miércoles, 22 de julio de 2009

La memez de Gibraltar

Por una vez, y sin que sirva de precedente, me parecen igual de memos el Gobierno de España y el principal partido de la Oposición. Definir como "traición histórica" la visita de un ministro español a la colonia de un estado aliado y miembro de pleno derecho de la Unión Europea, me parece una estupidez y una solemne gilipollez. Y viniendo de quien viene la denuncia, un ejercicio de cinismo y desvergüenza; algo, por cierto, a lo que recurren un día sí y otro también.

El contencioso sobre Gibraltar no es sólo una memez, es una anacronismo histórico que debería estar resuelto hace ya mucho tiempo, y no con la reincorporación a España (que no quieren los gibraltareños) o a la Gran Bretaña (que no quieren los británicos), sino con la independencia de Gibraltar, aceptada y promovida por España y Gran Bretaña.

San Marino, Mónaco y El Vaticano (por no meter en el mismo saco a Andorra o Liechtenstein) son "estados" que reportan más beneficios a su entorno que a sí mismos. Un Gibraltar independiente, de fronteras abiertas, sería un formidable reclamo turístico y económico para el Campo de Gibraltar, Cádiz y toda Andalucía. Una fuente de riqueza para la zona. Y el final de muchos negocios sucios realizados al amparo de su opacidad fiscal y del contrabando.

Por una vez seamos sensatos y pensemos con el cerebro. Señoras y señores del Gobierno, ilustres miembras y miembros de la Oposición, dejen de hacer ostentación de sus atributos patrióticos, métanselos dentro de los calzoncillos o bajo el tanga, y déjense de decir gilipolleces: Gibraltar nunca será español contra la voluntad de sus habitantes. ¿No sería mucho más razonable que fueran gibraltareños, y aquí paz y después gloria para todos?

El texto que precede a estas líneas fue escrito el 22 de Julio y publicado en el Blog a las 10 horas y diez minutos de la noche de ese día. En la edición del jueves 23 de julio del diario El País, el escritor, filósofo y periodista Josep Ramoneda escribe un interesante artículo titulado "Trescientos años de inutilidad", en el que se refiere en términos muy similares a los empleados por mi al contencioso gibraltareño, argumentación que tengo la seguridad que es secundada por buena parte de los ciudadanos de este país que están ya hartos de las ínfulas patrioteras de una derecha casposa, meapilas y reaccionaria, y de la cobardía y temor de una izquierda que parece quisiera hacerse perdonar cualquier política progresista que propicia. Me congratulo de molestar a esa derecha y de coincidir, desde posiciones no muy distantes, con lo expresado por el señor Ramoneda. Sean felices. Tamaragua, amigos. (HArendt)


Notas:
(1) El contencioso sobre Gibraltar en:
http://es.wikipedia.org/wiki/Gibraltar




Gibraltar (al fondo) y España




"Primera visita oficial española al Peñón. El PP habla de "traición histórica"

A. D. / M. G. - Madrid / Gibraltar
EL PAÍS - España - 22-07-2009

"La mayoría de los españoles tienen claro que Gibraltar es español, y nosotros defenderemos esa soberanía; nos gustaría saber cuál es la posición del Gobierno y si ha cambiado su posición". Estas fueron las consideraciones que ayer hizo la portavoz parlamentaria del Grupo Popular, Soraya Sáenz de Santamaría, para justificar la petición "urgente" de comparecencia en el Congreso del ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, por haber cruzado la verja de Gibraltar. Lo cierto es que el PP siempre se ha opuesto a todos los pasos de distensión que ha dado el Gobierno socialista, como fue la creación del Foro de Diálogo tripartito, que nació en 2004.

De nada ha servido la explicación de Moratinos de las razones del viaje a Gibraltar. Por mucho que el Gobierno haya insistido en que en esta visita no se tratará en absoluto de la soberanía del Peñón, el portavoz del PP, Esteban González Pons, reprochó ayer al Ejecutivo "haber bajado la bandera de la reivindicación de la soberanía". Desde el PSOE, la diputada y responsable federal de Política Internacional, Elena Valenciano, pidió al PP que "no debilite la posición del Gobierno de España y un esfuerzo por mantener algo de lealtad".

El secretario general del PP andaluz, Antonio Sanz, acudió a las inmediaciones de la Verja, poco antes de que la traspasara el ministro, para mostrar su rechazo ante la "traición histórica" que representaba la visita de Moratinos. Sanz la calificó como la "mayor renuncia" que jamás haya hecho un Gobierno de España a la soberanía sobre el Peñón. "Es un paso atrás definitivo del Gobierno español en la renuncia a la lucha por la soberanía de España sobre Gibraltar", proclamó junto a los alcaldes del PP del Campo de Gibraltar.




Una frontera que sobra en Europa




"Trescientos años de inutilidad", por Josep Ramoneda
EL PAÍS - España - 23-07-2009

Moratinos visita Gibraltar y el nacionalismo español ruge. "Traición histórica", dice el PP. Y en los foros de la derecha pueden leerse frases como "el Gobierno dilapida 300 años de lucha" o pone fin "a siglos de firmeza anticolonialista". Por lo menos, tendrán que reconocer que tanta lucha, tanta firmeza han sido más bien estériles: los resultados están a la vista. ¿A los que han desempolvado el viejo grito de "Gibraltar español" no se les ha ocurrido pensar que una estrategia que lleva 300 años de fracaso o no es la adecuada o está fuera de tiempo? Ciertamente hay posiciones políticas que se autojustifican no tanto por lo que consiguen sino por la capacidad de aire de sus pulmones. "Rendición humillante", "la foto de la vergüenza", son otros calificativos con los que el nacionalismo español premia un encuentro que, simplemente, sustituye el ruido patriótico por el pragmatismo, como corresponde a una relación con un apéndice de un país que está en el mismo barco europeo.

Casi siempre que alguien apela al honor y a la dignidad patriótica es por una de estas dos razones: porque sabe que las relaciones de fuerza no le son favorables, o dicho de otro modo, que tiene pocas posibilidades de ganar el envite; o porque prepara alguna vileza de gran tamaño (por ejemplo, una guerra). Naturalmente, el caso de Gibraltar y el nacionalismo español entra de pleno en el primero de los tipos. Pero después de 300 años de presunta lucha sin éxito alguno, el griterío patriotero ya no confunde. Es la canción de la impotencia.

Con lo cual parece mucho más sensato hacer las cosas como se hacen en la Europa del siglo XXI: hablando, tratando de resolver los problemas concretos que afectan a los ciudadanos y dejando que la batalla de los grandes conceptos -soberanía, en este caso- madure con la propia evolución del entorno europeo. Porque muchos de los grandes melodramas históricos de los nacionalismos hispánicos pueden encontrar salida muy natural por poco que la Europa política se consolide.

En el caso de Gibraltar, el nacionalismo español está atrapado en sus propias contradicciones. Si el argumento de reivindicación de Gibraltar es el soberanismo geográfico -la unidad del territorio- y, como dicen algunos periódicos, la lucha contra el colonialismo, el argumento sirve para España, pero también sirve para Marruecos en el caso de Ceuta y Melilla. Y es realmente difícil, por más requiebros que se hagan con la historia, defender que lo que vale para Gibraltar no vale para Ceuta y Melilla. O sea que para defender este principio se tiene que estar dispuesto a decir una cosa o la contraria según se mire a un lado o a otro del Estrecho.

Si en vez de apelar a la soberanía territorial se apela a un argumento mucho más moderno como es el de la autodeterminación, es decir, que sean los ciudadanos que viven en un territorio los que decidan dónde quieran estar, aparecen entonces los fantasmas interiores del nacionalismo español.

Todos los indicios apuntan a que probablemente Gibraltar diría sí a Reino Unido, como ya ha hecho en circunstancias que, aunque puedan considerarse no homologables, no dejan de ser significativas. Y por el principio de que los ciudadanos, si han de escoger, tienen tendencia a inclinarse por el país más próspero, hay razones para imaginar que en Ceuta y Melilla la autodeterminación sería favorable a España. Pero este tema no quiere ni tocarse porque es el gran tabú del nacionalismo español. En el momento en que se oye la palabra autodeterminación ya nadie piensa ni en Gibraltar, ni en Ceuta, ni en Melilla. Aparecen Cataluña y el País Vasco vestidos de oníricos fantasmas. Y así se cometen estrepitosos ridículos como la negativa del Gobierno de Zapatero a reconocer a Kosovo.

Si el argumento de soberanía territorial obliga al doble lenguaje, porque lo que vale para Gibraltar no vale para Ceuta y Melilla, y si la palabra autodeterminación provoca el pánico, se comprende que el nacionalismo español tenga una sola manera de afrontar la cuestión de Gibraltar: el griterío patriótico, Gibraltar español. Trescientos años de lucha inútil les contemplan. Y así seguirá, con gran firmeza en los principios, por supuesto, por los siglos de los siglos.

Con lo cual, no es de extrañar que un Gobierno algo descreído en religión patria opte por el pragmatismo y el sentido común. Al fin y al cabo, tiene bastante margen, por lo menos hasta igualar los trescientos años de inutilidad, para que se le pueda criticar por los resultados.




El escritor Josep Ramoneda




Nota:

Este comentario se publica simultáneamente en la página electrónica del diario El País (http://lacomunidad.elpais.com/ccampos1946) y de la Cadena Ser (http://lacomunidad.cadenaser.com/desde-el-tropico-de-cancer). La versión definitiva del mismo puede leerse en: http://harendt.blogspot.com




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