viernes, 18 de agosto de 2023

Del poso del PP

 






Hola, buenas tardes de nuevo a todos y feliz viernes. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, del politólogo Oriol Bartomeus, va del poso del PP. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com










El poso del PP
ORIOL BARTOMEUS
13 AGO 2023 - El País - harendt.blogspot.com

Cuando aún no había aterrizado el último confeti del último mitin de la campaña, ya andábamos haciendo cábalas sobre la posible investidura. Cuando aún resonaba el pitido de los altavoces ya estábamos en la siguiente pantalla, camino de Waterloo. Es típico de este tiempo nuestro, acelerado y amnésico, que persigue lo nuevo, lo siguiente, cuando aún no ha acabado lo otro, lo viejo, lo que acaba de pasar o, mejor, lo que aún no ha concluido del todo.
Olvídense de los análisis sosegados sobre lo ocurrido, aún menos de extraer consecuencias de ello. Ahora toca hacer cálculos sobre los posibles escenarios futuros. Hay que moverse. Deprisa, deprisa. Pasar a lo siguiente. Ahora toca investidura, especular sobre lo que puede pedir Pugidemont, lo que puede durar Feijóo (¿alguien se acuerda ya de la noche electoral en Génova, esos idus de marzo vestidos de rojo sangre?). Nos hemos lanzado de cabeza a especular sobre el contenido de los posibles acuerdos para una hipotética investidura de Sánchez. Reforma federal, sistema de financiación autonómica, amnistía. Como si todo fuese posible con un simple chasquido de los dedos. Magia parlamentaria. Como si ensamblar una mayoría para la investidura nos permitiera, de golpe, solucionar problemas que llevan décadas enquistados, desde el inicio de estos tiempos nuestros (¿alguien se acuerda de lo difícil que fue acordar el título octavo de la Constitución? Precisamente ese y no otro).
Vivimos en la especulación permanente, como si todo fuera posible por el solo hecho de pensarlo, o de anhelarlo, de desearlo. Es la base que sustentó el procés independentista. Puesto que lo sueño, tengo derecho a tenerlo. La realidad es un poco más tozuda, como se ha demostrado. Muchos de los posibles acuerdos que se han puesto encima de la mesa estos días son simples brindis al sol, pues no puede haber reforma en profundidad sin una mayoría cualificada en el Congreso, es decir, sin el concurso del PP, lo cual deja en nada las especulaciones sobre un nuevo sistema de financiación o un impulso a la articulación federal (imprescindible, por otro lado) del Estado. Palabras, palabras.
El PP hace tiempo que quemó todas las naves y su aislamiento parlamentario es la consecuencia de ello. El PP lleva 20 años cargando contra tirios y troyanos, ensimismado en la idea de que ellos son el único partido realmente “nacional” (por mucho que ahora vuelvan a tratar al PSOE, con condescendencia, de “partido de Estado”), y que su misión es la de acabar con la malsana influencia de los nacionalismos periféricos en la gobernabilidad del Estado. ¿A alguien le puede sorprender el rotundo no del PNV a Feijóo? En el año 2000, en pleno apogeo, Aznar consiguió que la Internacional Demócrata Cristiana expulsara a los nacionalistas vascos, aun siendo estos (no el PP) miembros fundadores del club.
Las líneas maestras trazadas durante el segundo mandato de Aznar, el de la mayoría absoluta, y continuadas en la primera legislatura de Zapatero (la de la teoría de la conspiración del 11-M), son las que siguen rigiendo la acción de un PP en manos de su facción más intransigente, que sólo entiende la victoria si comporta la destrucción del adversario, de cualquier adversario, mediante la estigmatización del otro, del traidor, el felón, el vendepatrias, al que después se le reprocha no facilitar, con su abstención, la derogación de su obra de gobierno.
Es el poso acumulado en estos 20 últimos años lo que explica la situación actual del PP. Porque, a pesar de la aceleración amnésica, las palabras quedan, las acciones pesan y resuenan, y condicionan el margen de maniobra, las posibilidades, de los actores políticos. Cuando se apagan los focos sigue quedando el poso, tozudo, pringoso y obstinado, que vuelve una y otra vez para recordarnos que él delimita las fronteras de lo posible. Y esto no vale sólo para el PP, ni tan siquiera para el juego de equilibrios entre los partidos y las posibilidades para las distintas mayorías. Ese poso de tanta rabia, de tanto odio vertido, condiciona la totalidad del sistema, es decir, la posibilidad de llegar a entendernos para construir algo entre todos.


































[ARCHIVO DEL BLOG] Pronombres posesivos. [Publicada el 15/05/2009]











A la mayoría de los políticos, pero no sólo a ellos, también a jueces, médicos, militares, obispos, misioneros, funcionarios, maestros, banqueros, periodistas y líderes de opinión, por citar algunos especímenes de la diversa fauna humana, se les llena la boca con lo de la "vocación de servicio"; sobre todo cuando hablan de la suya. No deberíamos creerles siempre. El altruismo no es moneda de uso corriente entre las clases altas (ni entre las medias, ni las bajas, dicho sea de paso) aunque excepciones, haberlas haylas. Y lo que ellos llaman "vocación de servicio" la mayoría de las veces no pasa de ser ambición personal, ganas de medrar, búsqueda de gloria, pasión por el poder, ansias de mando, y a veces, hasta búsqueda del martirio como medio para ganarse el cielo. Casi cualquier cosa menos altruismo.
No tengo muy claro cual ha sido el proceso mental o la asociación de ideas que me ha llevado hasta este apesadumbrado diagnóstico; quizá la lectura de dos textos periodísticos. El primero de ellos, titulado "Narciso Sarkozy", del analista de política internacional y subdirector de El País, Lluís Bassets, sobre la peculiar forma de hacer política del actual presidente de la república francesa; el otro, titulado "Dejadme solo, que ya veo los brotes verdes", del periodista José María Izquierdo, es un sarcástico, demoledor y desencantado análisis, sobre la clase política española. No espero que los disfruten, pero sí que les haga pensar. Y sean felices a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt













jueves, 17 de agosto de 2023

De abuelos y nietos

 






Hola, buenas tardes de nuevo a todos y feliz jueves. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, de la escritora Ana Iris Simón, va de abuelos y nietos. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com










Un viejo y un crío son como un Jano bifronte
ANA IRIS SIMÓN
12 AGO 2023 - El País - harendt.blogspot.com

Una noche, antes de dormir, mi hijo de dos años me confesó algo. Estábamos ya con la luz apagada y me dijo: “Mamá, me gustan las historias”. Cuando le pregunté que cuáles me respondió “todas: la de Durruti, la de Los tres bandidos, la de Patatín y Patatón”. Mientras le acariciaba el pelo pensaba en lo curioso de su elección: para ejemplificar a qué se refería cuando me hablaba de historias había escogido un romancero —el de Durruti, que le canto a modo de nana desde que nació—, un relato escrito —Los tres bandidos, un cuento maravilloso publicado en España por Kalandraka— y uno de tradición oral —Patatín y Patatón, que se inventó mi padre cuando yo era cría—.
Para cuando empezó a cerrar los ojos yo ya estaba a otra cosa, acordándome de que esa misma mañana habíamos estado hablando por teléfono con mi abuelo y nos había dicho que andaba “revolviendo papeles”, lo cual significaba ojear facturas antiguas, mirar fotos, releer algún cuaderno o alguna carta. En el fondo no era tan distinto a mi hijo: él también nos estaba contando, aunque con otras palabras, que le gustan las historias. Desde que murió mi abuela, de hecho, le gustan aún más; nunca hasta que ella se fue me había contado tantas cosas, ni sobre sí mismo ni sobre ellos dos.
El niño ya estaba profundamente dormido cuando empecé a conjeturar con que mi hijo necesita la narración para comprender el mundo y mi abuelo para explicarlo, para después darme cuenta de que no es así: a ambos les gustan las historias por ambas cosas. Porque comprender es una forma de explicar, y viceversa. La única diferencia es a dónde dirige la mirada cada cual, porque un viejo y un crío son como un Jano bifronte: uno mira siempre hacia atrás y el otro hacia delante. Pero ambos están igualmente llenos de vida, ya sea en formato recuerdo o en formato porvenir.
Otra a la que le gustan las historias y de la que me acordé con mi niño dormido al lado es Fina, su bisabuela paterna. Una tarde se pasó el viaje entero de Espandariz a Lugo describiendo cómo era el paisaje cuando ella era cría, contándonos la historia de la Olivita, que era “un pouco retrasadiña” pero se encargaba de cuidar la casa del cura y lo hacía muy bien, y narrándonos las gestas de su abuelo, que era serrador.
Volviendo a aquel atardecer en el coche recordé también una frase de Cortázar que, con 15 años, cuando leí Rayuela, me pareció brillante pero ahora ya no tanto: “Después de los 40 años, la verdadera cara la tenemos en la nuca, mirando desesperadamente para atrás”. Porque no es desesperación lo que intuyo cuando mi abuelo me habla del día que conoció a mi abuela, sino alegría y orgullo. Del mismo modo que no es vértigo por desconocer, sino asombro por descubrir lo que hay en mi hijo cuando aprende algo nuevo.
Arropé al niño, me levanté de la cama, cerré la puerta a mi espalda y busqué una cita de El hombre en busca de sentido que recordaba vagamente. “La vida no es principalmente una búsqueda del placer, como creía Freud, ni una búsqueda de poder, como enseñó Alfred Adler, sino una búsqueda de sentido”, escribió Frankl. Por eso nos gustan las historias. Especialmente a los viejos y a los niños, que son los que tienen tiempo y sobre todo olfato para las cosas importantes.