Continúo hoy la serie de Cuentos para la edad adulta con el titulado El albañil, del poeta romántico francés Louis Jacques Napoléon Bertrand (1808-1841), conocido literariamente como Aloysius Bertrand, autor de la colección de poemas titulada Gaspard de la nuit sobre la que el compositor Maurice Ravel escribió una suite del mismo nombre. Introdujo el género literario conocido como "poema en prosa" e inspiró a Charles Baudelaire su Spleen de París.
El cuento, como género literario, se define por ser una narración breve, oral o escrita, en la que se narra una historia de ficción con un reducido número de personajes, una intriga poco desarrollada y un clímax y desenlace final rápidos. Durante los próximo meses voy a traer hasta el blog algunos de los relatos cortos más famosos de la historia de la literatura universal. Obras de autores como Philip K. Dick, Franz Kafka, Herman Melville, Guy de Maupassant, Julio Cortázar, Alberto Moravia, Juan Rulfo, Jorge Luis Borges, Edgar Allan Poe, Oscar Wilde, Lovecraft, Jack London, Anton Chejov, y otros.
Les dejo con el relato El albañil, de Aloysius Bertrand:
El albañil Abraham Knufer canta, con la llana en la mano, andamiado en los aires, tan alto que cuando lee los versos góticos de la campana mayor nivela con sus pies la iglesia de treinta arbotantes con la ciudad de treinta iglesias.
El cuento, como género literario, se define por ser una narración breve, oral o escrita, en la que se narra una historia de ficción con un reducido número de personajes, una intriga poco desarrollada y un clímax y desenlace final rápidos. Durante los próximo meses voy a traer hasta el blog algunos de los relatos cortos más famosos de la historia de la literatura universal. Obras de autores como Philip K. Dick, Franz Kafka, Herman Melville, Guy de Maupassant, Julio Cortázar, Alberto Moravia, Juan Rulfo, Jorge Luis Borges, Edgar Allan Poe, Oscar Wilde, Lovecraft, Jack London, Anton Chejov, y otros.
Les dejo con el relato El albañil, de Aloysius Bertrand:
EL ALBAÑIL
por
Aloysius Bertrand
El albañil Abraham Knufer canta, con la llana en la mano, andamiado en los aires, tan alto que cuando lee los versos góticos de la campana mayor nivela con sus pies la iglesia de treinta arbotantes con la ciudad de treinta iglesias.
Ve a las tarascas de piedra vomitar agua desde las pizarras al abismo confuso de las galerías, las ventanas, las pechinas, los pináculos, las torrecillas, los techos y armazones, que mancha con un punto gris el ala sesgada e inmóvil del terzuelo.
Ve las fortificaciones que se recortan en estrella, la ciudadela que se yergue como una gallina en medio de una hogaza, los patios de los palacios donde el sol seca las fuentes y los claustros de los monasterios donde la sombra gira en torno a los pilares.
Las tropas imperiales se han albergado en el arrabal. He ahí un jinete que tamborilea más lejos. Abraham Knufer distingue su sombrero de tres picos, sus cordones de lana roja, su escarapela atravesada por un alamar y su cola anudada con una cinta.
Todavía ve algo más, soldadotes que, en el parque empenachado de gigantescos ramajes, en anchos céspedes de esmeralda, acribillan a tiros de arcabuz un pájaro de madera fijado en la punta de un mayo.
Y por la tarde, cuando la nave armoniosa de la catedral se adormece, acostada con los brazos en cruz, distingue desde la escala, en el horizonte, una población incendiada por gentes de armas, que flameaba como un cometa en el azur.
1 comentario:
Realmente bueno...
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