Entre los próximos 23 y 26 de mayo estamos llamados los ciudadanos europeos a elegir a nuestros representantes en el Parlamento de la Unión. Me parece un momento propicio para abrir una nueva sección del blog en la que se escuchen las opiniones diversas y plurales de quienes conformamos esa realidad llamada Europa, subiendo al mismo, de aquí al 26 de mayo próximo, al menos dos veces por semana, aquellos artículos de opinión que aborden, desde ópticas a veces enfrentadas, las grandes cuestiones de nuestro continente. También, desde este enlace, pueden acceder a la página electrónica del Parlamento europeo con la información actualizada diariamente del proceso electoral en curso.
En el sexto país más grande de la Unión Europea, la orientación sexual domina la política, escribe Bartosz T. Wielinski, jefe de la sección Internacional del periódico Gazeta Wyborcza, de Polonia. Creo que Polonia será un espacio libre de LGTB”, declaró una importante diputada del partido en el Gobierno, Ley y Justicia (PiS), recapitulando la consigna principal del bloque gobernante ante las próximas elecciones europeas.
Y bajo ningún concepto se trata de tolerar o incluir, sino de la estigmatización de la diferencia, algo que para los habitantes de Europa Occidental seguro que es difícil de entender. Ley y Justicia, contando con que conseguirán revertir la tendencia desfavorable en los sondeos, ha iniciado una persecución sin precedentes a las personas con otra orientación sexual, asustando a los polacos con el pernicioso impacto de la “propaganda LGTB” en los jóvenes: “Quitad las manos de nuestros niños”, tronaba el líder del partido Jaroslaw Kaczynski. La ola de comentarios homofóbicos inundó los medios de comunicación y las redes sociales, y los políticos del partido cuidaron que no decayese, echando constantemente leña al fuego de la propaganda. Así, por ejemplo, el viceministro de Justicia Patryk Jaki, que se postula en las elecciones con la lista común del PiS, afirmó que “luchará para que el Parlamento Europeo no se ocupe de “los asuntos LGTB”. Y la diputada del PiS Elzbieta Kruk declaró que Polonia tiene que ser un espacio libre de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales (así se traduce la abreviatura LGTBI).
Esas palabras no solo suscitan asociaciones históricas. En Chechenia, por nombrar una región libre del colectivo LGTBI, el presidente Ramzán Kadírov encierra a los gais en campos de concentración. A las palabras de Kruk, el partido no ha reaccionado de ninguna forma.
El PiS tiene un problema, pues sobrecargado con sucesivos escándalos, puede perder el poder este año. En 2015 las elecciones se celebraron durante el punto álgido de la crisis migratoria, y alcanzó el poder, entre otras cosas, gracias a la campaña contra los refugiados, afirmando que Polonia corría el riesgo de ser invadida por terroristas musulmanes. En aquel entonces, Kaczynski consideró también que los inmigrantes de Asia podían traer a Polonia “gérmenes y parásitos”. Hoy, de forma análoga, ladra contra las personas con otra orientación sexual.
La decisión de las nuevas autoridades de Varsovia —surgidas de la oposición al Gobierno del PiS— de adoptar la denominada Declaración LGTB+ ha sido el pretexto para la campaña.
En ella, las autoridades municipales se comprometen a defender los derechos de las minorías sexuales, así como a enseñar a los niños tolerancia en las escuelas y hacerlos conscientes de su sexualidad, amén de advertirles de la amenaza de los pedófilos. En Occidente, este tipo de iniciativas son el estándar. En cambio, el PiS redujo el programa varsoviano a la consigna de “enseñar cómo masturbarse en las escuelas”, y comenzó su ofensiva contra las minorías sexuales. La lucha contra el colectivo LGTBI se aceleró cuando el vicepresidente de Varsovia, que no oculta su orientación homosexual, dijo en una entrevista que quisiera que en Polonia se legalizase el matrimonio de personas del mismo sexo, quienes, a largo plazo, podrían también adoptar niños.
Las siglas LGTB, en manos de los ideólogos del partido, respaldados por los medios de comunicación públicos subordinados al PiS, se han convertido en el símbolo de la desviación y el colapso de la Unión Europea. Se podría decir abiertamente que, en este caso, los políticos de la derecha polaca hablan el mismo idioma que los secuaces del presidente de Rusia, Vladímir Putin, quienes desde hace años luchan ferozmente contra todas las minorías sexuales.
Lo curioso es que el PiS calla sobre las cada vez más importantes acusaciones a los obispos polacos de ocultar los casos de pedofilia en el seno de la Iglesia.
¿Funcionará esta estrategia? Probablemente no, y seguro que no como la campaña de odio a los refugiados de 2015. Tras el inicio de los ataques al colectivo LGTBI los sondeos no han mejorado. La distancia entre la Coalición Europea, la unión de un amplio espectro de partidos políticos proeuropeístas y el PiS disminuye. Y la dirección del partido está cada vez más nerviosa.
