lunes, 8 de septiembre de 2025

EL POEMA DE CADA DÍA. HOY, CELOS, DE CESARE PAVESE

 







CELOS 




1


Uno se sienta de frente y se vacían los primeros vasos

lentamente, contemplando fijamente al rival con adversa mirada.

Después se espera el borboteo del vino. Se mira al vacío,

Bromeando. Si tiemblan todavía los músculos,

también le tiemblan al rival. Hay que esforzarse

para no beber de un trago y embriagarse de golpe.


Allende el bosque, se oye el bailable y se ven faroles

bamboleantes -sólo han quedado mujeres

en el entarimado. El bofetón asestado a la rubia

congregó a todo el mundo para regodearse con el lance.

Los rivales notaban en la boca un gusto de rabia

y de sangre; ahora notan el gusto del vino.

Para liarse a golpes, es preciso estar solos,

como para hacer el amor, pero siempre está la noche.


En el entarimado, los faroles de papel y las mujeres

no están quietos con el aire fresco. La rubia, nerviosa,

se sienta e intenta reír, pero se imagina un prado

en que los dos contienden y se desangran.

Les ha oído vocear más allá de la vegetación.

Melancólica, sobre el entarimado, una pareja de mujeres

pasea en círculo; alguna que otra rodea a la rubia

y se informan acerca de si en verdad le duele la cara.


Para liarse a golpes es preciso estar solos.

Entre los compañeros siempre hay alguno que charla

y es objeto de bromas. La porfía del vino

ni siquiera es un desahogo: uno nota la rabia

borboteando en el eructo y quemando el gaznate.

El rival, más sosegado, ase el vaso

y lo apura sin interrupción. Ha trasegado un litro

y acomete el segundo. El calor de la sangre,

al igual que una estufa, seca pronto los vasos.

Los compañeros en derredor tienen rostros lívidos

y oscilantes, las voces apenas se oyen.

Se busca el vaso y no está. Por esta noche

-incluso venciendo- la rubia regresa sola a casa.


2


El viejo tiene la tierra durante el día y, de noche,

tiene una mujer que es suya -que hasta ayer fue suya.

Le gustaba desnudarla, como quien abre la tierra,

y mirarla largo tiempo, boca arriba en la sombra,

esperando. La mujer sonreía con sus ojos cerrados.


Se ha sentado el viejo esta noche al borde

de su campo desnudo, pero no escruta la mancha

del seto lejano, no extiende su mano

para arrancar la hierba. Contempla entre los surcos

un pensamiento candente. La tierra revela

si alguien ha colocado sus manos sobre ella y la ha violado:

lo revela incluso en la oscuridad. Más no hay mujer viviente

que conserve el vestigio del abrazo del hombre.


El viejo ha advertido que la mujer sonríe

únicamente con los ojos cerrados, esperando supina,

y comprende de pronto que sobre su joven cuerpo

pasa, en sueños, el abrazo de otro recuerdo.

El viejo ya no contempla el campo en la sombra.

Se ha arrodillado, estrechando la tierra

como si fuese una mujer que supiera hablar.

Pero la mujer, tendida en la sombra, no habla.


Allí donde está tendida, con los ojos cerrados, la mujer no habla

ni sonríe, esta noche, desde la boca torcida

al hombro lívido. Revela en su cuerpo,

finalmente, el abrazo de un hombre: el único

que podría dejarle huella y que le ha borrado la sonrisa.




CESARE PAVESE (1908-1950)

poeta italiano

























No hay comentarios: