No suelo subir al blog comentarios escritos de políticos en activo. Ello no implica ninguna visión negativa de principio por mi parte, más bien mera prevención intelectual ante lo que dicen. Pero de vez en cuando hago excepciones, ya que como se dice sobre las "meigas" en la tierra de mis antepasados maternos y en estas islas del atlántico central, creer en ellas no creo, pero haberlas, haylas... Hoy hago una de esas excepciones con un artículo publicado hace unas semanas en El País por Pedro Saura, doctor en Economía, profesor titular en la Universidad de Murcia y portavoz de economía del grupo parlamentario socialista en el Congreso de los Diputados.
Dice Saura en su artículo que la desigualdad sigue pesando gravemente sobre el modelo de crecimiento económico español, y que es esa desigualdad la causa de su gran vulnerabilidad. Es verdad, comienza diciendo, cuando dice el PP que se han sentado las bases de un nuevo modelo de crecimiento; pero dicho modelo tiene como motor de crecimiento la desigualdad y el deterioro de la cohesión social. La desigualdad es la que explica, en gran parte, el aumento de los beneficios de las empresas y el motor que ha impulsado el aumento de las exportaciones. Pero la desigualdad es y será una de las vulnerabilidades más importantes del actual modelo económico, porque no se tiene la intención política de corregirla.
Para ocultar y encubrir la realidad, para que los ciudadanos no les descubran, narran y relatan el viejo dogma de que el crecimiento económico y del empleo terminará por mejorar los ingresos de las familias y las oportunidades de los jóvenes. Pero la crisis, su política económica y los nuevos cambios tecnológicos muestran que el viejo dogma ya no tiene sostén. Los datos ponen de manifiesto que este modelo de crecimiento no conlleva progreso social y no llega a la mayoría.
Permítanme que decodifique ese nuevo modelo. Los dos instrumentos que han utilizado para hacer de la desigualdad su elemento de competitividad y que forman parte del corazón de su política económica son, por una parte, la reforma laboral que actúa como elemento de presión a la baja de los salarios y de las condiciones de trabajo y, por otra parte, la política fiscal y presupuestaria que les permite realizar una redistribución inversa. Con una mano, modifican la estructura impositiva —subiendo los impuestos indirectos; bajando, poco antes de las elecciones, los impuestos directos— y con la otra mano, recortan el Estado del bienestar —el gasto social sigue perdiendo peso en el PIB. Es decir, transfieren bienestar de las rentas más bajas a las rentas más altas.
Los resultados del aumento de la desigualdad, también en la fase de recuperación, son contundentes. Esa es la novedad. España era uno de los países que en las recuperaciones más reducía la desigualdad. Las primeras evidencias no confirman esa relación, sino más bien la contraria.
Lo más criticable y con menos visión de futuro es que no tiene el Gobierno ninguna intención de cambiar la política económica, laboral y fiscal, para compensar a los perdedores y a los que han hecho posible la mejora de los datos macroeconómicos. En lo que llevamos de año todo el ajuste se ha realizado por el lado del gasto público. Las rentas de los trabajadores representan ahora tres puntos porcentuales menos del PIB que en 2008; mientras la de los empresarios ha aumentado en un punto porcentual. A la recuperación del Excedente Bruto Empresarial ha ayudado la reducción del impuesto de sociedades.
La desigualdad salarial, de renta, de riqueza, ha aumentado durante la crisis y lo continúa haciendo en la recuperación, a pesar de la caída de la tasa de paro. Eso es lo que expresa el índice de Gini salarial, de la renta per capita de los hogares, y de riqueza. En los años de la crisis, los salarios del 10% más pobre cayeron un 25%, caídas que afectaron a todos los trabajadores de las cuatro peores decilas; en la recuperación, entre 2013 y 2015, los salarios del 10% más rico crecen el doble que los salarios del 10% más pobre.
Y detrás de esta disminución de los salarios de los más pobres se encuentra el importante aumento de los contratos a tiempo parcial, concentrado en las decilas más bajas. En muchos casos, gracias a las reformas introducidas por el Gobierno en esta figura de contratación, se utiliza para ocultar y en algunos casos no retribuir, horas de trabajo. Pero estos trabajadores no quieren este tipo de empleo. El porcentaje de trabajadores a tiempo parcial que desearían hacerlo a tiempo completo ha pasado del 30% al 60%, el mayor aumento en la UE.
Sí, se puede hablar de trabajadores pobres: el 60% de las rentas de los más pobres de nuestro país, los situados en la última decila, procedente de los trabajadores y los desempleados, antes de las crisis era el 40%. Como consecuencia de las políticas del Gobierno, la desigualdad en la riqueza ha aumentado de forma significativa en los últimos años, acentuándose en la fase de recuperación, El 1% de los más ricos han pasado de poseer el 14% de la riqueza total de España en 2008 a tener el 20% de la misma en 2014.
En España, el modelo de distribución de la renta y la riqueza se ha roto desde que gobierna la derecha, concluye diciendo. Y ello es así porque se ha truncado, con la regulación laboral, el equilibrio entre trabajadores y empresarios, en favor de estos últimos; y porque la redistribución de la política fiscal y presupuestaria ha pasado a ser inversa.
Mariano Rajoy y Luis de Guindos (centro y derecha de la foto)
Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt