martes, 26 de marzo de 2019

[EUROPA. ESPECIAL ELECCIONES 2019] El Reino Unido arde a lo bonzo





Entre los próximos 23 y 26 de mayo estamos llamados los ciudadanos europeos a elegir a nuestros representantes en el Parlamento de la Unión. Me parece un momento propicio para abrir una nueva sección del blog en la que se escuchen las opiniones diversas y plurales de quienes conformamos esa realidad llamada Europa, subiendo al mismo aquellos artículos de opinión que aborden, desde ópticas a veces enfrentadas, las grandes cuestiones de nuestro continente. También, desde este enlace, pueden acceder a la página electrónica del Parlamento europeo con la información actualizada diariamente del proceso electoral en curso.


Y ya sin más, continúo hoy con un artículo del periodista Andrea Rizzi, redactor jefe de la sección de Internacional del diario El País, en el señala que el Reino Unido arde a lo bonzo en el Brexit y Europa espera a sus Prometeos, que el fuego británico muestra las consecuencias de la retórica incendiaria y el continente vislumbra intentos de propagar de la cúpula política a la ciudadanía un debate realmente paneuropeo.  

La historia dirá si el Brexit fue un suicidio político o solo una autoinmolación de consecuencias graves pero no letales, comienza diciendo Rizzi. De momento, consta en actas que Reino Unido lleva tres años —desde el referéndum de 2016— sumido en una parálisis absoluta, incapaz de hacer otra cosa que atender el gran incendio que devasta sus islas. Es probable que siga carcomido por esta situación durante mucho más tiempo, incluso si se aprobara el pacto de salida. El fuego eurohostil lo expandieron de forma luciferina, durante lustros, varios medios informativos y corrientes políticas. Como mínimo se les fue de las manos; puede que no tuviesen ni idea de lo que hacían.

La autoinmolación británica a lo bonzo (cada uno decidirá cuán justificada era la causa) provoca serios problemas al continente. Pero, también, importantes activos. Entre otras que las dimensiones de esa catástrofe han rociado cordura y sobriedad en el ágora continental: no conviene jugar con fuego. ¿Alguien ha oído recientemente alguna otra propuesta de salir de la UE? ¿O simplemente de la Zona Euro (concepto secundario con el que hace no mucho todavía algunos populistas euroescépticos coqueteaban)?

La cuestión no es menor porque se acercan a la vez elecciones europeas y una ralentización económica, un territorio potencialmente inflamable. A Europa obviamente no le conviene un pulso radical, en cambio sí necesita un debate vivo, vibrante, que active la conexión de la ciudadanía con el proyecto. La tasa de participación ha caído de forma inexorable a cada convocatoria de elecciones europeas, desde el 62% de 1979 hasta el 42% de 2014. La UE necesita Prometeos que cojan la llama en el Olimpo-Bruselas y la difundan entre los ciudadanos en el continente de forma apasionada pero responsable. En el horizonte se detectan algunos síntomas esperanzadores.

Este periódico, junto a otros 27 de la Unión, publicó a principios de mes una carta del presidente francés, Emmanuel Macron, titulada Por un renacimiento europeo y dirigida a los “Ciudadanos de Europa”. Su contenido puede gustar más o menos —y desde luego marca un claro retroceso con respecto a anteriores alocuciones en clave europea mucho más ambiciosas del mandatario galo— pero es de entrada notable el concepto de dirigirse a un demos común.

Lo interesante es que en cuestión de días hubo dos respuestas de calado paneuropeo. Annegret Kramp-Karrenbauer, sucesora de Angela Merkel al mando de la CDU, ha publicado en el dominical alemán Welt am Sonntag una respuesta contundente —Acertar en la construcción de Europa— en la que rechaza gran parte de las propuestas del francés y plantea otras que agradan poco en París. De forma significativa, el texto ha sido traducido a varios de los principales idiomas de la UE.

Desde otro lado del espectro político contestó el líder izquierdista francés Jean-Luc Mélenchon con un texto titulado ¡Salid de los tratados, estúpidos! y también publicado por este diario. Es sin duda vitriólico, más radical, propone un cambio de tratados un pelín poco realista —siendo comedidos— pero se enmarca en una visión de destrucción creativa y mantiene la virtud de dirigirse a un demos europeo.

Queda por ver si se trata de un embrión de debate genuinamente paneuropeo, pero cuando menos es una llamarada interesante. El momento es propicio. Por un lado, el Brexit funciona como lección moderadora ante tentaciones de aventurismo rompedor; por el otro, hay otras fuerzas centrípetas que favorecen ahora que la Unión se mantenga compacta y estable, que piense en cómo reforzarse. La Administración Trump es una invitación cotidiana a pensar en cómo apañarse solos; la compleja relación con Rusia también debería invitar a la cohesión.

La Britannia que gobernaba las olas decidió de repente empotrarse de frente contra la más grande de este tiempo: la corriente de las interconexiones, de la convergencia, de las sinergias, las economías de escala, de la creciente inutilidad de las barreras, de la fusión y mezcla. Salir de la UE es perfectamente legítimo pero parece ir contra la corriente del tiempo. Ciertas olas conviene cabalgarlas más que encararlas.

Ahora, mientras Reino Unido descubre que salir de la UE no es ni cortar un cordón umbilical, ni amputarse una extremidad, sino intentar separar células en cada órgano y tejido, la UE necesita con urgencia un debate sobre cómo proseguir el surf, sobre cómo preparase para las próximas tempestades. Es necesario involucrar a los ciudadanos. Conviene que sea a escala continental, superando las parroquias nacionales de siempre. Se buscan Prometeos europeos, que tomen el fuego en el Olimpo y lo vayan repartiendo. Bonzos absténganse, por favor.






Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 



HArendt






Entrada núm. 4817
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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

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