Biblioteca Nacional de España (Madrid)
"Reedición" es una nueva sección del blog dedicada a reproducir antiguas entradas que tuvieron cierto predicamento en su momento entre los lectores de Desde el trópico de Cáncer. Estas entradas se publican diariamente, conservan su título, fecha y numeración original, y no cuentan en el cómputo general de entradas del blog. Disfrútenla de nuevo si lo desean.
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Creo que fue Jorge Luis Borges el que dijo que si un libro nos desagrada (por las razones que sean) una vez comenzada su lectura, por muy interesante que nos hayan dicho o que pensemos que es, no merece la pena que prosigamos con él. Evidentemente, aunque con la subjetividad que palabras como belleza y placer encierran, para gustos se hicieron colores, como dice el refrán.
Yo, por deformación profesional, soy más lector de ensayo o libros académicos que de literatura de ficción. En ningún caso, desdeño esta última. Un ejemplo: acabo de leer Nos vemos allá arriba, la novela de Pierre Lemaitre, ganadora del último premio Goncourt, que me ha encantado. Y en estos últimos meses he disfrutado sobremanera con dos autores israelíes contemporáneos como Amos Oz y David Grossman y varias de sus novelas; más con el primero que con el segundo, lo confieso. Ahora, para variar, estoy releyendo la apasionante historia del cristianismo que escribiera el teólogo Hans Küng, titulada: El cristianismo: Esencia e historia.
En agosto de 2008 escribí una entrada en el blog, que titulé Los clásicos, en la que traía a colación el famoso "canon occidental", establecido por el profesor, erudito y crítico literario vivo más famoso del mundo, el estadounidense Harold Bloom, sobre las obras literarias cuya lectura resulta imprescindible para el hombre moderno y culto de hoy. Ni que decir tiene que esa lista, como cualquier otra, resulta subjetiva, pero el peso de los clásicos está ahí, y en todo caso, merece la pena conocerla, aunque leerla resulte otra cuestión. Les invito a hacerlo en el enlace de más arriba.
Pero hoy no quiero hablarles por más tiempo de los libros que "deberíamos" haber leído, sino de aquellos otros que, a pesar de su fama, nos ha sido imposible leer. Un interesante artículo en el diario El País de ayer domingo, titulado "Libros que muy pocos han logrado terminar", construído a base de opiniones de escritores actuales sobre los libros que no han podido terminar de leer, por razones de todo tipo, en el que la lista resultante parece como mínimo, tan subjetiva o más, que la del canon de Bloom sobre las lecturas imprescindibles.
De las del canon no voy a decir cuales no he leído porque no tengo necesidad ni ganas de exponerme al escarnio público; de la lista de esos libros que se comentan como que muy pocos han logrado terminar si me gustaría refutarla en algunos de los títulos en ella reflejados.
Estos son los títulos y sus autores: El arco iris de la gravedad, de Thoman Pynchon; Crimen y castigo, de Fiodor Dostoyievki; Guerra y paz, de Leon Tolstoi; Orgullo y prejuicio, de Jane Austen; Vida y opiniones del caballero Tristam Shandy, de Laurence Sterne; La divina comedia, de Dante Alighieri; Moby Dick, de Herman Melville; Paradiso, de José Lezama Lima; Don Quijote de La Mancha de Miguel de Cervantes, Las aventuras del buen soldado Svejk, de Jaroslav Hasek; y La broma infinita, de David Forster Wallace.
Discrepo educadamente de la inclusión en esa lista, aun admitiendo mi profunda subjetividad, de las obras de Dante, Melville y Cervantes. De las restantes, a pesar de conocerlas, no puedo decir nada salvo que yo tampoco las he leído. Pero, insisto, a pesar de su subjetivismo, no alcanzo a comprender como de esa lista han sido excluidos títulos como Ulises o Finnegans Wake, de James Joyce, o En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust. El Ulises tardé diecisiete años en decidirme a leerla; cuando lo hice, la leí de un tirón, y me encantó. Por el contrario, su Finnegans Wake, confieso que si no dejo su lectura hubiera acabado completamente loco de atar. Sobre la novela de Proust no me atrevo a decir nada más que la tengo pendiente de lectura desde hace infinito tiempo y que siempre encuentro alguna excusa, seguro que injustificable, para comenzarla.
Termino con una, de nuevo, confesión personal. No puedo con los autores rusos; ni con los clásicos ni con los modernos: es algo psicosomático. En parte por los nombres, que me resultan imposible de retener. Sí, supongo que es pueril, pero es real. Y en la literatura española no he podido, y he puesto voluntad, con La regenta, de Leopoldo Alas. No me pregunten por qué, porque no sabría explicarlo. Como tampoco puedo con la novela realista: ni la española de Galdós, ni la francesa de Balzac, o la británica de Dickens. Me he leído los Episodios Nacionales de Galdós, pero no puedo con sus novelas: imposible. Sé que me estoy perdiendo lo mejor de la literatura española, pero es así. Sin embargo, leo con mucho placer su teatro, y el de García Lorca o Buero Vallejo.
En fin, les invito a que dejen en el blog si lo desean su lista de lecturas imposibles; "Desde el trópico de Cáncer" está siempre abierto a todos ustedes. Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)
Publicada originariamente con fecha 20 de octubre de 2014