“Desde la atalaya de su experiencia y de su sabiduría. ¿Hay algo mejor que el sexo?”. La frase podría formar parte de un gag de Woody Allen, pero ha sido una de las preguntas que ha formulado el escritor Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, de 62 años) este domingo a los académicos que escuchaban su discurso de ingreso en la Real Academia Española (RAE), que ha sido acogida con risas entre el público, escribe en El País [Javier Cercas ingresa en la RAE: “La lectura es una forma de conocimiento de uno mismo y de los demás, igual que el sexo”, 24/11/2024] el periodista Manuel Morales. Antes de responder a esta, muy probablemente, pregunta retórica, conviene saber que el autor había comparado antes el placer de los libros con el sexual. “La lectura es una forma de conocimiento de uno mismo y de los demás, igual que el sexo. Cuando alguien me dice que no le gusta leer, lo que se me ocurre es acompañarle en el sentimiento, igual que si me hubiera dicho que no le gusta el sexo”, ha dicho con humor.
Esa equiparación entre leer y tener sexo le ha servido a Cercas, aunque pueda parecer sorprendente, para criticar a “la práctica unanimidad del mundillo literario”, que rechaza “la idea de la utilidad de la literatura”. “¿Cómo es posible que sigamos enrocados en la sandez palmaria de la inutilidad del arte?”, se ha preguntado, gesticulante. Para el autor de Soldados de Salamina, no hay dudas de que la literatura, el arte, es útil, y ha citado a autores que lo manifestaron a través de sus obras: Ovidio, Horacio, Tirso de Molina, Kant. “Solo es inútil para el estúpido utilitarismo burgués que campa por sus respetos entre nosotros”, consecuencia de una “época embobada por el beneficio mercantil y el progreso técnico”. La literatura “es antes que nada, un placer, como el sexo”. “Y yo me pregunto: ¿existe algo más útil que el placer, o que el conocimiento placentero?”.
Esa desconsideración hacia la literatura por no ser “útil” es, según Cercas, uno de los “malentendidos”, cuando no “medias verdades o simples mentiras”, que la aquejan, tanto a la española como a la foránea. Es una de las mixtificaciones que ha denunciado y que han configurado el asunto central de su discurso, titulado Malentendidos de la modernidad. Un manifiesto.
El acto ha tenido el aire de las ocasiones especiales. La entrada de Cercas en el salón de actos ha sido acogida con aplausos. A su ingreso en la RAE han acudido personalidades del mundo de la literatura y los medios de comunicación, como el presidente de Prisa, Joseph Oughourlian; la directora de EL PAÍS, Pepa Bueno; los escritores Juan Gabriel Vásquez y Lorenzo Silva; los periodistas Jesús Ruiz Mantilla, Juan Cruz, Antonio Lucas y Miguel Ángel Aguilar, el director del Instituto Cervantes, Luis García Montero, y la directora de la Feria del Libro de Madrid, Eva Orúe.
Cercas ha sido presuroso en preparar este discurso desde que fue elegido académico. Los electos disponen de dos años para pronunciarlo en el salón de actos de la RAE, pero él lo ha resuelto cinco meses después de que su candidatura la presentaran los académicos Mario Vargas Llosa, Pedro Álvarez de Miranda y Clara Sánchez, el 13 de junio. Sánchez fue la encargada de dar posteriormente el discurso de bienvenida a la institución, quien destacó también sus méritos en el periodismo, como su columna bimensual en El País Semanal, suplemento dominical de EL PAÍS, y sus premios en este oficio, “a pesar de que él cuando los ha recibido ha dicho sentirse un impostor”. Novelista, ensayista, Cercas ha tomado posesión de la silla R, la que dejó vacía el fallecimiento del escritor Javier Marías, el 11 de septiembre de 2022, “de cuya herencia excepcional trataré de hacerme cargo desde hoy”, ha señalado.
Como manda la tradición en la casa de la lengua española, Cercas ha recordado la obra de su antecesor, “uno de los grandes novelistas españoles del último siglo”, con el que habló solo una vez en persona pero con quien se carteó en los últimos años de su vida. De él destacó como “novela más lograda, Corazón tan blanco”. También alabó su personalidad, “que no rehuyó tomar partido acerca de los asuntos más espinosos y combatió sin cuartel las cursilerías, vilezas, injusticias y estupideces con los que convivió”.
Tirando de ese hilo del compromiso de Marías “con su tiempo y su país”, Cercas llegó al meollo de su intervención. “Tengo la impresión creciente de que en la literatura nos debatimos en una telaraña de malentendidos, por no decir supersticiones y prejuicios que distorsionan la realidad”. Según Cercas, tales “trivializaciones de ideas convertidas en leyendas” comenzaron “hace siglo y medio”, con el Romanticismo y luego el Modernismo.
