¿Cómo denominar a ese inmenso conglomerado de Estados y pueblos que se extiende por el continente americano al sur de los Estados Unidos? ¿Latinoamérica, iberoamérica, hispanoamérica? El Diccionario de la RAE lo tiene bastante claro: latinoamérica engloba a todos los países del continente en los que se hablan lenguas derivadas del latín (español, portugués y francés); para referirse a los países de habla española considera más correcta la denominación de hispanoamérica; y si se nos referimos únicamente a los de habla española y portuguesa, el término más adecuado sería el de iberoamérica.
Sobre la cumbre iberoamericana recientemente celebrada en la ciudad de Veracruz, México, editorializa el diario El País de ayer calificándola de irrelevante, y sus acuerdos, de mínimos, aunque destaca los intentos de afrontar conjuntamente los déficit en educación del bloque. No distinta, pero más halagüeña, como no podía ser menos, es la visión de la Cumbre desde los órganos de prensa del país anfitrión, México.
Cuando este blog salió al mundo, en agosto de 2006, la filosofía que lo inspiraba no era otra que la de un intento de observar lo que ocurre en el mundo a partir de las miradas y las palabras de los otros. De ahí que durante un tiempo me limitara a poner en el mismo aquellos artículos, noticias y referencias de libros o prensa que me parecían de mayor interés sin sentir la necesidad de comentarlas, y por tanto, de dejar traslucir mi ignorancia sobre el asunto en cuestión. Con el paso del tiempo me fui envalentonando y me atreví a formular mis propias opiniones y comentarios sobre lo dicho por otros con mucha mayor autoridad, recurriendo para ello a la fórmula literaria de la digresión. Ello me permitía opinar sin necesidad de justificarme dado que mi comentario aprovechaba el hilo del discurso ajeno para, siguiéndolo, o rompiendo con él, hablar de cosas que no tenían expresa conexión o íntimo enlace con aquello de que se estaba tratando. Y ahí sigo, digresionando... Pero la verdad es que no me gusta sacar a colación asuntos sobre los que no tengo un relativo, conocimiento previo. Y en ese sentido, si África, el continente en el que vivo, es para mi un absoluto desconocido, tengo que reconocer que con Latinoamérica me pasa tres cuartos de lo mismo salvo por el añadido, peligroso, de los prejuicios, algo por cierto, absolutamente necesario para andar por la vida, como ya dijera Hannah Arendt en su libro ¿Qué es la política?.
Dicen que un buen arranque de un libro (un artículo, una noticia, una carta...) es la mitad de su éxito. Y supongo que es verdad. Al menos conmigo, funciona. Me pasa a menudo y me pasó hace unos años ojeando el ejemplar mensual de Revista de Libros con un primer artículo titulado "¡Viva la evolución!", en el que se podía leer este impresionante párrafo inicial:
"La América Latina es cosa mental. La gente ve en la región lo que quiere ver. En el mejor de los casos, ve lo que su ignorancia y prejuicios le permiten ver. Si se invierte la lente a la manera de las Cartas persas de Montesquieu, los resultados son instructivos. Comparados con Brasil, Chile, Colombia y México (vale decir la amplia mayoría de la población del hemisferio), buena parte de los países europeos –por no mencionar los de otras regiones– han sido, a lo largo de los últimos doscientos años, republiquetas más o menos inestables, desiguales y pobres. Ningún sátrapa latinoamericano se compara con los europeos, desde Napoleón hasta Hitler; ningún período de violencia se equipara a los horrores de la guerra civil europea de 1914-1945; la inestabilidad de varios períodos de la vida republicana francesa o italiana poco tiene que envidiar a la de Bolivia; la vida en las favelas de Río de Janeiro no es mucho peor que en las de Nápoles o Marsella, o incluso que en muchas de las residencias municipales gratuitas del Estado de bienestar británico. Y, en compensación, Buenos Aires, São Paulo o Ciudad de México tienen mejores librerías y restaurantes que París, Madrid o Milán; se juega mejor fútbol y la gente de la calle es más cortés. Quien no haya vivido en la América Latina no sabe lo que es la dulzura de vivir, si es que puede pagársela."
Perdoneseme lo extenso de la cita, pero reconozcan conmigo que era como para seguir leyéndolo hasta el final. Les aseguro que me mereció la pena, y por ello les dejo más arriba el enlace al artículo, por cierto, escrito por Hugo Estenssoro, periodista y crítico literario boliviano, colaborador habitual de la prestigiosa "The New York Review of Books", reseñando el libro del periodista británico Michael Reid, editor para América Latina de la revista "The Economist", titulado "The Forgotten Continent: The Battle for Latin Americ's Soul", (Yale University Press, New Haven, 2007), publicado más tarde en español por la editorial Belaqva.
Después de leerlo me puse a buscar referencias en internet sobre el libro y su autor y encontré dos de ellas que me parecieron interesantísimas y dignas de lectura. En primer lugar la de Norman Gall , director del Instituto "Fernand Braudel" de Economía Mundial de Sao Paulo, publicada en El País el 19 de enero de aquel mismo año con el título de "El olvidado progreso de América Latina". y por otro lado, la de Jean-Francois Fogel, periodista francés editor de la edición electrónica de "Le Monde", titulada "Michael Reid y América Latina", publicada en el blog "El Boomeran(g)" comentando a su vez el artículo citado de Norman Gall (y eliminada ahora del mundo virtual gracias a las normas europeas de protección de datos).
Les recomiendo por último, el crítico análisis de la Cumbre que días después de concluida realizó en El País el ensayista e historiador Antonio Navalón: "Las Américas, a la búsqueda de un destino", en el que puede leerse este clarificador párrafo: "La realidad es que todos los países de esta Cumbre, empezando por España, tienen el mismo problema: no saben donde están".
Creo que la lectura de los enlaces citados les llevará a percibir con otra mirada, como a mí me ocurrió en su momento, el acontecer de esa América Latina tan cerca y tan lejos al mismo tiempo.
Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt
Creo que la lectura de los enlaces citados les llevará a percibir con otra mirada, como a mí me ocurrió en su momento, el acontecer de esa América Latina tan cerca y tan lejos al mismo tiempo.
Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt
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