sábado, 7 de enero de 2023

[ARCHIVO DEL BLOG] "Sumisión", de Michel Houellebecq. [Publicada el 22/10/2015]







Michel Thomas (1956), conocido literariamente por el seudónimo de Michel Houellebecq, es un poeta, novelista y ensayista francés. Sus obras y opiniones, muy críticas con el pensamiento políticamente correcto y con los restos de mayo del 68, le pusieron en el punto de mira de algunos medios, que lo acusaron de misógino, decadente y reaccionario, lo cual sólo hizo que aumentaran su popularidad y sus ventas. Por si fueran pocos los reproches, debido a algún pasaje de su novela Plataforma, donde aparece el tema del terrorismo islamista, se le sumó el de islamófobo. Como no se puede denunciar a nadie por lo que opine un personaje de ficción, la oportunidad para sus detractores vino a raíz de una entrevista en la revista literaria "Lire", publicada en septiembre de 2001, en la que afirmó que "la religión más idiota del mundo es el Islam" y que "cuando lees el Corán se te cae el alma a los pies". Fue entonces denunciado por varias agrupaciones islámicas y de derechos humanos por injuria racial e incitación al odio religioso. El juicio, celebrado en París en octubre de 2002, dividió a la comunidad intelectual internacional entre defensores y detractores de la libertad de expresión, que recordó el caso Rushdie. Fue absuelto de todos los cargos: el juez argumentó en la sentencia que la crítica a la religión es perfectamente legítima en un estado laico. La polémica por su presunto antiislamismo se reavivó en 2015 con la publicación de Sumisión, novela en la que plantea los profundos cambios que sufre la sociedad francesa el año 2022, cuando asume la presidencia de la República el islamista Mohammed Ben Abbes. Adorado por sus incondicionales (el escritor español Fernando Arrabal le considera el mejor escritor francés vivo) y denostado como pornógrafo, misógino y racista por sus variados oponentes (desde religiosos a notables izquierdistas), sus libros copan los suplementos literarios, las reediciones se suceden y se traducen a numerosas lenguas.
Para Alvaro Delgado-Gal, director de "Revista de Libros", Houellebecq no es un gran novelista, ni siquiera tan un buen escritor. Se le he relacionado con Céline, dice de él, pero la comparación es implausible. El estilo de Houellebecq, añade, es tosco, y la textura de su lenguaje delgada, casi periodística. Nada que ver con la urgencia, el irreverente poder, la poética desorganización, de la prosa celiniana. Y es que Houellebecq, a la inversa que Céline, escribe para enseñar. En esto responde a una tradición francesa que se remonta al menos a Montaigne y el género sentencioso del XVII y que comprende a autores tan distintos como Balzac o Proust. Aunque, de nuevo, sigue diciendo, Houellebecq no consiga estar a la altura de sus predecesores. Balzac es contagiosamente divertido, y Houellebecq, no. Proust es gigantescamente profundo, y Houellebecq, no. No resulta fácil ubicar al último en el bestiario de la literatura. Es un moralista inteligente y huraño, sigue diciendo de él Delgado-Gal, que usa la técnica del grafiti para enhebrar enormidades que regocijan a la chiquillería, escandalizan a los mojigatos y causan enojo y desasosiego entre las personas serias y comme il faut
En una densa y crítica reseña de "Sumisión" (Anagrama, Barcelona, 2015) titulada "Houellebecq contra la libertad", y publicada ayer mismo en "Revista de Libros", Álvaro Delgado-Gal arremete con ironía no exenta de sarcasmo contra Houellebecq, del que dice que ha generado tres clases de adictos: los tipos más bien à droite que se divierten leyendo maldades sobre los tipos más bien a gauche; los tipos à gauche, incluso très à gauch", apremiados por el deseo de saber lo que piensa la droite; y finalmente los adolescentes en busca de cochinadas. De cochinadas referidas al sexo, por supuesto, añade. Pero el erotismo de Houellebecq es poco erótico, dice. Reviste un carácter clínico, casi forense, y el adicto al género no se sentirá más estimulado por tal o cual pasaje escabroso, que por "La lección de anatomía" de Rembrandt. El caso es que el punto fuerte de Houellebecq son los succès de scandale, añade, y Sumisión no se ha salido de la norma. O sí, sí lo ha hecho, aunque por motivos extraños al texto propiamente dicho, continúa diciendo.
Los prolegómenos de Sumisión sigue contando Delgado-Gal, fueron borrascosos. Edwy Plenel, exredactor de "Le Monde" y director del periódico digital "Mediapart", propuso que se saludara la inminente aparición del libro con un apagón informativo. Mark Lilla, en un artículo publicado en "The New York Review of Books" («Slouching Toward Mecca»), ha comparado el gesto del extrotskista Plenel con el hábito soviético de suprimir en las fotografías a los camaradas caídos en desgracia. Pelillos a la mar: lo mismo que otras veces, Houellebecq aterrizaba con la frente aureolada de chispas y fuegos fatuos. Mas, ¡oh sorpresa!, el día 7 de enero, apenas distribuidos los primeros ejemplares de Sumisión, se producía el atentado yihadista contra "Charlie Hebdo", y de añadidura, ¡nueva sorpresa!, resultó que una de las víctimas era amigo íntimo de Houellebecq. Éste hizo una comparecencia breve y patética en televisión y se perdió en el campo, suspendiendo su gira promocional. Se desataron rumores sobre el peligro que corría su vida; se despacharon agentes a fin de que no le rompieran la crisma o lo dejaran tieso allí donde hubiese ido; y previniendo alborotos entre los beurs levantiscos del extrarradio, el Gobierno consideró necesario decir algo virtuoso y con efectos sedativos. El administrador del calmante fue Manuel Valls, primer ministro y uno de los personajes reales que Houellebecq ha incluido en su ficción. Valls declaró: "Francia no es Michel Houellebecq. No es la intolerancia, el odio y el miedo". Valls, evidentemente, no había leído el libro, o no lo habían leído sus asesores, puesto que Sumisión es subversivo, aunque no xenófobo. Al cabo, ni Valls ni Plenel impidieron que las ventas subieran como la espuma, primero en francés y a continuación en los distintos idiomas a que ha sido traducida la obra. Desgranadas estas noticias, voy ya a la novela misma, de más sustancia que el intercambio de golpes entre Houellebecq y la Francia oficial.
La acción de Sumisión, cuenta Delgado-Gal, se desarrolla en un futuro próximo: 2022. La gestión de Hollande, el presidente saliente, ha sido decepcionante, y el Partido Socialista se enfrenta a las elecciones con expectativas abismalmente bajas. Las esperanzas de éxito de los socialistas se cifran en exclusiva en una táctica iniciada por Mitterrand a principios de los ochenta: vaciar el centro-derecha potenciando al Frente Nacional. El Partido Socialista confía en ganar la segunda vuelta si se presenta como única alternativa institucional al partido de Marine Le Pen. Sin embargo, se ha creado recientemente un partido islamista moderado (La Hermandad Musulmana), y las piezas empiezan a no encajar en el esquema habitual. François, el protagonista y narrador, va cobrando conciencia de estos hechos progresivamente, casi de soslayo. François es un cuarentón desganado y apolítico, un especialista en Joris-Karl Huysmans que después de publicar una tesis brillante sobre el autor de À rebours, se ha limitado a repetir el mismo artículo, punto arriba, punto abajo, en el circuito de las revistas universitarias. Artículos para colegas, artículos solventes e insignificantes. Tiene novias que suelen plantarlo en vísperas de las vacaciones estivales, con el argumento de que «han conocido a otro». Come cocina precocinada, fuma y bebe más de la cuenta, y no es infrecuente que piense en el suicidio. Como otros muchos héroes de Houellebecq, ha perdido contacto con sus padres, los cuales, a su vez, han perdido contacto entre sí. Su vida, en fin, carece de sentido. Pero hay que añadir que en Francia, en 2022, el sentido constituye un bien escaso. Las vidas perfiladas, con planteamiento, nudo y desenlace, sólo son visibles para los franceses en los novelones románticos de Victor Hugo o en la literatura de Balzac.
No sigo; les animo a leer la reseña de Sumisión por Álvaro Delgado-Gal en el enlace de más arriba, y luego, si el interés continúa impertérrito, la novela de Houellebecq. Yo voy a leerla, sin duda, porque la crítica de Delgado-Gal me ha animado a hacerlo. Y allá cada cual con su opinión. La mía me la reservo hasta leer su libro.
Pocos días después de publicar esta entrada leí, gracias de nuevo a la Biblioteca Pública del Estado en Las Palmas de Gran Canaria, la Sumisión de Houellebecq. De un tirón. Me gustó. No es para ganar el Goncourt (que no lo ganó), ni como dicen en Canarias "para tirar voladores", pero desde luego se lee con interés. El estilo no es elegante; resulta bastante lineal y la trama nada compleja. Pero resulta provocadora. Y espero que no se cumpla la profecía que anuncia: la bandera de la media luna ondeando sobre la Sorbona.
Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν", nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 












1 comentario:

Mark de Zabaleta dijo...

Una entrada muy diferente de lo habitual....


Saludos