Los polacos, a pesar de su Gobierno, son una sociedad tolerante, ilustrada y proeuropea. A pesar de los pesares, esa es la buena noticia que proviene de Polonia.
En el sexto país más grande de la Unión Europea, la orientación sexual domina la política, escribe Bartosz T. Wielinski, jefe de la sección Internacional del periódico Gazeta Wyborcza, de Polonia. Creo que Polonia será un espacio libre de LGTB”, declaró una importante diputada del partido en el Gobierno, Ley y Justicia (PiS), recapitulando la consigna principal del bloque gobernante ante las próximas elecciones europeas.
Y bajo ningún concepto se trata de tolerar o incluir, sino de la estigmatización de la diferencia, algo que para los habitantes de Europa Occidental seguro que es difícil de entender. Ley y Justicia, contando con que conseguirán revertir la tendencia desfavorable en los sondeos, ha iniciado una persecución sin precedentes a las personas con otra orientación sexual, asustando a los polacos con el pernicioso impacto de la “propaganda LGTB” en los jóvenes: “Quitad las manos de nuestros niños”, tronaba el líder del partido Jaroslaw Kaczynski. La ola de comentarios homofóbicos inundó los medios de comunicación y las redes sociales, y los políticos del partido cuidaron que no decayese, echando constantemente leña al fuego de la propaganda. Así, por ejemplo, el viceministro de Justicia Patryk Jaki, que se postula en las elecciones con la lista común del PiS, afirmó que “luchará para que el Parlamento Europeo no se ocupe de “los asuntos LGTB”. Y la diputada del PiS Elzbieta Kruk declaró que Polonia tiene que ser un espacio libre de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales (así se traduce la abreviatura LGTBI).
Esas palabras no solo suscitan asociaciones históricas. En Chechenia, por nombrar una región libre del colectivo LGTBI, el presidente Ramzán Kadírov encierra a los gais en campos de concentración. A las palabras de Kruk, el partido no ha reaccionado de ninguna forma.
El PiS tiene un problema, pues sobrecargado con sucesivos escándalos, puede perder el poder este año. En 2015 las elecciones se celebraron durante el punto álgido de la crisis migratoria, y alcanzó el poder, entre otras cosas, gracias a la campaña contra los refugiados, afirmando que Polonia corría el riesgo de ser invadida por terroristas musulmanes. En aquel entonces, Kaczynski consideró también que los inmigrantes de Asia podían traer a Polonia “gérmenes y parásitos”. Hoy, de forma análoga, ladra contra las personas con otra orientación sexual.
La decisión de las nuevas autoridades de Varsovia —surgidas de la oposición al Gobierno del PiS— de adoptar la denominada Declaración LGTB+ ha sido el pretexto para la campaña.
En ella, las autoridades municipales se comprometen a defender los derechos de las minorías sexuales, así como a enseñar a los niños tolerancia en las escuelas y hacerlos conscientes de su sexualidad, amén de advertirles de la amenaza de los pedófilos. En Occidente, este tipo de iniciativas son el estándar. En cambio, el PiS redujo el programa varsoviano a la consigna de “enseñar cómo masturbarse en las escuelas”, y comenzó su ofensiva contra las minorías sexuales. La lucha contra el colectivo LGTBI se aceleró cuando el vicepresidente de Varsovia, que no oculta su orientación homosexual, dijo en una entrevista que quisiera que en Polonia se legalizase el matrimonio de personas del mismo sexo, quienes, a largo plazo, podrían también adoptar niños.
Las siglas LGTB, en manos de los ideólogos del partido, respaldados por los medios de comunicación públicos subordinados al PiS, se han convertido en el símbolo de la desviación y el colapso de la Unión Europea. Se podría decir abiertamente que, en este caso, los políticos de la derecha polaca hablan el mismo idioma que los secuaces del presidente de Rusia, Vladímir Putin, quienes desde hace años luchan ferozmente contra todas las minorías sexuales.
Lo curioso es que el PiS calla sobre las cada vez más importantes acusaciones a los obispos polacos de ocultar los casos de pedofilia en el seno de la Iglesia.
¿Funcionará esta estrategia? Probablemente no, y seguro que no como la campaña de odio a los refugiados de 2015. Tras el inicio de los ataques al colectivo LGTBI los sondeos no han mejorado. La distancia entre la Coalición Europea, la unión de un amplio espectro de partidos políticos proeuropeístas y el PiS disminuye. Y la dirección del partido está cada vez más nerviosa.
Los polacos, a pesar de su Gobierno, son una sociedad tolerante, ilustrada y proeuropea. A pesar de los pesares, esa es la buena noticia que proviene de Polonia.