jueves, 14 de junio de 2018

[MUSAS] Hoy, con Javier de Bengoechea, Gustave Courbet y Léo Delibes



Las Musas (Bertel Thorvaldsen, 1770-1844)


Decía Walt Whitman que la poesía es el instrumento por medio del cual las voces largamente mudas de los excluidos dejan caer el velo y son alcanzados por la luz; Gabriel Celaya, que era un arma cargada de futuro; Harold Bloom,  que si la poesía no podía sanar la violencia organizada de la sociedad, al menos podía realizar la tarea de sanar al yo; y George Steiner añadía que el canto y la música son simultáneamente, la más carnal y la más espiritual de las realidades porque aúnan alma y diafragma y pueden, desde sus primeras notas, sumir al oyente en la desolación o transportarlo hasta el éxtasis, ya que la voz que canta es capaz de destruir o de curar la psique con su cadencia. Por su parte, Johann Wolfgang von Goethe afirmaba que cada día un hombre debe oír un poco de música, leer una buena poesía, contemplar un cuadro hermoso y si es posible, decir algunas palabras sensatas, a fin de que los cuidados mundanos no puedan borrar el sentido de la belleza que Dios ha implantado en el alma humana. Todas las anteriores me parecen razones más que suficientes para retomar la publicación, con un formato diferente, de la serie de entradas del blog dedicadas al tema de España en la poesía española contemporánea que tan buena acogida de los lectores del tuvo hace ya unos años. Grandes poetas contemporáneos españoles, poetas del exilio exterior e interior, pero españoles todos hasta la médula, que cantaron a su patria común, España, desde el corazón y la añoranza. Poemas a los que acompaño con algunas de las más bellas arias de la historia de la ópera y de algunos de los desnudos más hermosos de la pintura universal. 

Subo hoy a Desde el trópico de Cáncer al poeta Javier de Bengoechea, con su poema Suene tu nombre; al pintor Gustave Courbet, con su cuadro El origen del mundo; y al compositor Léo Delibes, con el aria Où va la jeune hindoue?, de su ópera Lakmé. 

Javier de Bengoechea (1919-2009) nació en Bilbao. Abogado de profesión. Sus tres pasiones fueron los toros, el arte y la poesía. A la primera pudo dedicar sus críticas taurinas bajo el seudónimo Tabaco y Oro. Al arte entregó sus esfuerzos como director del Museo de Bellas Artes de Bilbao, en medio de las estrecheces de los años setenta. Y con sus poemas entró en el selecto grupo de la mejor poesía vasca de la posguerra, que encabezaron Blas de Otero, Gabriel Celaya, Gabriel Aresti y Ángela Figuera. La poesía de Bengoechea consiguió el reconocimiento con sus dos primeros libros, que vieron la luz en la primera mitad de la década de los cincuenta del siglo XX. Con Habitada claridad logró el accésit del Premio Adonais en 1950. Con Hombre en forma de elegía repitió con ese mismo galardón cinco años más tarde. En 1959 publicó Fiesta nacional y se abrió una larga etapa sin publicar, sólo interrumpida en 1994 con la edición de un libro sobre pintura. Nunca dejó de escribir poesía, pero no quiso que su obra llegara al público. Amigo de Blas de Otero, eligió retirarse ante el auge de la poesía social en la España de mediados del siglo XX. En el acto de presentación de su obra completa, Bengoechea explicó el sentido del verso que hablaba del deber de escribir poesía "para todos y hacerlo a gritos". "La poesía social era heroica en aquellos tiempos", dijo. "La sinceridad era vista con recelo. Yo sentía la causa, pero no la forma de hacer poesía". A lo largo del viaje, una obra recopilada por el escritor José Fernández de la Sota, incluye tres poemarios que estaban inéditos: Pastiches, divertimentos y otras melancolías (1974-1994), Del corazón y sus asuntos (1978-2005) y Hojas sueltas (1979-2005). Les dejo con su poema. 


SUENE TU NOMBRE

Digo tu nombre, España.
(Sílabas rumorosas
temblando entre mis labios,
corazón en la boca.

Nombre en desuso, bello
como una caracola.
España, resonancia
terca, maravillosa).

