DAMA EXTRAÑA
En la ciudad donde la lluviaes una dama extrañaque viniera de paso y sin propósito,me dijo, después de larga ausencia: “Yo no entiendotus poemas, ahora”. Él queríadecir: “Se me escapó tu viday ya no sé quién eres: sólo a quién me recuerdas”.¿Sabía quién él era, me pregunto yo, ahora, que tampocolo conocí aunque nada enmascarar sabía?La dama extraña había realizado su trabajodemoledor en los que a ella se acogieron.Su hermosa luz, su equívoca alegría,la fresca sombra, el homenaje de los siglos,que la aturdían como un vino, el orgulloferoz de ser quien soy recreada en sus blondas,y la humildad de los fantasmas a quienes ellaarrodillaba, en aquel tiempo.Los que nunca aceptaron,en aquel tiempo,la reducción a la ceniza, al lienzo oscuroen el destello de sus ojos ciegos, no bastaronpara impedir que con su dedono borrase todo fulgor; para impedir que no arañase,hasta el harapo, la fuente de preguntas de cal viva,el miedo de cal viva y de cemento.A todos los recuerdo, agrupados y jóvenes,ignorando los brazos de esa dama, lenguas de sombra,que hacia ellos se tendían.El grupomuestra ahora las imperfecciones de la felicidad,las arbitrariedades y desmanes de los días,su sorteo de muertes y de númerostrucados; ellos seríanlos agraciados con el signode una generación desperdiciadaen pueblos sin futuro, en futuro sin pueblo,que verdaderamente ama lo que nuncaha de ser desamado.Y han muerto, de otro modo,los que saben y viven. Como aquellosa cuyas dudas no podremosya nunca responder porque sus dados,rodando en desventaja,nunca habrían podido superarel juego sucio de la vieja dama.
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