miércoles, 22 de marzo de 2023

De la pregunta sobre quién soy yo

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz jueves. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, del genetista Javier Sampedro, va de la pregunta sobre quién soy yo. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.
harendt.blogspot.com








Un mapa de ti mismo
JAVIER SAMPEDRO
16 MAR 2023 - El País
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¿Dónde estás? No me refiero a en qué ciudad o en qué línea de metro, sino a dónde está eso que llamas yo, a qué lugar ocupa en tu cuerpo tu sentido de existir, de percibir el mundo, de pensar sobre él. Déjame adivinarlo: está en algún lugar detrás de tus ojos y entre tus dos orejas. Así lo sentimos todos. Pero eso es solo porque la luz nos entra por los ojos y el sonido por las orejas. Imagina ahora que un cirujano maligno te extrae el cerebro y lo mete en una pecera conservando todas sus conexiones con tus ojos, tus oídos y demás. Puestos a imaginar, supón que estás ahí de pie, mirando tu propio cerebro sumergido en la pecera. ¿Dónde está ahora tu yo? Seguramente estará en la pecera, ¿no? Eso es lo que te dice todo lo que sabes de neurología, sea mucho o poco. Pero no es lo que tú sientes. Tú crees seguir estando detrás de tus ojos y entre tus dos orejas. ¿O no? El filósofo Daniel Dennett planteó algo parecido en los años noventa, pero no lo encuentro.
Estos días hemos conocido un avance asombroso de la neurociencia, el mapa completo del cerebro de una larva de mosca, con sus 3.016 neuronas y las 548.000 conexiones (sinapsis) que forman entre ellas. Eso es 30 millones de veces menos que un cerebro humano, pero con toda su modestia debe ser capaz de permitir a la larva orientarse hacia la luz, guiarse por el olor hacia un alimento y recordar dónde está cuando tiene que volver a él, o para evitar un peligro. No es una pieza suelta de software, sino un sistema integrado y autoconsistente que organiza el comportamiento de un individuo autónomo. Toda esa complejidad vital debe forzosamente estar ahí, en el mapa completo de las neuronas y sus sinapsis (el conectoma) que han dibujado los científicos de Cambridge.
La mala noticia es que todavía no sabemos leer el mapa. Es muy probable que todos los datos necesarios para entender el comportamiento de la larva estén ya ahí, delante de nuestros ojos. Pero la información no basta. Necesitamos convertirla en conocimiento. Leer el genoma humano, decía Sydney Brenner, es un logro comparable a llevar un hombre a la Luna, pero falta lo más difícil, que es traerle de vuelta. En su metáfora, traerle de vuelta significa entender el genoma, capturarlo, aprender a leerlo. Lo que ocurría con el genoma vuelve a ocurrir con el conectoma: que necesitamos convertir la información en conocimiento.
Pero Brenner era radical. Lo cierto es que entenderlo todo hasta su mismísimo núcleo lógico no es necesario para empezar a utilizarlo. Y el tamaño del organismo investigado crecerá con seguridad en el futuro, porque no hay ningún problema de principio. Es cuestión de inversión. Cartografiar el cerebro del ratón puede llevar 15 años y mil millones de dólares, y para la especie humana habría que multiplicar esas cifras por algún factor desconocido.
Pero algún día estaremos de pie contemplando el mapa de nuestro propio cerebro, con sus 86.000 millones de neuronas y todas las sinapsis entre ellas, y nos volveremos a preguntar como en la parábola de la pecera: ¿dónde estoy yo? La razón te dirá que tú eres ese mapa inextricable de neuronas y sinapsis, nodos y nexos, pero tú seguirás estando detrás de tus ojos y entre tus dos orejas, ¿no?






























[ARCHIVO DEL BLOG] Historias de la República. [Publicada el 19/10/2009]










La Historia, notaria del pasado, sigue gozando de respetable salud. Y eso que hace ya 2500 años que dos griegos ilustres, mediado el siglo IV a.C. la iniciaran como disciplina científica: Heródoto, con su "Historia" (Círculo de Lectores, Barcelona, 1996), y Tucídides, con su "Historia de la Guerra del Peloponeso" (Círculo de Lectores, Barcelona, 1997), hermosas lecturas que recomiendo con énfasis especial.
De esa misma respetable salud sigue gozando la historia de la Guerra Civil Española de 1936-1939, y por extensión, la de la II República española (1931-1939). Uno de los historiadores que más y mejor ha escrito sobre la guerra civil española ha sido el profesor e hispanista norteamericano Gabriel Jackson (1921), y entre los españoles, el economista, diplomático e historiador Ángel Viñas (1941), catedrático de la Universidad Complutense de Madrid.
Al profesor Viñas le conocí, aunque no tuve el place de tratarle personalmente, durante su paso por la UNED, en el tiempo en que yo cursaba la licenciatura de Geografía e Historia en dicha universidad, a mediados de los 80, y en el Congreso Internacional sobre "La oposición al régimen de Franco", organizado en Madrid, también por la UNED, en 1988, bajo la dirección de los profesores Tuñón de Lara y Javier Tusell, al que asistí como alumno becario. Le recuerdo con su sempiterna corbata de pajarita (prenda típica y casi de uniformidad oficial del profesorado de la Universidad de Princeton, en Nueva Jersey (Estados Unidos); la Universidad de Albert Einstein, y perdónenme la digresión, los cinematográficos y televisivos, respectivamente, doctores Indiana Jones y House).
De él reseñé en este mismo blog, en mi entrada "Falsos mitos", del uno de septiembre pasado, un artículo suyo de ese mismo día en El País, titulado "Un tiempo de sangre y fuego", sobre algunas de las falsedades creadas por la historia en torno al pacto Stalin-Hitler, que diera paso poco más tarde a la II Guerra Mundial.
Y en este mes de octubre, en la prestigiosa, y para mi imprescindible lectura mensual Revista de Libros en su número 154, el profesor Gabriel Jackson publica una extensa y documentada recensión bajo el elogioso título de "Una trilogía histórica magistral" de los tres últimos libros del profesor Ángel Viñas: "La soledad de la República"; "El escudo de la República", y "El honor de la República", todos ellos editados por Crítica, Barcelona.
Dice el profesor Jackson que los tres libros reseñados constituyen, sin ninguna duda, los estudios archivísticos más detallados y más exhaustivamente documentados de las reacciones diplomáticas y militares al estallido de la Guerra Civil española; y también de los esfuerzos de los sucesivos gobiernos republicanos para vencer la hostilidad político-económica de las grandes potencias democráticas –Inglaterra, Francia y Estados Unidos– y contrarrestar la masiva ayuda militar ofrecida desde el principio por Italia, Alemania y Portugal a las fuerzas comandadas por el general Franco.
En pos de su investigación documental, añade, el autor ha viajado a París, Londres, Moscú y a muchos otros lugares específicos en que se encuentran archivos relevantes. Ha proporcionado detalladas notas al pie para todas sus interpretaciones controvertidas. Ha preparado una lista de los acrónimos de docenas de archivos, preparado una bibliografía ingente, ofrecido al lector una extensa lista de dramatis personae y aportado copias de documentos importantes. Para conseguir su objetivo crítico e historiográfico ha citado, y refutado, cientos de contundentes afirmaciones de personas e instituciones que aparecen citadas con sus nombres.
En los párrafos finales de su comentario, el profesor Jackson dice que ha intentado señalar lo que le parecen énfasis ocasionales que distraen de la tarea principal, y que han ocupado mucho espacio porque quería que el lector conociera los juicios del autor más que simplemente las valoraciones que el reseñista hacía de esos juicios, pero que ello no ha de entenderse en absoluto como una evaluación negativa. Nadie, añade, ha rastreado los archivos más exhaustivamente que Viñas, que nadie ha estado más dispuesto que él a compartir información, o se ha mostrado más deseoso de comparar interpretaciones con colegas.
Como conclusión de la reseña, el historiador e hispanista norteamericano manifiesta que esta trilogía publicada por el profesor Viñas se mantendrá como una combinación excepcionalmente rica de historias basadas en archivos y de debates que cuestionan deliberadamente ideas establecidas en la lucha por alcanzar un entendimiento objetivo de la Guerra Civil española.
Desde el momento en que leí el artículo de Gabriel Jackson en "Revista de Libros" pensé que debería traerlo hasta mi blog, no, evidentemente, por lo que yo pudiera decir al respecto, salvo manifestar mi admiración y respeto por tan ilustre historiador, sino por hacerles partícipes a ustedes del placer de su lectura. Mi más sincero agradecimiento al profesor Gabriel Jackson y a la editora de "Revista de Libros" por haberme dado permiso para reproducir su artículo en mi Blog. Es un honor y un enorme placer para mi. Espero que les resulte interesante. Y sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt











martes, 21 de marzo de 2023

De las realidades inventadas

 







Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz miércoles. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, del escritor Juan Gabriel Vásquez, va de las realidades inventadas. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.
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Fox News: la realidad inventada
JUAN GABRIEL VÁSQUEZ
17 MAR 2023 - El País
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En La voz más alta, una serie que no es posible ver sin estremecimientos profundos, el personaje del inefable Roger Ailes le suelta a un discípulo esta perla de sabiduría: “Si les dices qué pensar, los pierdes; si les dices qué sentir, son tuyos”. Se refería al electorado conservador de los Estados Unidos, o por lo menos a la parte que ve televisión por cable; y hablaba (por boca de Russell Crowe, que hace una actuación extraordinaria, incluso debajo de sus toneladas de carne y piel ficticias) desde el magisterio que le daba su posición en la cadena Fox News. No me he puesto en la tarea de averiguar si alguna vez dijo esas palabras precisas, pero no es difícil concebirlo: así era Roger Ailes, el hombre de orígenes humildes que intuyó el poder de la televisión con Nixon, lo entendió con Reagan, lo domesticó con los Bush y después, durante los dos gobiernos de Obama, acabó convirtiendo Fox News en el órgano de propaganda ultraconservadora más poderoso que ha visto nuestro siglo, capaz de convertir a payasos en presidentes, la verdad en mentira y la mentira en verdad.
“Si les dices qué pensar, los pierdes; si les dices qué sentir, son tuyos”: ahí está, en catorce palabras, el manual de instrucciones de cualquiera de los populismos que tanto nos han puesto a hablar en la última década. Ese reemplazo de la razón por las emociones, ese truco de prestidigitador o de estafador de calle con bolita y copas opacas, es tan viejo como el discurso de Marco Antonio en el Julio César de Shakespeare, pero los ciudadanos de las democracias actuales lo hemos visto hacer estragos en algunos de los países más estables de eso que llamamos Occidente. En Estados Unidos se ha convertido en una fuerza antiliberal, paranoica y ultrarreligiosa, un espacio donde se han normalizado las teorías de la conspiración más grotescas —la que sugería que Obama no había nacido en Hawái, sino en Kenia, floreció entre sus periodistas— y donde los programas de la noche, con sus comentaristas provocadores y su audiencia cautiva y agraviada y lista para el odio, escupen impunemente una visión del mundo que hasta hace poco medraba en las esquinas vergonzantes de internet.
A España no suelen llegar los ecos de esas conversaciones, si es que se les puede llamar así, pero en América Latina es incalculable la influencia que ha tenido la cadena desde la transformación propiciada por Roger Ailes. No sé si sea exagerado decir que Donald Trump es un invento de Fox News, pero no lo creo: la cadena fue su escenario y su micrófono, y desde allí lanzó tantas mentiras y distorsiones como desde su cuenta de Twitter, mientras sus interlocutores sumisos y obsecuentes se cuidaban convenientemente de hacer cualquier cosa que remedara el periodismo. No sé cuánto les suenen a ustedes estos nombres, pero Bill O’Reilly, Sean Hannity, Jeanine Pirro, Laura Ingraham o Tucker Carlson inventaron y siguen inventando —para inmenso provecho del dueño de todos, Rupert Murdoch— una verdadera realidad alterna. Allí, en esa burbuja impenetrable, Estados Unidos es una sociedad amenazada por los inmigrantes, las élites, los liberales y los laicos, todos agentes de una conspiración masiva contra la familia y los valores de toda la vida.
Y es un error, como siempre, pensar que lo que ocurre en Estados Unidos se queda en Estados Unidos. Tucker Carlson, por ejemplo, ya es un personaje permanente —y un propagandista dedicado— de la nueva extrema derecha internacional, el club al que pertenece o aspira Vox, y ha dedicado horas de sus monólogos desquiciados a elogiar a Viktor Orbán y a Vladímir Putin. Yo recuerdo en particular, ahora que estamos lamentando que se cumpla un año de la invasión criminal en Ucrania, sus comentarios de febrero de 2022, cuando el ejército ruso se había instalado en la frontera y la tragedia estaba a punto de empezar. Se quejó de que los demócratas obligaran a todos a odiar a Putin. “¿Acaso Putin me ha llamado racista?”, baboseó. “¿Acaso me ha amenazado con despedirme por no estar de acuerdo con él? No. Putin no ha hecho nada de eso.” Era casi conmovedor verlo manipular así los complejos y los resentimientos del conservador promedio, metido en sus propias razones para sentirse perseguido por los liberales.
Pero sus opiniones tienen influencia. Cuando dice que Zelenski es un dictador (como en diciembre pasado), cuando dice que es un autoritario peligroso que ha instalado en Ucrania un estado policial de un solo partido, sus delirios dan forma a la opinión de su público. Cuando dice que las élites demócratas quieren reemplazar a los norteamericanos genuinos por gente traída “del Tercer Mundo”, tiene influencia. Cuando abiertamente habla del Gran Reemplazo —una de las más célebres paranoias de los supremacistas blancos y la extrema derecha neonazi—, cuando acusa a los demócratas de cambiar a los norteamericanos genuinos por “gente más obediente venida de países lejanos”, tiene enorme influencia. He escrito “norteamericanos genuinos”, pero la expresión que usa Carlson es más interesante: legacy Americans, que se podría traducir como “norteamericanos por legado”. Habrá que ver qué significa eso en un país hecho, justamente, de gente venida de países lejanos.
Por todo lo anterior es tan fascinante lo que ha ocurrido en estos días. Desde las elecciones que ganó Biden, estos opinadores —Carlson a la cabeza— defendieron al aire la teoría conspiranoide de las elecciones robadas. Desde Fox se sugirió que la empresa dueña de las máquinas de contar votos, Dominion, usaba un software que manipulaba el conteo; la empresa demandó a la cadena por difamación; y ahora han salido a la luz, como parte de las investigaciones, los mensajes de texto en que los periodistas dicen en privado algo muy distinto de lo que sostenían en público. La hipocresía es tan flagrante que hace apenas unos días, hablando bajo la gravedad del juramento, el gran jefe Rupert Murdoch aceptó que sus periodistas habían defendido la teoría de las elecciones robadas a sabiendas de que era mentira, y aceptó además que prefirió no hacer nada: se trataba de no perder la audiencia trumpista, poco dada a apreciar la información que no coincida con sus deseos.
No sé qué pasará con el juicio, pero el escándalo no parece haber afectado realmente la mentalidad de los delirantes propagandistas de Fox News. Esta semana, Carlson llevó más allá las fronteras de la realidad alterna: hablando del ataque al Capitolio del 6 de enero, repasó las grabaciones de las cámaras de seguridad, escogió pasajes donde no se veían los hechos violentos que todos vimos, sino hombres y mujeres que paseaban por los corredores y tomaban fotos, y concluyó que lo del 6 de enero no fue en realidad ningún ataque, como nos quieren hacer creer los mentirosos demócratas, sino una manifestación pacífica. No habíamos visto un intento más cínico de falsear los hechos desde comienzos de 2017, cuando Sean Spicer, en la sala de prensa de la Casa Blanca, dijo que la inauguración de Trump era la más concurrida de la historia, punto. Las fotos aéreas permitían comparar esa ceremonia con la de Obama y demostrar que no era cierto, pero eso nunca importó: la realidad no era lo que se veía, sino lo que los republicanos querían que se viera.
En un cuento de Borges, el narrador recuerda la Suma teológica, donde se niega que Dios pueda “hacer que lo pasado no haya sido”. Qué tiempos aquellos: cuando pensábamos que Borges escribía literatura fantástica, y que el dios de santo Tomás era más poderoso que una cadena de televisión por cable.



























[ARCHIVO DEL BLOG] Historias de la transición española. [Publicada el 03/06/2008]











Seguimos a vueltas con el pasado, una de las mejores fórmulas para entender el presente... Hoy, con la tan traída, llevada y al parecer de algunos, inacabada transición española. Hoy habla de ella en El País el que fuera tres veces ministro en los gobiernos de Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo-Sotelo, Alberto Oliart.
Dice Oliart, y lo dice con rotundidad, que no se puede llamar "nueva transición" a la llegada al gobierno de Felipe González, José María Aznar o José Luis Rodríguez Zapatero. Que la "Transición", la que ha pasado a la historia con ese nombre, tuvo otros protagonistas y finalizó tras la aprobación de la Constitución de 1978 y la elección de Felipe González como presidente. Dice también que eso de que "España se rompe", lo viene oyendo él desde que murió Franco, pero que no es verdad; que España no está rota, ni se rompe ni va a romperse. Y crítica con severidad a quienes desde la ultraderecha y las filas del PP lo siguen afirmando, aún hoy...
Pero lo que más me ha llamado la atención de su artículo es el rapapolvo que echa a la actual jerarquía católica española en su enfrentamiento con el gobierno socialista. Les dice cosas muy severas a los obispos, y contrapone con acierto la actitud de hipócrita beligerancia de su dirección actual con la postura de respeto y colaboración de su antecesor en aquella época, el cardenal Tarancón.
A mi lo que me molesta de Rouco, Cañizares y Cía no es lo que dicen... ¡Faltaría más, claro que pueden decir lo que quieran!... Incluso mentir, como hacen con ese desparpajo tan clerical y tan ajeno a las enseñanzas de su Maestro... Lo que me repatea de esta gente es que encima se hagan, -porque la verdad, resulta difícil de creer que lo digan en serio- los perseguidos y las víctimas. Viniendo de quienes viene, unos señores que han tenido bajo su bota durante siglos y sin contemplaciones a las buenas y crédulas gentes de este país, -"se sienten acreedores del mundo siempre, aunque lleven la vida entera agraviándolo y despojándolo"- ("Tu rostro mañana. Fiebre y Lanza", Javier Marías, Santillana, Madrid, 2004) no deja de ser, como mínimo, un ejercicio de cinismo. Aunque en cinismo, los del capelo sean unos maestros consumados... Sean felices. HArendt














lunes, 20 de marzo de 2023

Del funcionamiento de la justicia en España

 







Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz martes. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, del catedrático y jurista Jordi Nieva-Fenoll, va del funcionamiento de la justicia en España. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.
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La Justicia española funciona realmente mal
JORDI NIEVA-FENOLL
17 MAR 2023 - El País
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Aunque la ciudadanía en general lo ignore, hace unas cuantas semanas que están en huelga indefinida los letrados de la Administración de Justicia. Esa estrambótica denominación que se les dio caprichosamente a estos funcionarios en 2015, no refleja en absoluto que, al amparo de la ley, su misión es insustituible en los procesos judiciales: dan fe de lo que sucede en y ante el tribunal, como si fueran una especie de grabadoras humanas. Y es que su misión fue ideada hace muchos siglos, cuando no existían esas grabadoras e incluso muchos jueces eran analfabetos; por ello se les llamaba “escribanos”. Más allá de eso, dirigen al personal administrativo que trabaja en un tribunal para que su burocracia funcione. Además de ello se les han ido atribuyendo en las últimas décadas algunas labores que desde siempre habían sido competencia exclusiva de los jueces, a fin de descargar a estos últimos. Lamentablemente eso ha generado duplicidades y contradicciones, además del mayor trabajo que les ha supuesto a esos Letrados sin mejora de su sueldo. De ahí nace la huelga.
Siendo lo anterior grave, en realidad es solamente un síntoma. El funcionamiento de la justicia en España es burocráticamente calamitoso, lo que hace que también se resienta la calidad intrínseca del trabajo de jueces y fiscales en demasiadas ocasiones. Nos hemos acostumbrado desde hace demasiados años a que un ciudadano interpone su demanda en cualquier proceso, o su denuncia o querella en un proceso penal, y en principio no pasa absolutamente nada. Lo que pasa es un tiempo que se siente infinito hasta que el tribunal tiene ocasión de ocuparse de aquella petición de justicia. Pueden pasar semanas o meses antes de que el ciudadano tenga alguna noticia de aquello que tanto —en términos económicos y anímicos— le costó decidir iniciar. Sólo en algunos casos mediáticos —tampoco todos— la maquinaria se mueve más rápido simplemente por eso, porque son mediáticos y no se quiere dar mala imagen. Al margen quedan todos los casos que no salen en la prensa, que son el 99% de los asuntos pendientes ante los tribunales.
La culpa de todo, pese a lo que se acaba de decir, no suele ser de los trabajadores de la justicia. Casi todos están saturados de trabajo. Unos combaten esta penosa situación tratando más mecánica y superficialmente los asuntos para no retrasarse más, y otros simplemente caen en la depresión, entre otros trastornos, o al menos en la desesperación por su voluntad de hacer realmente el trabajo que les viene exigido legalmente, y no sólo aparentarlo. En el fondo, en la Justicia no pasa nada diferente que en otros servicios públicos o privados que también están saturados, como los servicios sanitarios. Sus integrantes, o diseñan estrategias para salir del paso haciendo su trabajo con más ligereza, o se desesperan ante la impotencia y frustración, y todavía reciben quejas por los retrasos que provocan al querer hacer las cosas bien.
La responsabilidad de todo lo anterior proviene de una endémica falta de jueces —problema que no es exclusivamente español— cuyo número es muy insuficiente para absorber todo lo que se les plantea, así como de una caótica organización burocrática del servicio que resulta incomprensible, no ya con las herramientas de inteligencia artificial que debieran ayudarles ya desde hace tiempo, sino con la propia configuración de los procedimientos en las leyes que, pese a las reformas, es propia de hace dos o tres siglos, pero no del siglo XXI. Sin embargo, un tradicionalismo muy arraigado y extendido entre el estamento jurídico —no sólo judicial— impide cualquier reforma. Ni siquiera llegan los juristas a concebir algo distinto, atrapadas las mentes de los reformadores en esquemas procedimentales que no creen modificables ni superables. Imposible pedirles un más que necesario cambio de mentalidad en este sentido.
Lo primero que debiera ser inaceptable es que las peticiones de justicia de los ciudadanos no reciban una primera respuesta en un plazo máximo de cinco días, debiendo ser resuelto cualquier procedimiento en un período no superior a treinta días. No es un imposible ni una quimera y, por cierto es escandaloso pensar que sí lo es. Existen diversas estrategias para lograrlo haciendo una gestión de los asuntos cuando ingresan en el sistema que es inédita en España, pero que conlleva, como primer efecto, que lo más frecuente y sencillo es resuelto de inmediato, demorándose más tiempo lo que es inevitablemente más complejo, como resulta lógico. Es fácil decirlo, pensarán algunos. En realidad tampoco es difícil hacerlo, si se renuncia a la burocracia absurda y sobre todo a la tradición y a los automatismos heredados de un pasado bastante más remoto de lo que se cree. Porque poco ayudan los avances informáticos si la tradicional burocracia permanece inalterada en las leyes. Y es que no ha habido reforma legal alguna en España que haya pretendido combatirla realmente, o haya sabido cómo.
A la vez, también hacen falta muchos más efectivos, es decir, más jueces. Hay unos letrados de la Administración de Justicia en huelga que tal vez, si quisieran, podrían ser reconvertidos en jueces, dejando de lado sus históricas funciones que hoy han perdido su sentido. Son personas muy valiosas que podrían prestar el servicio de la Justicia con calidad en muchísimos casos en los que ni siquiera se ha pensado.
De hecho, España es un país de tradiciones a veces desesperantes. Sólo les diré que hay una figura romana que ha sobrevivido incomprensiblemente en nuestro país y no así en la mayoría de nuestro entorno: el procurador. Su competencia profesional es como la de cualquier abogado, pero sus funciones, que cuestan mucho dinero a la ciudadanía, pertenecen también a la historia y no a necesidades actuales. Lo curioso es que muchos de ellos, con la debida formación complementaria en un período transitorio, también podrían ser excelentes jueces para no pocos asuntos.