, te están robando la cartera.