Durante las próxima semanas voy a intentar unir en una misma entrada algunos de los más bellos sonetos en lengua española y de mis pinturas clásicas favoritas. Espero que sean de su agrado. Hoy dedico la entrada al poeta Antonio Ros de Olano y su soneto La soledad lo aborta sin destino, y al pintor Rogier van der Weyden y su cuadro El descendimiento. Disfruten de ambos.
Antonio Ros de Olano
LA SOLEDAD LO ABORTA SIN DESTINO
La soledad lo aborta sin destino
sobre el páramo inmenso del desierto,
a su presencia duélese el mar muerto
y gime triste el campo palestino.
Con polvorosa crin borra el camino
y a su bochorno el caminante incierto
el cuerpo tiende, el hábito cubierto
del raudo y abrasante remolino.
¡Pasó!... y el tigre bota en la candente
arena en que el león ruge erizado
y silba y se retuerce la serpiente...
¡Pasó!... y en la quietud del despoblado
la ciudad solitaria del Oriente
llora con el Profeta su pecado.
Rogier van der Weyden
Rogier van der Weyden (1400-1464) fue un pintor primitivo flamenco. Formado en el taller de Robert Campin, en 1435 fue nombrado pintor de la ciudad de Bruselas. Aunque gozó de considerable prestigio en vida y fue uno de los más influyentes artistas de su tiempo, no se conocen pinturas firmadas ni existe documentación precisa sobre contratos o recibos de pago que permitan asignarle con entera certeza ninguna obra. Las atribuciones se han hecho tomando como punto de partida tres tablas (Tríptico de Miraflores, Descendimiento del Museo del Prado y Calvario del Monasterio de El Escorial) relacionadas de antiguo con Van der Weyden y de las que se puede seguir el rastro hasta los siglos XV o XVI. Capaz de crear apariencia de vida gracias a la extraordinaria minuciosidad con que aborda los detalles menudos, como las lágrimas que escurren por las mejillas, los bordados de un tejido o la sombra de las barbas mal afeitadas, Van der Weyden rompe en su pintura con los límites entre lo real y lo esculpido al situar a sus figuras en espacios con frecuencia inverosímiles o irreales, con escalas contrarias a la lógica y, sin embargo, intensamente emotivas y de gran fuerza estética por la armonía de sus composiciones.
Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt
El descendimiento (1435). Museo del Prado, Madrid
El descendimiento de la cruz es considerada la obra maestra del pintor flamenco Rogier van der Weyden. Es un óleo sobre tabla, pintado con anterioridad al año 1443, probablemente hacia 1435. Mide 220 cm de alto y 262 cm de ancho y se exhibe actualmente en el Museo del Prado de Madrid, como depósito de Patrimonio Nacional. Es conocido, generalmente, como El descendimiento. Les invito a disfrutar del interactivo que el Museo del Prado le dedica a esta pintura en el enlace de más arriba. Es una de mis visitas obligadas junto a la Eva de Durero, La Anunciación de Fra Angélico o Las hilanderas de Velázquez, cuando recalo en el Prado.
Este cuadro es la sección central de un tríptico pintado por Rogier van der Weyden como encargo de la guilda o gremio de los ballesteros de Lovaina, para la capilla de Onze Lieve Vrouw van Ginderbuiten (Nuestra Señora Extramuros). En honor a dicho gremio, el artista incluyó diminutas ballestas en los ángulos de la composición. En la iglesia de Lovaina estuvo El Descendimiento durante más de cien años. La regente de los Países Bajos María de Hungría, reputada coleccionista y hermana de Carlos V, llegó a un acuerdo de canje con los responsables del templo: obtuvo la pintura original a cambio de un órgano valorado en 1500 florines y una réplica del Descendimiento pintada por Michel Coxcie. Conforme está acreditado documentalmente por Vicente Álvarez, en el año 1549 el cuadro ya estaba en poder de María de Hungría. Durante un viaje realizado por los Países Bajos lo vio el príncipe Felipe de España, quien lo adquirió de su tía y en 1555 se lo llevó a España.
Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt