La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial.
Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos.
Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación?
Continúo hoy la serie de Píldoras literarias con el titulado Padre nuestro que estás en el cielo, de José Leandro Urbina, escritor chileno, nacido en Santiago que en 1974 se trasladó a Buenos Aires donde residió hasta 1977 y de allí emigró a Canadá y Estados Unidos, donde se doctora en la Universidad Católica de América en Washington, D.C., en Literatura Latinoamericana. Sus intereses en la literatura colonial y en la relación entre la historia, la literatura y la política han definido su perfil intelectual y creativo. En el año 2005 volvió a Chile. Gran parte de sus cuentos, y novelas han sido publicados en revistas y antologías y traducidos a diversos idiomas. Les dejo con su
PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN EL CIELO
por
José Leandro Urbina
Mientras el sargento interrogaba
a su madre y su hermana,
el capitán se llevó al niño,
de una mano, a la otra pieza...
- ¿Dónde está tu padre? - preguntó
- Está en el cielo - susurró él.
- ¿Cómo? ¿Ha muerto? -
preguntó asombrado el capitán.
- No - dijo el niño -.
Todas las noches baja del cielo
a comer con nosotros.
El capitán alzó la vista y descubrió
la puertecilla que daba al entretecho.
FIN
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