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jueves, 27 de febrero de 2020

[ARCHIVO DEL BLOG] La ratonera. (Publicada el 20 de agosto de 2009)



Soldados de la OTAN en Afganistán, 2009


Afganistán vota hoy en unas elecciones presidenciales que casi con toda probabilidad no van a resolver nada ni van a servir para dar estabilidad a ese desgarrado país. Como para el Imperio británico en el siglo XIX y para el soviético en el XX, Afganistán se ha convertido hoy para la ONU y las fuerzas de la OTAN en una auténtica ratonera de la que es casi imposible escapar.

Mi amiga Ana me enviaba el lunes pasado desde Ámsterdam el artículo de la Voz de Galicia que más adelante reproduzco. Se titula "Los infiernos que vamos creando", y está escrito por Xosé Luis Barreiro, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Santiago.

Su lectura me produjo un evidente desasosiego, porque la tesis del profesor Barreiro, que comparten muchas otras personas de izquierdas y de derechas y auténticamente demócratas, es que ni en Iraq, antes, ni en Afganistán, ahora, pintamos los occidentales y las fuerzas de la OTAN absolutamente nada. Y no creo que ambos casos sean equiparables.

La guerra iniciada por el presidente Bush (hijo) en 2003, fue, aparte de otras muchas cosas, una inmensa chapuza. No había ninguna razón para esa guerra, y las consecuencias se van a padecer durante muchos años. Eso es evidente. Afganistán es otra cosa. Mucho más grave. Porque si Afganistán cae en manos de los talibanes de nuevo, le seguirá casi indefectiblemente Paquistán. Y tras Paquistán está la India. Y arriba de la IndiaChina. Y la ratonera se convertiría en avispero.

Cuando la primera Guerra del Golfo, en 1991, declarada contra el Iraq de Sadam Hussein por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas tras la invasión y ocupación por éste del emirato de Kuwait, muchas voces de personas de ideología izquierdista se levantaron contra la guerra. Pero hubo voces discordantes, entre ellas, recuerdo el escándalo que produjo en España y buena parte de Europa que entre los que apoyaron la Guerra del Golfo de 1991 decididamente estuvieran algunos conocidos y declarados confesos izquierdistas como Yves Montand o Jorge Semprún.

En su libro "Guerras justas e injustas. Un razonamiento moral con ejemplos históricos" (Paidós Ibérica, Barcelonaa, 2001), el profesor de Filosofía Política de la Universidad de Princeton, Michael Walzer, decía que en nuestros días, el lenguaje de la teoría de la guerra justa se utiliza prácticamente en todas partes, y que lo mismo está en boca de los gobernantes legítimos que en la de los ilegítimos, siendo difícil de imaginar una intervención militar que no reciba el apoyo de sus promotores. Pero a pesar de ello, añadía, únicamente en los Estados democráticos pueden los ciudadanos unirse a la polémica con libertad y sentido crítico.

Desde esa libertad y sentido crítico, lamento no compartir el criterio de mi admirado profesor Xosé Luis Barreiro, y defender que sigamos en Afganistán, aunque sus dirigentes actuales, con toda seguridad, no se lo merezcan. Y es que como dijo también el novelista británico, militante socialista y ferviente demócrata, George Orwell (1903-1950), que sabía bastante de guerras y persecuciones políticas, es una verdad elemental y simple que la democracia es siempre mejor que el totalitarismo, aunque muchas veces no nos lo creamos ni nosotros mismos, añado yo. Les dejo con el artículo de Barreiro. HArendt




La ministra española de Defensa en Afganistán, 2009


"LOS INFIERNOS QUE VAMOS CREANDO", por Xosé Luis Barreiro
LA VOZ DE GALICIA - Lunes, 17 de agosto de 2009

Irak y Afganistán, las dos naciones que fuimos a salvar sin que nadie nos lo pidiese, son dos infiernos. La situación en la que viven sus ciudadanos no es mejor -salvo para los que comulgan con ruedas de molino- que antes de las invasiones, y las ficciones democráticas que estamos creando en una y otra parte, sometidas a la aprobación de las coaliciones militares antes que a la voluntad de sus ciudadanos, no son más legítimas de lo que eran sus anteriores dictadores. Y por eso hay que contar como un tributo a la nada, y como un gesto de satisfacción ante la engolada prepotencia de los aliados, los cientos de miles de muertos -la mayor parte civiles y unos pocos militares- y la siembra de miseria y corrupción generalizadas que hemos hecho con nuestras intervenciones.

Fuimos allí, no lo olvidemos, a impulsos de un presidente americano que quería hacer grandes negocios y pasar a la historia como el héroe de la lucha contra el terror. Y seguimos allí después de haber fracasado política y militarmente, cuando ya todo el mundo admite que aquello fue una locura y un abuso intolerable. Pero, a lo que se ve, nadie quiere hacer balance de los hechos, y, mucho menos aún, entonar el mea culpa que sería necesario para aprender algo de tan vergonzoso episodio. Y por eso, para no dar el brazo a torcer, seguimos definiendo el mundo a nuestra conveniencia, viendo terroristas donde nos hacen falta, y héroes inmaculados que siempre coinciden con nuestros intereses y estrategias. Y, en el colmo de la injusticia y la locura, pretendemos dejarles en herencia democracias de juguete que, asentadas sobre montones de cadáveres inexplicados, deben de acatar nuestra visión del mundo para justificar las armas que los protegen y sin las que no podrían durar ni un día.

Mientras damos lecciones de democracia a todo el mundo, y denunciamos sin rubor a todas las dictaduras, Guantánamo sigue sin cerrar, los sucesos de Kandahar y Abú Graib siguen sin aclarar, los que aquí han ordenado genocidios dan conferencias sobre la mala gestión de la crisis que hicieron Brown y Zapatero, y todos los ciudadanos nos vemos sometidos a una ofensiva mediática que trata de convencernos de que hemos ido a Irak y a Afganistán a implantar democracias por las que ahora nos estamos desviviendo.

Porque la gente tiene poca memoria, es inútil tratar de mantener la conciencia social del daño que hemos hecho. Pero quizá podamos evitar que nos cuenten la mentira de las democracias surgidas en jardines desolados, abonados con proyectiles de uranio y misiles de última generación. Porque la triste verdad es que llevamos muchos años metidos en todos los conflictos sin alumbrar ni proteger una sola democracia homologable.




El presidente de Afganistán, Ahmid Karzai (2009)



La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





HArendt





Entrada núm. 5774
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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)