viernes, 24 de febrero de 2017

[Cuentos para la edad adulta] Hoy, con "Una lección de humildad", de James Baldwin






El cuento, como género literario, se define por ser una narración breve, oral o escrita, en la que se narra una historia de ficción con un reducido número de personajes, una intriga poco desarrollada y un clímax y desenlace final rápidos. Durante los próximo meses voy a traer hasta el blog algunos de los relatos cortos más famosos de la historia de la literatura universal. Obras de autores como Philip K. Dick, Franz Kafka, Herman Melville, Guy de Maupassant, Julio Cortázar, Alberto Moravia, Juan Rulfo, Jorge Luis Borges, Edgar Allan Poe, Oscar Wilde, Lovecraft, Jack London, Anton Chejov, y otros. 

Continúo hoy la serie de Cuentos para la edad adulta con el titulado Una lección de humildad, de James Baldwin (1924-1987) escritor estadounidense, ardoroso activista  pro-derechos civiles de los negros. Los temas principales de sus obras son el racismo y la sexualidad en los Estados Unidos de mediados del siglo XX. Sus novelas exploran de un modo personal los temas de la identidad colectiva de negros, homosexuales y minorías mucho antes de que la igualdad social, cultural y política de estos grupos se hubiera logrado en su país. Pasó la mayor parte de su vida en Francia. En 1957 volvió a Estados Unidos para participar en el movimiento por los derechos civiles, donde conoció a los activistas Medgar Evers, Martin Luther King y Malcolm X. Algunos de sus ensayos son considerados como obras de referencia. Les dejo con su relato.


Una lección de humildad
por
James Baldwin

Cierto día el califa Harun al Raschid organizó un gran banquete en el salón principal de palacio.

Las paredes y el cielo raso brillaban por el oro y las piedras preciosas con las que estaban adornados. Y la gran mesa estaba decorada con exóticas plantas y flores Allí estaban los hombres más nobles de toda Persia y Arabia. También estaban presentes como invitados muchos hombres sabios, poetas y músicos.

Después de un buen tiempo de transcurrida la fiesta, el califa se dirigió al poeta y le dijo:

-Oh, príncipe hacedor de hermosos poemas, muéstranos tu habilidad, describe en versos este alegre y glorioso banquete.

El poeta se puso de pie y empezó con estas palabras:

-¡Salud!, oh califa, y goza bajo el abrigo de vuestro extraordinario palacio.

-Buena introducción -dijo Raschid-. Pero permítenos escuchar más de tu discurso.

El poeta prosiguió:

-Y que en cada nuevo amanecer te llegue también una nueva alegría. Que cada atardecer veas que todos tus deseos fueron realizados.

-¡Bien, bien! Sigue pues con tu poema.

El poeta se inclinó ligeramente en señal de agradecimiento por tan deferentes palabras del califa y prosiguió:

-¡Pero cuando la hora de la muerte llegue, oh mi califa, entonces, aprenderás que todas las delicias de la vida no fueron más que efímeros momentos, como una puesta de sol.

Los ojos del califa se llenaron de lágrimas, y la emoción ahogó sus palabras. Cubrió su rostro con las manos y empezó a sollozar.

Luego, uno de los oficiales que estaba sentado cerca del poeta alzó la voz:

-¡Alto! El califa quiso que lo alegraran con cosas placenteras, y tú le estás llenando la cabeza con cosas muy tristes.

-Deja al poeta solo –dijo Raschid-. Él ha sigo capaz de ver la ceguera que hay en mí y trata de hacer que yo abra los ojos.

Harun al Raschid (Aaron el Justo), fue el más grande de los califas de Bagdad. Se puede encontrar más historias sobre él en ese maravilloso libro conocido como Las mil y una noches.

FIN






Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





HArendt



Entrada núm. 3337
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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)