A esta hora exacta, las 03:49 del 22 de diciembre de 2015, se inicia en las islas Canarias el solsticio de invierno. Una hora y una fecha mágica para los hombres desde que aprendieron a mirar con ojos curiosos la inmensidad de los cielos y el paso de las estaciones y se dieron cuenta de que en esa fecha concreta la luz (el día) comenzaba a vencer, en su lucha anual repetida ciclo tras ciclo, a las tinieblas (la noche).
Los solsticios (del latín solstitium, sol sistere, Sol quieto) son los momentos del año en los que el Sol alcanza su mayor o menor altura aparente en el cielo, y la duración del día o de la noche son las máximas del año, respectivamente. Astronómicamente, los solsticios son los momentos en los que el Sol alcanza la máxima declinación norte (+23º 27’) o sur (−23º 27’) con respecto al ecuador terrestre.
En el solsticio de verano del hemisferio norte el Sol alcanza el cenit al mediodía sobre el trópico de Cáncer y en el solsticio de invierno alcanza el cenit al mediodía sobre el trópico de Capricornio. Ocurre dos veces por año: el 20 o el 21 de junio y el 21 o el 22 de diciembre de cada año. A lo largo del año la posición del Sol vista desde la Tierra se mueve hacia el Norte y hacia el Sur. La existencia de los solsticios está provocada por la inclinación del eje de la Tierra sobre el plano de su órbita.
En los días de solsticio, la duración del día y la altitud del Sol al mediodía son máximas (en el solsticio de verano) y mínimas (en el solsticio de invierno) comparadas con cualquier otro día del año. En la mayoría de las culturas antiguas se celebraban festivales conmemorativos de los solsticios.
En zonas templadas, las fechas de los solsticios son idénticas a las del paso astronómico de la primavera al verano y del otoño al invierno. Las fechas del solsticio de invierno y del solsticio de verano están invertidas en ambos hemisferios.
En el solsticio de diciembre, en especial en las culturas romana y celta, se festejaba el regreso del Sol. A partir de esta fecha los días empezaban a alargarse. Esto se atribuía a un triunfo del Sol sobre las tinieblas, que se celebraba con fogatas. Posteriormente la Iglesia católica decidió situar en esa misma fecha, el 25 de diciembre, la Natividad de Jesucristo, otorgándole el mismo carácter simbólico de renacer de la esperanza y de la luz en el mundo y corrigiendo así al mismo tiempo el significado de la festividad pagana previa, denominada Sol Invictus. Actualmente no coincide la fecha de la celebración religiosa con el solsticio de invierno debido a los diversos ajustes de calendario realizados.
El significado o interpretación de este evento ha variado en las distintas culturas del mundo, pero la mayoría de ellas lo reconoce como un período de renovación y renacimiento, que conlleva festivales, ferias, reuniones, rituales y otras celebraciones. En el 45 a. C., en el calendario juliano se estableció el 25 de diciembre como el solsticio de invierno de Europa. Había una diferencia entre el año civil (365,2500 días) y el año tropical (365,2422 días), y esa diferencia provocó que el solsticio astronómico no cayera siempre el mismo día, sino que se adelantara aproximadamente tres días cada cuatro siglos. En 1582, el papa Gregorio XIII decretó el cambio al nuevo calendario gregoriano, con lo que el solsticio de invierno (en el hemisferio norte) sucedía alrededor del día 21 de diciembre. Anualmente, en el calendario gregoriano el solsticio fluctúa ligeramente, pero a largo plazo (solo alrededor de un día cada 3000 años).
El solsticio ha sido siempre un momento especial del ciclo anual del año desde el Neolítico. Eventos astronómicos controlados en la antigüedad, como el apareamiento de los animales, la siembra de los cultivos y la medición de las reservas entre las cosechas de invierno muestran cómo las diferentes mitologías y las tradiciones culturales han surgido de los cálculos de estas fechas. Por ejemplo, en los monumentos arqueológicos de Stonehenge (Gran Bretaña) y Nueva Grange (Irlanda).
Los principales ejes de ambos monumentos parecen haber sido cuidadosamente alineados sobre una línea de vista que apunta a la salida del sol del solsticio de invierno (Nueva Grange) y la puesta del sol del solsticio de invierno (Stonehenge). Significativo respecto de Stonehenge es el hecho de que la Gran Trilithon se erigió desde el centro hacia el exterior del monumento, es decir, su buena cara plana se volvió hacia la salida del sol de pleno invierno.
El solsticio de invierno era importante porque las comunidades iban a ser privadas de muchas cosas durante el invierno, y tenían que estar preparados en los últimos nueve meses. El hambre era común en invierno, entre enero y abril, también conocida como «meses de la hambruna». En los climas templados, el festival de pleno invierno fue la última fiesta de celebración, antes del comienzo del invierno. La mayoría de los animales eran sacrificados para no tener que alimentarlos durante el invierno, por lo que prácticamente era el único momento del año para el suministro de carne fresca disponible. La mayoría de vino y cerveza durante la cosecha anual estaba finalmente fermentada y lista para beber en este momento. Lo más intenso de la observancia no siempre era en el día que comienza (a la medianoche o al amanecer), pero al comienzo de la era pre-románica, empezó a caer en la víspera anterior.
Incluso en las culturas modernas estas celebraciones son apreciadas emocionalmente porque representan algo que esperamos en el momento más oscuro del año. Este es en especial el caso para las poblaciones en las cercanías de las regiones polares del hemisferio. Los efectos de depresión psicológica del invierno en los individuos y las sociedades están en su mayoría vinculados a frío, cansancio, malestar, y la inactividad. Además, la falta de luz solar en los cortos días del invierno aumenta la secreción de melatonina en el cuerpo, empujando el ritmo circadiano de sueño a uno más largo. Ejercicio y terapia de luz pueden revitalizar el cuerpo de su calma temporada de invierno y aliviar la modorra por la disminución de la secreción de melatonina, el aumento de la serotonina y la creación de un patrón de sueño temporal.
Festivales y celebraciones de mitad de invierno que ocurren en la noche más larga del año, a menudo piden floración perenne, brillante iluminación, grandes fuegos artificiales, fiestas, la comunión con el prójimo, y por la noche, un esfuerzo físico por el baile y el canto son ejemplos de terapias culturales de invierno que han evolucionado como tradiciones desde el comienzo de la civilización. Estas tradiciones ayudan a revitalizar el conocimiento, evitar el malestar, reiniciar el reloj interno y reavivar el espíritu humano.
Pero dejemos para otro momento las definiciones técnicas y alegrémonos del revivir de la luz del día que creíamos vencida: ¡Feliz Navidad! ¡Feliz Solsticio! ¡Feliz Año Nuevo!
Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt
Pero dejemos para otro momento las definiciones técnicas y alegrémonos del revivir de la luz del día que creíamos vencida: ¡Feliz Navidad! ¡Feliz Solsticio! ¡Feliz Año Nuevo!
Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt
El Solsticio de Invierno en la cumbre de Gran Canaria
Entrada núm. 2546
elblogdeharendt@gmail.com
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"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)