Europa tiene que decidir qué papel quiere jugar en la nueva realidad mundial. Antes ser Europa era suficiente, hoy no, afirmaba [La UE, compromiso de todos. ABC, 11/5/2020] la eurodiputada y portavoz del PP en el Parlamento europeo, Dolors Montserrat.
"Los europeos nos enfrentamos a una situación inédita en nuestras vidas -comienza diciendo Montserrat-. Es la peor crisis en nuestro continente desde la Segunda Guerra Mundial: miles de vidas perdidas y millones de puestos de trabajo esfumados en apenas unas semanas. Perdemos la generación de nuestros padres y se trunca el futuro de nuestros hijos.
De las cenizas de 1945 Europa renació y lo hizo con una prodigiosa visión de futuro y con los firmes valores que representaban los Padres Fundadores de la Unión Europea, los Monnet, Adenauer, De Gasperi o Schuman. La conmoción de la guerra condujo al rechazo de los viejos nacionalismos y a la unión de los intereses económicos como paso previo a un encuentro entre comunidades. En las palabras que pronunció el entonces ministro de Asuntos Exteriores francés, Robert Schuman, un 9 de mayo de hace 70 años, hallamos el inicio del proyecto más ambicioso y exitoso de la Historia: la Unión Europea. En aquella Declaración había un llamamiento a aprender de las lecciones del pasado y a construir un futuro de libertad y solidaridad.
Aquella unión se fue perfeccionando, fue encontrando nuevos peligros y los superó prácticamente todos. No obstante, los últimos años han puesto realmente a prueba las instituciones comunitarias. La crisis financiera de 2008 puso en riesgo la moneda común, el euro. Generó una espiral de desconfianza entre el Norte y el Sur. Alimentó los populismos de todos los signos y uno de ellos golpeó a la Unión Europea donde más duele, haciendo reversible el proceso de integración con la salida del Reino Unido.
Pero nos sobrepusimos. El caso español fue paradigmático. Al borde de un rescate a la griega o a la portuguesa, el Gobierno de Mariano Rajoy y la sociedad sacaron adelante la economía española, con reformas y esfuerzo y pusimos a nuestro país en marcha de nuevo, sin victimismo, ni tentaciones euroescépticas -más allá de algún nacionalismo secesionista-.
Ahora esta pandemia es la primera crisis de la globalización y ha dado la vuelta al mundo en tan solos 115 días, poniéndonos a todos a prueba, no solo a la Unión Europea. Esta crisis imprevista produce una gran incertidumbre pero es una oportunidad obligatoria. Se lo debemos a la memoria de los miles de ciudadanos europeos que han fallecido. La solución no está en el enfrentamiento entre unos países y otros, sino en la unión. Este virus nos ha afectado a todos por igual sin distinciones y solo actuando como un «todo» podremos revisar nuestro proyecto y fortalecer la Unión Europea.
Si todo está cambiando, todo tiene que cambiar. Europa tiene que decidir qué papel quiere jugar en la nueva realidad mundial. Antes ser Europa era suficiente, hoy no. Los enfrentamientos entre EE.UU. y China después del Covid serán más duros, lo que genera una oportunidad protagonista para la UE. Europa posee algo que ninguno de estos dos países tiene: nuestros valores fundacionales. La libertad, la igualdad, la solidaridad y el progreso económico nos pueden dotar de mayor auctoritas y potestas para ser útiles y eficaces a nivel mundial.
Debemos revisar el espacio de las soberanías nacionales para ganar en una soberanía conjunta mayor. Por ello debemos hacer la transición de la era analógica a la digital, y Europa debe transformarse antes de que sea demasiado tarde y la brecha resulte insalvable. El Covid supone un acelerador de la nueva realidad.
Debemos reindustrializar Europa. Debemos apoyar a todos los sectores económicos. Hace años deslocalizamos nuestra producción industrial por sus costes pasando a depender de terceros países y, en momentos de crisis, lo hemos pagado muy caro. Debemos aprovechar el liderazgo de la UE en el mundo para luchar contra el cambio climático apostando por una economía circular y sostenible. Y si queremos una Europa unida necesitamos una educación común: es imprescindible recuperar la educación en el saber, que ha sido sustituida por la educación del acceder. El individuo, lejos de poseer el conocimiento, lo obtiene de unas plataformas que provocan un pensamiento acrítico, elevando a categoría de cierto aquello que en ellas se dice. Sea o no sea cierto.
Devolvamos a los ciudadanos el orgullo de pertenencia a la UE. Konrad Adenauer concluyó que «en aras de la paz y el progreso, tenemos que crear una Unión Europea, y así lo haremos». Y así fue. Hoy, nosotros los europeos, tenemos la obligación moral de cuidar ese legado y mejorarlo para las próximas generaciones. Firmemos un pacto de solidaridad entre generaciones para construir una Europa más moderna, más resiliente, más segura y más solidaria".
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