Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz lunes. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy, del escritor Enric González, va sobre las democracias . Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Nada más por mi parte salvo desearles que sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.
ENRIC GONZÁLEZ
24 DIC 2022 - El País
Cualquiera que haya salido a la calle habrá notado que la sociedad española no sufre ninguna crisis existencial. La gente va y viene, se aglomera en las aceras céntricas, gasta dinero si puede y goza o sufre, según, de estos días viscosos que se alargan hasta bien entrado enero. Quien no vive de la política es ya inmune a la repetición de palabras huecas, con la misma vacuidad semántica (aunque con mucha menos gracia) que una retahíla de insultos del Capitán Haddock: “¡Anacoluto, mercantilista, ostrogodo, coleóptero, bachibuzuk!”.
El diccionario nos dice que un anacoluto es una incoherencia gramatical en una frase. Y que un bachibuzuk era un mercenario del antiguo Ejército otomano. No hace falta consultarlo para saber que una dictadura es una cosa atroz (hemos pasado por eso), que el terrorismo mata y aterroriza (hemos pasado por eso) y que un golpe de Estado es un acto político de extrema violencia respaldado por las armas (no hace tantísimos años que sufrimos un intento fallido, y aunque sigamos sin saber quién lo patrocinó realmente, no hemos olvidado en qué consiste).
Habrá ciudadanos de a pie, de tal ideología o de tal otra, que usen con soltura palabras como “dictadura” o “golpismo”. De la misma forma que podrían decir “bachibuzuk”. Simples interjecciones.
Lo que ha venido ocurriendo con el Poder Judicial y el Tribunal Constitucional no es más que un síntoma, el enésimo, de un sistema político de mediocre calidad. Un sistema democrático, sin embargo. Con toda la injusticia económica y social que ustedes quieran, con graves deficiencias, con insólitos alardes de cinismo por parte de quienes lo manejan. Es una democracia imperfecta, como lo son todas, en mayor o menor grado. Pero es una democracia.
Al igual que en otras democracias que solemos considerar más o menos avanzadas (Estados Unidos, Francia o Reino Unido, por ejemplo), el ciudadano no vota a favor, sino en contra. Hace ya tiempo que los partidos juegan a eso que llamamos polarización y que en realidad consiste en la descalificación del adversario. El juego requiere figuras totémicas a las que se pueda odiar y amar de una forma tan profunda como irracional; disponemos de varias de ellas. Dejando de lado a Irene Montero y Pablo Iglesias, por escasez de peso electoral, el juego lo protagonizan Pedro Sánchez e Isabel Díaz Ayuso.
Permítanme una opinión muy subjetiva: hay un señor gallego que dice mandar en el PP, pero cada vez que le oigo creo escuchar a la presidenta de Madrid. El PP ofrece un discurso ayusista pronunciado por alguien que no tiene ni la desfachatez ni el ánimo asesino (políticamente) que caracteriza a Díaz Ayuso. Quizá algún día se corrija esa anomalía.
Mejor no tomarse las cosas a la tremenda. Seamos conscientes de que dentro de años o décadas Isabel Díaz Ayuso será una mujer muy rica (no lo duden) dedicada a otras cosas, y Pedro Sánchez mandará en algo internacional y será un poco menos rico (no mucho menos) que ella. El juego seguirá, con otros personajes entrañablemente odiosos y, disculpen el pesimismo, con las mismas instituciones mediocres. Y con una democracia imperfecta que, ojalá, seguirá permitiéndonos calificarla de dictadura o de bachibuzuk: para entonces serán sinónimos.
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