¡Cuarenta y cinco años ya! ¡Cómo pasa el tiempo!... 1968 fue un año mítico para mí: por razones personales, y por otras también personales -todas lo son si nos afectan- pero de otra índole. Con mi madurez casi como quien dice recién estrenada, ese año había cumplido mi servicio militar en el regimiento de infantería "Inmemorial del Rey" (la más antigua unidad militar del mundo); había obtenido mi primera titulación universitaria; estrenábamos nuestra casa en Las Palmas, en la que aún vivimos; y nacía mi primera hija... Así que, a cubierto de todo temor, asistía emocionado a las revueltas estudiantiles en Berkely (California) y en otras universidades europeas que culminarían con la asonada casi revolucionaria de los estudiantes franceses de París, en mayo, que a punto estuvieron de acabar con la V República. Si no triunfó fue porque los sindicatos obreros se echaron para atrás; quizá -pensaron- "esto no va con nosotros". No estuve allí, pero casi... Al menos en espíritu sí que estuve...
De todo lo que se contó, se supo, se fabuló sobre aquel mítico "mayo del 68" del que no quedan ni cenizas, yo recuerdo con especial cariño dos anécdotas. La primera, la película "Soñadores" (2003), del realizador italiano Bernardo Bertolucci, con una sensacional y espléndida Eva Green, de la que los franceses, siempre tan suyos -algunas veces, con razón- dicen que tiene los senos más bellos del mundo... La segunda, la que convirtió en lema oficioso de la revuelta estudiantil una pintada realizada con aerosol en la universidad de la Sorbona por un genial publicista anónimo: "Sous les pavés, la plage" (Debajo de los adoquines está la playa).
La playa no apareció, pero los adoquines sirvieron para levantar una barrera infranqueable a la policía antidisturbios. Y cuando todo terminó, nunca más fueron repuestos..., por si acaso. ¿Qué queda del espíritu de "Mayo del 68"?, ¿acaso la "spanish revolution" de 2011? Me temo que nada o más bien poco, pero aun visto desde la distancia y el tiempo fue precioso.
El novelista Andrés Trapiello escribía hace unos días un artículo en La Vanguardia titulado "Parad el mundo", lleno de nostalgia sobre aquellos momentos que algunos tuvimos la dicha de vivir, por simple fortuna de la edad. No solo queríamos parar el mundo para bajarnos, como decían las pintadas, sino para cambiarlo; también pretendíamos ser realistas pidiendo lo imposible, como decía otra; o encontrar la playa bajo los adoquines de París. No pudo ser, pero se intentó.
En YouTube pueden ver dos cortísimos pero muy bellos avances de la película "Soñadores" en los que la revuelta estudiantil parisina es solo el paisaje de fondo; les animo a verlos porque merecen la pena. Y perdónenme el ejercicio de añoranza de un tiempo pasado que quizá no fue ni mejor ni peor, pero que sí fue nuestro. Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt
De todo lo que se contó, se supo, se fabuló sobre aquel mítico "mayo del 68" del que no quedan ni cenizas, yo recuerdo con especial cariño dos anécdotas. La primera, la película "Soñadores" (2003), del realizador italiano Bernardo Bertolucci, con una sensacional y espléndida Eva Green, de la que los franceses, siempre tan suyos -algunas veces, con razón- dicen que tiene los senos más bellos del mundo... La segunda, la que convirtió en lema oficioso de la revuelta estudiantil una pintada realizada con aerosol en la universidad de la Sorbona por un genial publicista anónimo: "Sous les pavés, la plage" (Debajo de los adoquines está la playa).
La playa no apareció, pero los adoquines sirvieron para levantar una barrera infranqueable a la policía antidisturbios. Y cuando todo terminó, nunca más fueron repuestos..., por si acaso. ¿Qué queda del espíritu de "Mayo del 68"?, ¿acaso la "spanish revolution" de 2011? Me temo que nada o más bien poco, pero aun visto desde la distancia y el tiempo fue precioso.
El novelista Andrés Trapiello escribía hace unos días un artículo en La Vanguardia titulado "Parad el mundo", lleno de nostalgia sobre aquellos momentos que algunos tuvimos la dicha de vivir, por simple fortuna de la edad. No solo queríamos parar el mundo para bajarnos, como decían las pintadas, sino para cambiarlo; también pretendíamos ser realistas pidiendo lo imposible, como decía otra; o encontrar la playa bajo los adoquines de París. No pudo ser, pero se intentó.
En YouTube pueden ver dos cortísimos pero muy bellos avances de la película "Soñadores" en los que la revuelta estudiantil parisina es solo el paisaje de fondo; les animo a verlos porque merecen la pena. Y perdónenme el ejercicio de añoranza de un tiempo pasado que quizá no fue ni mejor ni peor, pero que sí fue nuestro. Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt
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