martes, 12 de septiembre de 2023

De las leyes ocultas

 







Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz martes. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, de la antropóloga Olatz González, va de las leyes ocultas. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com










La ley oculta
OLATZ GONZÁLEZ ABRISKETA - El País
05 SEPT 2023 - harendt.blogspot.com

“El fútbol es el acontecimiento mundial de la fratría”, escribía aquí hace ya seis años. Aquel artículo fue motivado por una pancarta en la grada del Sadar en recuerdo del “Gordo”, uno de los integrantes de La Manada, y en él defendía que el fútbol es la institución que socializa a los hombres en el hermanamiento masculino, en el mannerbünd. Dicho hermanamiento implica que el grupo es el referente normativo último, que defenderá siempre a cada uno de sus miembros legítimos y que ante él se rinden las verdaderas cuentas.
La fratría es el mecanismo más efectivo para el mantenimiento de la hegemonía masculina, y los últimos acontecimientos en torno al comportamiento de Luis Rubiales ofrecen otra oportunidad para pensar ese vínculo entre fútbol y fratría que ha fortalecido a ambos: la fratría hizo del fútbol su reserva, su coto, y el fútbol ha mantenido y ensanchado el poder de la fratría.
Fue sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial cuando el fútbol arrasó con la diversidad deportiva precedente, con una presencia de mujeres bastante mayor de lo que podemos imaginar ahora. De hecho, en los años treinta y cuarenta, el mayor número de profesionales del deporte y los mejor pagados, eran mujeres; pelotaris de raqueta, concretamente. El fútbol se coronó como el deporte que mejor representaba la pugna entre naciones y el nuevo orden político-territorial y las mujeres fueron desplazadas.
Como toda naturalización es un proceso de deshistorización, dirá Bourdieu, hoy la mayoría da por hecho que el fútbol es masculino y la sobrerrepresentación de varones (el 92 % de los federados en España) se considera efecto de la libertad de elección. “A las chicas no les interesa el fútbol”, contestan entrenadores y federativos cuando se les exige mayor esfuerzo por incorporarlas a sus equipos. Da igual que en EE UU sea considerado un deporte femenino, siempre está el recurso a la esencia masculina del fútbol para ocultar su verdadera finalidad: que el fútbol es el rito de iniciación que hace que los niños pasen a formar parte del grupo de hombres y de sus privilegios; de la fratría, en definitiva. Las chicas básicamente molestan, ya que el rito sólo tiene sentido si ellas quedan fuera. En su expulsión radica, de hecho, su eficacia.
Hace unos días la periodista deportiva Gemma Herrero describía magistralmente cómo se comporta la fratría. Teorizaciones al respecto pueden encontrarse en autoras como Cockburn, Sedgwick, Pateman, MacCannell o Amorós. Hoy no voy a insistir en su comportamiento, sino en sus leyes. Conocemos de sobra el pacto patriarcal o de no traición, que exige minimizar cualquier reivindicación, por justa que sea, de un sujeto excluido del pacto, normalmente una mujer, aunque también de un sujeto que sea “feminizado” por racialización, colonización, posición social, u orientación sexual.
El pacto patriarcal sostiene la fratría, pero esta esconde otra ley, la ley oculta, que comporta el mayor privilegio que tienen los hombres frente a las mujeres y que sólo se adquiere a través de prácticas tan aparentemente irrelevantes y lúdicas como el fútbol. Cuando los datos de empleo y remuneración no concuerdan con los expedientes académicos de ambos sexos, detrás está la ley oculta, que no se aprende en la escuela sino en el patio, en la cancha, o en el campo de fútbol. Es la norma por encima de la norma, definición que dio el historiador Michelet a la fraternidad.
La ley oculta consiste básicamente en comprender (y aceptar con gusto) que uno está por encima de la norma, que esta no le sujeta, que siempre puede ir un poco más allá de ella, porque la representa, porque él —y todos los que son como él— son la horma, el molde de la norma. La ley oculta es la soberanía distribuida entre los hombres y que los entornos segregados como el fútbol transmiten. En ellos, los niños se identifican con quienes están en las más altas esferas del poder y el reconocimiento y se distinguen de aquellas que han sido expulsadas de ellos. Hasta el propio lenguaje la garantiza, por medio de la neutralización del masculino y su universalización en el genérico. Ellos son la norma y el universal, sus acciones los ensanchan y por eso mismo no les sujetan. Se naturalizan en los espacios en los que juegan, porque los ocupan libremente desde pequeños. Nadie les aparta. Son sus historias las que contamos y estudiamos. Nadie les olvida. Son sus cuerpos los que dan forma a la divinidad y a los héroes. Nadie los oculta. Son campeones. Ellos. Siempre.
Por esa razón, Rubiales no comprende el revuelo por haberse saltado la norma que él mismo representa. Se confunde de tal modo con ella que no es capaz de verse o verla desde fuera. Él y todos sus compañeros son quienes han marcado siempre las normas, quienes han reído con complicidad sus pequeñas, y no tan pequeñas, transgresiones. Y quienes han aprendido que el resto tolera, comprende, y cede, porque boys will be boys.




































[ARCHIVO DEL BLOG] El Toro de la Vega. [Publicada el 15/09/2015]








No sé si Darwin llegó a tener noticia de la secular bestialidad de la que algunos humanoides, habitantes de una ciudad llamada Tordesillas, en la comunidad autónoma de Castilla y León del Reino de España, llevan haciendo gala desde hace unos centenares de años. Imposible saberlo... Pero desde luego, si hubiera llegado a conocerlos les habría clasificado en el lugar más bajo de la escala evolutiva, muy por debajo de las amebas primigenias. 
Eso son, amebas sin cerebro, sin sentimientos, sin nada que recuerde su condición de humanos, meros ectoplasmas, entes con apariencia física de seres pensantes que, esta mañana, este 15 de septiembre de 2015, han celebrado la muerte de un noble animal, "Rompesuelas", en un rito bestial conocido como El Toro de la Vega, que nadie con autoridad, ni el ayuntamiento de la ciudad de Tordesillas, ni la diputación provincial de Valladolid, ni el gobierno de la comunidad autónoma de Castilla y León ni del Reino de España, ni la Fiscalía General del Estado ni el Juzgado de Guardia, se han atrevido a suspender por el "qué dirán". ¡Malditos sean todos del primero al último! Cobardes sin cerebro, apestosos, pusilánimes humanoides indignos de participar en la escala evolutiva. Mi más absoluto desprecio hacia ellos. Todos ellos. Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν", nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 











lunes, 11 de septiembre de 2023

De legalistas contra democratistas





 



Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz lunes. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, del politólogo Víctor Lapuente, va de legalistas contra democratistas. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com







Legalistas contra democratistas
VÍCTOR LAPUENTE - El País
05 SEPT 2023 - harendt.blogspot.com

¿Cuál es la división política más importante en España? ¿Izquierda contra derecha? No exactamente, porque los nacionalistas de derechas vascos y catalanes están con la izquierda española. Y los supuestos “buenos socialistas” están más cerca del PP que de Sánchez en la cuestión fundamental. Bueno, entonces la cosa va de nacionalismos: los periféricos contra el español. Pues tampoco, porque los “malos socialistas” que están con Sánchez aman a España tanto como Feijóo o Abascal.
La fractura clave es entre los legalistas ―que priorizan el respeto a la ley― y los democratistas ―que anteponen la voluntad de las urnas―. Tanto unos como otros respetan el principio legal y el democrático, pero cuando estos chocan, optan por soluciones antagónicas. Los legalistas lo supeditan casi todo a la predictibilidad jurídica, a que se cumpla la ley al pie de la letra, ya sea por su formación (sus dirigentes suelen ser abogados) o psicología (posiblemente puntúan alto en el rasgo de la personalidad llamado responsabilidad o escrupulosidad). Los democratistas lo someten casi todo a la adaptabilidad social, a que se cumpla la voluntad popular, ya sea por sus estudios (más de ciencias sociales que jurídicas) o actitudes (probablemente tienen más aguzado el rasgo de la personalidad denominado apertura a la experiencia).
Estas mentalidades chocan en el procés. Ambas atesoran argumentos de peso. Los legalistas tienen razón en que, si los máximos dirigentes de Baviera declararan su independencia de Alemania, los de Texas de Estados Unidos, o los del Rosellón de Francia, serían castigados a penas muy duras por querer romper la integridad territorial inscrita en su orden constitucional. La lógica jurídica, nacional y comparativa, nos debería llevar a castigar ejemplarmente cualquier intento de secesión, sin indultos, amnistías o cambios del Código Penal.
Pero los democratistas tienen una tesis (aunque no la explicitan) tanto o más poderosa: si prácticamente la mitad de la población, y una mayoría sólida de sus parlamentos durante varios mandatos, en Baviera, Texas y el Rosellón, quisiera la independencia, los líderes sediciosos deberían ser castigados, pero las penas tendrían que estar atenuadas por el espíritu de concordia. Con el crimen individual un Estado debe ser duro; con el conflicto social, generoso. La cárcel no une a los pueblos. El perdón, sí.