España, te pronuncio
y me suenas a sombra,
a campana en la niebla
cerrada de la historia.

España, España, España,
y otra vez, y otra, y otra,
toquemos a rebato
para que Dios nos oiga.



Gustave Courbet (1818-1877) fue un pintor francés, fundador y máximo representante del realismo, y comprometido activista republicano, cercano al socialismo revolucionario. Estudió en la Academia Suisse la obra de los principales representantes de las escuelas flamenca, veneciana y holandesa de los siglos XVI y XVII. El realismo de Courbet, fuertemente influido por los ambientes revolucionarios del siglo XIX, era una protesta contra la estéril pintura academicista y los motivos exóticos del Romanticismo. En 1855 expuso algunas de sus obras en el Palacio de las Artes de la Exposición Universal de París, pero al ver el rechazo del jurado hacia algunos de sus cuadros decidió inaugurar una exposición individual ubicada en las proximidades del campo de Marte, a la que bautizó con el nombre de "Pabellón del Realismo". Esta iba a convertirse en una de las primeras muestras de autonomía e independencia artística del siglo, abriendo una vía para las iniciativas de difusión gestionadas por los propios artistas. Tuvo fama de arrogante y efectista; afirmaba que «si dejo de escandalizar, dejo de existir». Algunos le achacaban que provocaba escándalos sólo para entretener a las clases biempensantes y que, en realidad, su arte se mantenía fiel a cierta exquisitez formal. Sin embargo, otras voces como Delacroix lamentaban que Courbet malgastaba su habilidad, al elegir temas sin un contenido «elevado» y no «cribar» de ellos muchos detalles «innecesarios». 

"El origen del mundo" es una de las pinturas más osadas de la Historia del Arte. Cabe imaginar el escándalo que supuso su aparición en la sociedad parisina de 1866. Courbet retrata en primerísimo plano un pubis, sin que veamos el rostro ni el resto del cuerpo de la modelo. Difícil admirar este cuadro en el Museo d'Orsay de París sin turbarse o ruborizarse, pues nos hace sentir incómodos, comos unos voyeurs que están contemplando algo privado, íntimo. Fue encargado por el diplomático turco-egipcio Khalil-Bey, que reunió una colección de arte dedicada al cuerpo femenino, antes de arruinarse con el juego. Entró en el museo parisino en 1995. Courbet no matiza de ninguna manera el sexo femenino, protagonista absoluto del lienzo. Su pincelada amplia y sensual, así como la utilización del color, remiten a la pintura veneciana de maestros como Tiziano y Veronés.




El origen del mundo, de Gustave Courbet (1886)


Léo Delibes (1836-1891) fue un compositor romántico francés, recordado por sus ballets Sylvia y Coppélia y por su ópera Lakmé. Comenzó sus estudios de composición en el Conservatorio de París en 1847. Alcanzó verdadera fama en 1870 con el éxito de su ballet Coppélia. Delibes también compuso varias óperas, la última de las cuales, la exuberante y orientalizante Lakmé, fue estrenada en la Opéra-Comique en 1883. Delibes es recordado como un maestro de la tradición musical francesa, ligera y melodiosa. 

Lakmé es una ópera en tres actos con música de Léo Delibes y libreto en francés de Edmond Gondinet y Philippe Gille, basado en la novela Rarahu ou Le Mariage (Rarahu o El matrimonio), de Pierre Loti (1880). Su estreno mundial tuvo lugar en el Teatro de la Opéra-Comique, en París, en 1883. Delibes escribió la partitura entre 1881 y 1882. Ambientada en la India Británica de mediados del siglo XIX. Narra el amor imposible de un oficial británico y la hija de un sacerdote de Brahma. Contiene, entre muchos números deslumbrantes, el famoso número de lucimiento para soprano "Où va la jeune hindoue?", interpretado por la soprano francesa Natalie Dessay, que pueden ver en el vídeo de más abajo.



Natalie Dessay, en Lakmé




Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




HArendt






Entrada núm. 4477
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Estoy cansado de que me habléis del bien y la justicia; por favor, enseñadme, de una vez para siempre, a realizarlos (G.W.F. Hegel)

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