Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz martes. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy va de la nula valoración de sus partidos políticos por parte de los españoles. Y es que, como dice en ella el periodista Andrea Rizzi, los datos del último Eurobarómetro inciden en una situación que por el hecho de no ser novedosa no puede conducir a ser olvidada. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Nada más por mi parte salvo desearles que sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.
17 SEPT 2022 - El País
Los ciudadanos de los distintos Estados miembros de la UE tienen por lo general un nivel de confianza bastante bajo en los partidos políticos de sus países, y las españolas son las formaciones que concitan el grado más ínfimo de todas, según el Eurobarómetro número 97 publicado este septiembre con datos recogidos en junio y julio. Solo un 8% de los encuestados tiende a confiar en ellos, frente a una media del 21% en el conjunto de la UE. Los resultados españoles, además de nefastos, son endémicos, y sus grupos políticos compiten habitualmente por el triste cetro de peor valorados por la ciudadanía a la que se dirigen con un puñado de otros países mediterráneos, como Grecia (9% de confianza en esta ola, prácticamente empate técnico en la cola), o del Este de Europa y de la región báltica. El que esta situación no sea una novedad no puede conducir a olvidarla.
Las causas son notorias. Abundantes casos de corrupción, episodios de transfuguismo, gran entrega al vicio de la descalificación recíproca, capacidad dialéctica por lo general de escaso vuelo, parlamentarios muy subyugados a la voluntad de las sedes centrales por la vía de un sistema electoral que favorece ese tipo de relación, débil capacidad de atracción de talentos en un entorno vitriólico y retribuido de forma más contenida que en otros países, entre otros factores. Tanto la confianza en el Gobierno como en el Parlamento españoles también son muy bajas (23% y 20%), inferiores a la media europea y situadas en el furgón de cola de la UE, aunque no en la última posición.
Cada ciudadano tendrá su idea de cuáles entre los factores de descrédito de los partidos son los más graves y, por supuesto, de a quién atribuir en mayor o menor medida las responsabilidades. Pero los datos del Eurobarómetro en este apartado, tan negativos y constantes desde hace mucho tiempo, y los de otros estudios en la misma línea —por ejemplo del Pew Center— convocan a una reflexión colectiva, sistémica.
Una clave de lectura que posiblemente tenga un peso relevante es el grado de disposición a interactuar entre ellos con altura de miras en el superior interés de la colectividad. Entre los países en los que los partidos cosechan un nivel de confianza superior a la media destacan muchos con un largo historial de políticas de búsqueda de compromiso, pragmatismo y coaliciones de amplio respiro, como Finlandia, Países Bajos, Austria o Alemania. Naturalmente, en la valoración de los partidos influyen muchos factores, algunos sistémicos, como la prosperidad general del país, pero es razonable pensar que una actitud constructiva, dialogante y respetuosa desempeñe un papel de peso.
Y es muy probable que lo haga también en la positiva valoración que cosechan las instituciones europeas. Un 49% tiende a confiar en la UE en general, y en el caso del Parlamento Europeo el índice llega al 52%. No siempre fue así. En la década pasada hubo periodos en los que los indicadores rondaban el 30%. Las crisis que sacuden el mundo evidencian cada vez más que, para los países miembros, la UE es la mejor plataforma desde donde afrontarlas. Pero si no hubiese habido respuestas eficaces construidas sobre actitudes cooperativas desde posiciones políticas de distinto signo difícilmente se habría producido esa considerable remontada.
La UE está construyendo castillos necesarios e impensables hasta hace poco —como la emisión de deuda común, o la acción comunitaria en materia de sanidad y energía— en una complejísima interacción entre capitales, instituciones y familias políticas. No hay por qué resignarse, pues. Se pueden hacer grandes cosas y remontar 20 puntos en la confianza ciudadana estando a la altura de las circunstancias. Lo mismo vale para los medios españoles, que con un 28% de confianza ciudadana andan también en el furgón de cola de la UE, 10 puntos por debajo de la media europea.
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