Y es que me importan un huevo y la mitad del otro el ir contracorriente y el lenguaje políticamente correcto... Detesto el nacionalismo: el cáncer de Europa, lo han llamado. Detesto el nacionalismo canario, el catalán, el vasco, el gallego, el andaluz, el extremeño, el español, el finlandés, el francés, el alemán, el británico, el lituano, el maltés, el padano, el serbocrata..., y el madrileño; sí, el madrileño también... Mi reacción de aquel día venía motivada, lo que son las cosas, por un partido de fútbol: ¿Qué coño pintaban esas miles de banderas nacionales españolas flameando en Mestalla durante la final de la Copa del Rey de unos días antes -me preguntaba- entre el Real Madrid C.F. y el Barcelona F.C.? ¿Qué creían esos zafios e ignorantes energúmenos que las enarbolaban, que la final era un partido internacional entre un equipo español y otro de las antípodas? ¿Pensaban acaso que más allá de la M-40 que circunvala la metrópoli madrileña todo es "tierra conquistada" y que España es solo el territorio y las gentes que rodea esa autovía? ¿Recuerdan ustedes que la en aquellos tiempos presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, doña Esperanza Aguirre, tildó de "empresa extranjera" a la catalana Gas Natural cuando pretendió comprar la "española" Endesa?
En el mismo sentido, pero en dirección contraria, me parece enormemente clarificador el artículo del historiador Antonio Elorza que publica el 28 de junio El País, y que lleva el título de España contra Cataluña, en el que critica por su parcialidad, el congreso de historiadores promovido por la Generalidad de Cataluña, con ese mismo lema.
Si el ánimo persiste sostenido, les invito a leer este otro artículo, publicado en el número de octubre de 2008 en "Revista de Libros" por el profesor Félix Ovejero Lucas, que lleva el título de El rayo que no cesa, y en el que comentaba el libro del también profesor Roberto L. Blanco Valdés titulado "La aflicción de los patriotas" (Alianza, Madrid, 2008). Les aseguro que no ha perdido ni un ápice de su actualidad. Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt