martes, 26 de noviembre de 2024

De como hacer el ridículo en Bruselas

 






Finalmente la sangre no ha llegado al río Senne, que cruza soterradamente la ciudad de Bruselas, dice en La Vanguardia [Cómo hacer el ridículo en Bruselas, 21/11/2024] su director adjunto Enric Juliana. La nueva Comisión propuesta por la presidenta Ursula von der Leyen será aprobada en su totalidad por el Parlamento Europeo, con Teresa Ribera en la vicepresidencia con mayor peso. El PP español tendrá que escoger en los próximos días entre la abstención y el voto en contra. Si vota en contra se verá en la obligación de expresar su rechazo a 14 comisarios pertenecientes al Partido Popular Europeo. 

Se veía a venir y así lo apuntamos en La Vanguardia. La brega interna española no podía poner en crisis la puesta en marcha del nuevo gobierno europeo mientras Estados Unidos y el Reino Unido autorizan a Ucrania el lanzamiento de mísiles de largo alcance sobre suelo ruso, mientras Rusia revisa su doctrina de respuesta nuclear, mientras Donald Trump empieza a nombrar ministros, mientras Alemania, con la economía en crisis, se prepara para un decisivo adelanto electoral en febrero. Lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible. La locuaz eurodiputada Dolors Montserrat no estaba en condiciones de provocar una crisis política de alcance internacional, ni siquiera aconsejada por el sagaz Esteban González Pons .

“¡La hemos tumbado!”. “¡La hemos tumbado!” El martes de la semana pasada, Montserrat salió de la sala de audiencias del Parlamento Europeo, gritando que Ribera estaba políticamente muerta. Los periodistas allí presentes tomaron nota de esas exclamaciones.

El PP iba a muerte contra Ribera y parecía tener el apoyo de Manfred Weber, jefe de filas del Partido Popular Europeo y frustrado candidato a la presidencia de la Comisión en el 2019. Von der Leyen se inquietó. Pedro Sánchez, también. La futura Comisión Europa parecía estar herida de muerte. Si el PPE vetaba a la candidata española, los socialistas vetarían a los candidatos de Italia y Hungría. El pacto de julio parecía roto. El PP español estaba consiguiendo distraer la atención del drama de Valencia. Después de la multitudinaria manifestación de protesta del sábado 9 de noviembre en la ciudad de València, no vendría la dimisión de Carlos Mazón, sino la caída de Teresa Ribera, portaestandarte de las energías renovables en España.  Una magnífica operación de distracción.

Sánchez habló del asunto con Von der Leyen y se avino a reconsiderar la oposición socialista a los candidatos húngaro e italiano, a los que la izquierda ponía objeciones, por pertenecer a fuerzas de ultraderecha que no forman parte del bloque de investidura de la presidenta (populares, socialdemócratas, liberales y verdes). La gesticulación del grupo socialista contra Raffaele Fitto, el candidato italiano, tenía puntos débiles. Italia es la tercera economía de la UE y el Partido Democrático italiano (centroizquierda) no quería ser acusado de “antinacional” en su país. El PD, reforzado en los últimos días con sendas victorias en las elecciones regionales de Emilia-Romagna y Umbria, no iba a votar en contra. La oposición más fuerte a Fitto estaba residenciada en los socialistas franceses. La pugnacidad entre Francia e Italia es creciente. Emmanuel Macron y Giorgia Meloni no se soportan. 

Sánchez argumenta ahora que todos los gobiernos de la Unión tienen derecho a proponer sus candidatos a la Comisión Europea y que ello no significa aceptar su ideología. No decía lo mismo hace unas semanas. Quizá en algún momento de esta historia, Sánchez se imaginó que podía ser el Capitán Trueno que se enfrentaba a la extrema derecha en todos los planos imaginables.

Cuando la UE era más pequeña, los países grandes disponían de dos comisarios europeos, lo cual facilitaba los consensos nacionales: uno para el Gobierno y otro para la oposición. Esa norma armónica se rompió en el 2004 con la última ampliación del espacio comunitario. Muchas cosas se rompieron en España en el 2004. El 2004 habita en el 2024, lo estamos viendo constantemente.

No ha sido Sánchez el que ha frenado a Weber y ha dejado a Alberto Núñez Feijóo en la estacada. Hace una semana, la CDU alemana (partido conservador democristiano al que pertenece Von der Leyen) quiso discutir ese asunto con sus aliados bávaros de la CSU (partido conservador social-cristiano al que pertenece Weber). Bajo ningún concepto, la Comisión Europea podía entrar en crisis antes de las elecciones alemanas. Un enredo español no podía debilitar al gobierno europeo. Los conflictos locales no pueden escalar tan fácilmente en Bruselas.












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