jueves, 1 de marzo de 2018

[UN CLÁSICO DE VEZ EN CUANDO] Hoy, con "Ifigenia entre los tauros", de Eurípides





En la mitología griega, Melpómene (en griego Μελπομένη "La melodiosa") es una de las dos Musas del teatro. Inicialmente era la Musa del Canto, de la armonía musical, pero pasó a ser la Musa de la Tragedia como es actualmente reconocida. Melpómene era hija de Zeus y Mnemósine. Asociada a Dioniso, inspira la tragedia, se la representa ricamente vestida, grave el continente y severa la mirada, generalmente lleva en la mano una máscara trágica como su principal atributo, en otras ocasiones empuña un cetro o una corona de pámpanos, o bien un puñal ensangrentado. Va coronada con una diadema y está calzada de coturnos. También se la representa apoyada sobre una maza para indicar que la tragedia es un arte muy difícil que exige un genio privilegiado y una imaginación vigorosa. Un mito cuenta que Melpómene tenía todas las riquezas que podía tener una mujer, la belleza, el dinero, los hombres, solo que teniéndolo todo no podía ser feliz, es lo que lleva al verdadero drama de la vida, tener todo no es suficiente para ser feliz.

Les pido disculpas por mi insistencia en mencionar a los clásicos, de manera especial a los griegos, y de traerlos a colación a menudo. Me gusta decir que casi todo lo importante que se ha escrito o dicho después de ellos es una mera paráfrasis de lo que ellos dijeron mucho mejor. Con toda seguridad es exagerado por mi parte, pero es así como lo siento. Deformación profesional como estudioso de la Historia y amante apasionado de una época y unos hombres que pusieron los cimientos de eso que llamamos Occidente.

El teatro occidental nació en Atenas poco antes del siglo V a.C. y tuvo su esplendor durante la época clásica. Las obras que se conservan completas fueron representadas entre el 472 a.C., ocho años después de la victoria de los griegros sobre los persas en Salamina, y el 401 a.C, tres años después de la derrota de los atenienses ante los espartanos y sus aliados tras la sangrienta guerra del Peloponeso, que comenzó el 431 a.C. En esta época surge también en Atenas el primer Estado democrático, y las artes, las letras y el conocimiento filosófico y científico avanzaron como pocas veces más en la historia. El teatro fue entonces no solo un fenómeno artístico, sino también una institución cívica, política, democrática y religiosa.

Muchas palabras relacionadas con el teatro y usadas hoy reflejan su origen griego: teatro, drama, escena, protagonista, episodio y tantas otras. Todas ellas y otras más tuvieron un sentido primigenio, ligado a las circunstancias de su origen. Solo ya por eso sería interesante un acercamiento a la tragedia clásica griega. Pero además las tragedias que ha legado la Antigüedad han modelado el pensamiento y las artes de la cultura occidental y son símbolos de la conducta humana de todos los tiempos. Conocer como Edipo descubrió su auténtica identidad a través de una investigación metódica que lo condujo a su propia perdición plantea un problema universal sobre la responsabilidad del individuo. Descubrir como Medea, abandonada por su marido, Jasón, se toma la más dolorosa de las venganzas revela un aspecto de la condición humana. Compadecer a quienes sufren sin culpa los desastres de la guerra, como las mujeres que forman el coro de Las troyanas, ayuda a sentirse más humano. Por todo ello -y por mucho más- leer o releer las tragedias griegas clásicas es un placer estético y hace al lector sentir que se desarrolla como persona.

A punto de culminar con esta penúltima entrada, la treinta y dos de la serie, la sección de Un clásico de vez en cuando, subo al blog la tragedia de Eurípides Ifigenia entre los tauros, que pueden leer en el enlace inmediatamente anterior.

Esta obra, inserta también como Electra en la saga de los Atridas, marca el fin de las maldiciones de dicha familia. Fue representada en torno al 414 a.C. y, junto con Helena, tiene un final feliz y elementos novelescos y espectaculares comparables. Después del matricidio, en su proceso de purificación, Orestes llega al país de los tauros, en la actual Crimea, a donde fue llevada su hermana Ifigenia por Artemis después del sacrificio en Áulide. Nada hay en la tradición anterior que cuente este viaje de Orestes, totalmente inventado por Eurípides, si bien la estancia de la muchacha como sacerdotisa es conocida por otras fuentes. 

Los ingrediente novelescos, paisajes exóticos, viajes a tierras lejanas, suspense, y salvación en el útimo momento, se unen a motivos muy recurrentes en Eurípides, como el reconocimiento y, antes de él, la situación de dos seres emparentados que corren el peligro de convertirse, por mor de un destino adverso, en asesino uno de otro, como veíamos en Ión

Eurípides (480-406 a.C.) fue uno de los tres grandes poetas trágicos griegos de la antigüedad, junto con Esquilo y Sófocles. Fue amigo de Sócrates, el cual, según la tradición, sólo asistía al teatro cuando se representaban obras suyas. En 408 a. C., decepcionado por los acontecimientos de su patria, implicada en la interminable Guerra del Peloponeso, se retiró a la corte de Arquelao I de Macedonia, en Pela, donde murió dos años después. Su concepción trágica está muy alejada de la de Esquilo y Sófocles. Sus obras tratan de leyendas y eventos de la mitología de un tiempo lejano, muy anterior al siglo V a. C. de Atenas, pero aplicables al tiempo en que escribió, sobre todo de las crueldades de la guerra. Reformó la estructura formal de la tragedia ática tradicional, mostrando mujeres fuertes y esclavos inteligentes y satirizó a muchos héroes de la mitología griega. Sus obras parecen modernas en comparación con los de sus contemporáneos, centrándose en la vida interna y las motivaciones de sus personajes de una forma antes desconocida para el público griego. Disfrútenla.







Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



HArendt






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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)