Uno de esos malentendidos ya se ha comentado. Otro es “el del escritor refugiado en su torre de marfil”. En este sentido, ha subrayado el caso de Marcel Proust como uno de los creadores a los que una visión falaz y deformada le quiso motejar de escritor “ajeno a la sociedad y a la política de su tiempo”. Para Cercas, basta con echar un vistazo a las cartas del francés para “dinamitar esa caricatura”. Él y otros autores, como Kafka, Borges, “perpetuo militante antiperonista”, o Joyce, “que se burló del nacionalismo irlandés”, asumieron que lo mejor que podían hacer para sus semejantes era “centrarse en su trabajo”.
Cercas se ha referido también a sus orígenes, “nacido en un pueblo humildísimo de Extremadura”. Con su familia, emigró a Girona cuando él tenía solo cuatro años. En la ciudad catalana transcurrieron su infancia y su adolescencia. En 1985 se licenció en Filología Española por la Universidad Autónoma de Barcelona. Tras proseguir sus estudios en Estados Unidos, empezó en 1989 a dar clases de literatura española en la Universidad de Girona; dos años más tarde leyó su tesis doctoral, sobre el escritor y cineasta Gonzalo Suárez. Hoy es profesor en excedencia de este centro de enseñanza.
Dedicado de pleno a la literatura desde 2003, se había dado a conocer antes con la novela de no ficción Soldados de Salamina (Tusquets, 2001), fenómeno literario, adaptada posteriormente al cine, que recrea el fallido fusilamiento del escritor y dirigente falangista Rafael Sánchez Mazas al final de la Guerra Civil. Entre sus libros también destacan Anatomía de un instante (Literatura Random House, 2009), por el que ganó el Premio Nacional de Narrativa, sobre la intentona golpista del 23-F de 1981; El impostor (2014); El monarca de las sombras y la trilogía Terra Alta. Sus obras han llegado también al teatro y el cómic.
Traducido a más de 30 idiomas, sus libros han obtenido multitud de premios en numerosos países. Es un escritor global, con enorme influencia en la literatura europea, como escribía el domingo en este periódico Jordi Amat. También su labor periodística y ensayística ha recibido varios galardones dentro y fuera de España. Las obras de Cercas “se estudian en colegios y universidades de todo el mundo, donde han sido objeto de artículos académicos, tesis doctorales y ediciones críticas”, destaca la RAE. Su próximo libro, en Random House, a la que regresa tras haberse marchado a Planeta en 2019, será El loco de Dios en Mongolia, sobre el papa Francisco y los entresijos del Vaticano, escrito, eso sí, por un autor ateo.
De vuelta a su discurso, para este autor, otro “malentendido” de la literatura de hoy día es “conceder un protagonismo excesivo al autor, sacralizarlo y convertirlo en una figura semidivina”; una glorificación que le parece “ridícula”. Ese protagonismo debe tenerlo el lector, según Cercas: “Una novela es una partitura, y es el lector quien la interpreta [...] y en eso consiste gran parte del embrujo de la literatura. Un libro sin lectores es letra muerta”. Por eso, “el significado de un texto depende del diálogo que establezca con él el lector, y esto no es populismo literario”, ha aclarado, y citando a Paul Valéry, ha añadido: “No es nunca el autor el que hace una obra maestra. La obra maestra se debe a los lectores”. Así que, menos humos por dedicarse a escribir.
En las revistas y suplementos literarios actuales ha situado Cercas una más de los “malentendidos, este fruto de la ignorancia”: el que consiste en que, para parte de la crítica, la buena literatura es “con escasas excepciones, minoritaria, secreta”, y que la que goza de lectores numerosos “está incapacitada” para ser buena. Si estamos de acuerdo con esto, ha proseguido, el Quijote “implicaría alguna forma de derrota artística”. Dostoievski y Tolstói fueron “ídolos de masas”, García Márquez o Vargas Llosa “atraían centenares de miles de lectores” y la Academia Sueca “no se equivocó cuando concedió el Nobel de Literatura a Bob Dylan en 2016”, ha defendido. Estos prejuicios contra la popularidad de la literatura no significa que solo las novelas con éxito sean buenas, ha agregado. Entonces, ¿cuál es el criterio literario fiable sobre qué es un buen libro? “El tiempo”.Cercas ha concluido su canto de amor a la literatura asegurando que una persona con una buena novela en las manos “es una bomba de relojería ambulante, un potencial pensador por cuenta propia”, alguien capaz de decir no, cuando todos a su alrededor dicen sí. Así, “desde Platón para acá, los tiranos, inquisidores y comisarios políticos han intentado ponernos en guardia contra la literatura en general y la novela en particular”. Para el ya académico, “la auténtica literatura está compuesta por palabras en rebeldía, por eso, el poder siempre aspirará a controlarla”.
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