viernes, 10 de marzo de 2023

De la prudencia como cobardía

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz sábado. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, del analista político Wolfgang Münchau, va de la prudencia como cobardía. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.
harendt.blogspot.com








Prepárense para una decepción
WOLFGANG MÜNCHAU
06 MAR 2023 - El País
harendt.blogspot.com

¿Qué pasará si perdemos? O más bien, ¿qué pasará si la guerra acaba con una resolución que los ucranios y la mayoría de los occidentales consideramos insatisfactoria? La mayoría de las guerras no terminan con una victoria clara de uno de los bandos. Esta podría ser una de ellas.
Últimamente ha habido un cambio en las opiniones expresadas en las capitales europeas sobre el desenlace de la guerra. En estos momentos, Washington, Berlín y Londres comparten la previsión de que el conflicto se prolongará varios años. Ninguno de los contendientes tiene la superioridad necesaria en cuanto a soldados y equipo para infligir una derrota decisiva al otro.
Basta comparar esta valoración con la euforia del año pasado. Recuerdo que un general estadounidense retirado afirmaba que Ucrania gozaba de un impulso irreversible. La verdad es que incluso los expertos militares saben menos de lo que creen. Jugar a predecir el resultado de la guerra no tiene sentido. Que acabe en tablas es, por supuesto, solo uno de los varios escenarios posibles. Pero no es descabellado.
La razón más evidente por la que las expectativas occidentales han cambiado tanto es el fracaso generalizado a la hora de acordar objetivos bélicos precisos. Yo conozco al menos cuatro. El objetivo máximo es un cambio de régimen. Cuando Gordon Brown escribe que debemos a los ucranios el poner a Vladímir Putin ante un tribunal de crímenes de guerra, está pidiendo exactamente eso. ¿Cómo si no podríamos llevar a Putin a La Haya? Está claro que no vamos a secuestrarlo. Un tribunal de crímenes de guerra exigiría un golpe de Estado en Moscú y un nuevo Gobierno ruso dispuesto a extraditar a Putin. Algunos políticos europeos están de acuerdo con este objetivo. Olaf Scholz y Emmanuel Macron seguramente no.
El segundo, también ambicioso, pero menos extremo, es expulsar a Rusia de todos los territorios ucranios ocupados, incluida Crimea, que se anexionó en 2014.
El tercer propósito, más limitado, sería volver a las fronteras del 23 de febrero de 2022, el día antes de que Putin empezara la invasión del año pasado.
El canciller alemán Olaf Scholz ni siquiera se atreve a dar su apoyo a esto. Se limita a decir que Rusia no debe ganar. Con ello da a entender que está dispuesto a conformarse con menos, y este es el objetivo número cuatro: un compromiso turbio. Por ahora, la ambigüedad es lo que mantiene unida a la alianza occidental. Pero la ambigüedad tiene un precio terrible. Nos dividirá cuando se acerquen las fases finales de la guerra.
En vez de un objetivo unificado, tenemos líneas rojas. La más roja de todas es que no queremos enfrentarnos directamente a Rusia. Estados Unidos, el Reino Unido y Alemania no quieren enviar aviones de combate por esta razón. Los cazas van acompañados de personal de apoyo que tendría que operar desde bases aéreas ucranias. Esto situaría a Occidente un paso más cerca del enfrentamiento militar directo con Rusia.
En segundo lugar, los europeos solo pueden mandar el equipamiento militar que tienen, menos el que necesitan. Y el que tienen es mucho menos del que las cifras oficiales dan a entender. Muchos países europeos, entre ellos Alemania, Italia y España, han escatimado en sus presupuestos de defensa. Una gran parte de los tanques Leopard 2 y de los aviones Eurofighter no funcionan. En vez de comprar piezas de repuesto, Alemania ha canibalizado el material que tenía arrancando piezas de unos tanques para reparar otros.
En tercer lugar, ningún país europeo quiere que se considere que actúa solo, por temor a convertirse en objetivo de Rusia. Cuando Scholz accedió por fin a mandar los Leopard 2 a Ucrania, le costó conseguir que otros líderes europeos contribuyeran también. En las capitales europeas se hicieron de antemano muchas declaraciones de buena voluntad sobre el envío de carros. Si acaso, Scholz actuará en el futuro incluso con más cautela que en el pasado.
Lo que también está empezando a ocurrir ahora es que el apoyo de la opinión pública al suministro de armas a Ucrania se está debilitando. En Alemania desde luego. Una encuesta reciente muestra que el 33% de los entrevistados se declara a favor de seguir apoyando militarmente a Ucrania, mientras que el 49% se opone a ello.
El entusiasmo por seguir ayudando a Ucrania es mayor en Estados Unidos, pero también está perdiendo fuerza. Una consulta realizada recientemente indica que el 48% de los estadounidenses son partidarios de la entrega de armas, frente a un 29% que se opone. En mayo de 2022, el porcentaje de estadounidenses que la apoyaban era del 60%. Los demócratas suelen estar más a favor del apoyo militar y financiero a Ucrania, mientras que los republicanos tienden a oponerse. No debemos dar por sentado que la ayuda estadounidense a Ucrania sobreviva a la campaña electoral de 2024.
Si Estados Unidos redujera su apoyo, también lo haría Alemania. Las piezas de dominó caerían. Esta es la apuesta de Putin. Un conflicto largo es lo que más le conviene.
Esta es mi hipótesis de cómo podría terminar esta guerra. Se trata de un escenario, no de un pronóstico: la guerra de trincheras continuará y la contraofensiva ucrania tendrá éxito, pero solo parcial. Un Occidente aquejado de déficit de atención acabará por perder aguante porque la política se entrometerá. Aumentará la presión para lograr un acuerdo de paz que garantice a Ucrania la independencia y la devolución de la mayor parte de sus territorios, pero no de todos. Ucrania no se convertirá en miembro de la OTAN. La Unión Europea ayudará a reconstruir el país y le ofrecerá una relación estrecha, pero sin llegar a la integración plena. Putin seguirá en el poder. No habrá tribunal de crímenes de guerra. Se levantarán las sanciones, pero para entonces Rusia y China habrán formado una alianza estratégica económica y militar. Putin seguirá adelante con su siguiente proyecto: la anexión de Bielorrusia.
¿Les parece una hipótesis poco razonable? Si creen que no lo es, pregúntense qué consecuencias tendrá para Occidente, para la cohesión de la Unión Europea y para la alianza trasatlántica. Prepárense para una decepción.


























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