Hace escasamente dos semanas leía en Revista de Libros un artículo del escritor J.A. González Sainz, titulado "Sánchez Ferlosio: la aventura de la lengua", en el que reseñaba el último libro publicado por nuestro polémico autor. Me pareció muy interesante, lo pedí de inmediato a mi siempre benefactora Biblioteca Pública del Estado en Las Palmas, y ya estoy enfrascado, y apasionado, en su lectura.
Campo de retamas, dice González Sainz, que así se llama la recopilación, es la edición reagrupada, reordenada y revisada por el autor –purgada y pulida– de la totalidad de sus pecios publicados, más otros completamente inéditos y algunas cartas o textos más o menos convertidos en pecios. Piezas breves, en todo caso, o bien breves para lo que es la obra de Ferlosio, en la que enseguida saltan a la vista, para disfrute de unos y exasperación quizá de los más, la prolijidad y minuciosidad de sus textos en general lo mismo que de cada uno de sus párrafos.
Quizás el mejor modo de entrar a leer a Sánchez Ferlosio -añade el comentarista- sea empezar por el final, por su última recopilación de piezas breves, que él llama pecios, y que bien cabría considerar como un compendio de su obra –temas, géneros y temple– y, asimismo, un coronamiento de su labor de escritura. Labor, dicho sea de entrada, que está entre las más singulares, asombrosas y de mayor fuste de la literatura actual en lengua española.
Desde -sigue diciendo- su «como a manera de prólogo», que bien podría serlo de toda su obra, nos encontramos ya con alguna de sus más destacadas peculiaridades: la sensibilidad ante el fraude, el llevar la contraria, el dar la vuelta a las cosas o mirarlas del revés, al sesgo, a la media vuelta; el poner en guardia y sospechar tanto de lo más trillado y común como de lo más alto y endiosado –llámese Historia Universal o Walt Disney–; el oler a chamusquina donde a la mayoría les huele a gloria, el desvelar y destripar e ir a la greña frente a lo vacío de sentido, a lo que goza del favor de los necios, las masas o los poderosos. Como en otros libros, Ferlosio da la voz de alarma ante el nominalismo, ante la sacralización de la palabra y la magia del lenguaje, las «palabras de charol»; ante lo demasiado brillante, lo demasiado rentable o resultón; ante lo que es o se presta más al engaño, ante lo reverenciado e incondicional, ante lo que es no para ser eso que es, sino para otra cosa. Una actitud denodada y limpiamente crítica cuya formidable pegada se expresa tanto por razonamientos meticulosos que no parecen dejar ninguna hebra de pensamiento por recorrer, como por la desarmante genuinidad de muchos de sus juicios, sin olvidar su acreditada feracidad en el insulto. Nadie insulta con tan vigoroso pulso literario, por muy en desacuerdo que se esté: «abyecto y repugnante engendro de la regresión humana» es, por ejemplo, la muñeca Barbie
Rafael Sánchez Ferlosio (Roma, 4 de diciembre de 1927) es un escritor español -novelista, ensayista, gramático y lingüista perteneciente a la denominada generación de los años 50, premio Cervantes 2004 y Nacional de las Letras 2009. Su fama la debe principalmente a sus novelas El Jarama (Premio Nadal 1955), una de las obras más significativas de la literatura española de la posguerra, e Industrias y andanzas de Alfanhuí (1951). Hijo del escritor e ideólogo del falangismo, Rafael Sánchez Mazas, y de la italiana Liliana Ferlosio, nació en Roma, donde su padre era corresponsal del diario ABC. Estuvo casado durante diecisiete años con la también escritora Carmen Martín Gaite.
De su vasta obra literaria reconozco no haber leído nada más que El Jarama, por necesidades académicas cuando cursaba la asignatura de Historia de la Literatura en la universidad, y ya por gusto El testimonio de Yarfoz (1986), que me encantó.
De lo leído hasta el momento en Campo de retamas, de entre esos "pecios" que su autor define como menos pretenciosos que las lapidarias sentencias de los aforismos y como producto de una recalcitrante desconfianza -que comparto- hacia la estúpida arrogancia del convencimiento, he anotado dos en los que veo reflejada mi propia opinión, pero mucho mejor expuesta. Dice en el primero de ellos: "Contra más cachivaches vienen juntando los hombres para comunicarse, menos parece que tengan que decirse los unos a los otros. Aunque también es posible que nunca hayan tenido mucho que decirse y solo ahora la sobra de medios los pone en evidencia".
El segundo de los pecios ferlosianos que reseño, viene -me parece a mí- como anillo al dedo para calificar algunas de las cosas vistas y oídas estos dos últimos días en el Congreso de los Diputados a cuenta del debate de investidura de Pedro Sánchez como presidente del gobierno. Que cada lector lo aplique a quien tenga a bien. Dicen así: "El que quiera mandar guarde al menos un último respeto hacia el que ha de obedecerle: absténgase de darle explicaciones. La voz más pobre se hace siempre la más autoritaria: no consiguiendo ya ser entendida, tiene que resignarse a no ser más que obedecida. Aquel que en última instancia se halla siempre dispuesto, si es preciso, a no vacilar en imponer su autoridad, más valdría que desistiese ya desde el principio de querer empezar por intentar ser escuchado. Si en el límite está la violencia, todo el resto es ya también violencia".
2 comentarios:
Gracias por la entrada, que me sirvió para recordar a Sánchez Ferlosio. Yo también me leí El Jarama hace muchísimos años, y me gustó tanto (todavía recuerdo el doble lenguaje que usaba para los jóvenes y para los mayores) que busqué otro libro de él, deseando otro Jarama, pero era otra novela distinta (era Industrias y andanzas de Alfanhuí) está claro, y como debe ser. Un saludo, Carlos.
Un gran escritor....
Saludos
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