Que la democracia, o por resultar menos beligerante en la expresión, que las instituciones democráticas no están funcionando correctamente es un hecho incontrovertible. Que deberían hacerlo, el funcionar, también. Ahora bien, ¿cuál y cómo debería ser el funcionamiento correcto de esas instituciones en una democracia moderna? Ahí estoy convencido que caben opiniones varias, todas respetables, aunque unas resulten más respetables que otras. No seré yo quien resuelva la ecuación, entre unas razones porque no tengo la respuesta, y entre otras porque lo que yo piense al respecto no es relevante.
En cambio, sí tengo algunas ideas claras sobre la democracia. Así, en plan informal, sin afán de verdad absoluta, que no tengo reparos en compartir con ustedes: 1) La democracia moderna es representativa o no es democracia. 2) La democracia directa no existe; es un mito. 3) No hay democracia posible sin partidos. 4) La soberanía pertenece al pueblo en su conjunto, pero no se ejerce directamente por éste, sino a través de los órganos constitucionalmente previstos, normalmente, el Parlamento.
Ni siquiera la Confederación Helvética (Suiza), que con tanta asiduidad recurre al referéndum como vía de participación política directa del pueblo en los asuntos de Estado, pone en cuestión la premisa de la democracia representativa.
Corolario de la anteriormente expuesto es: 1) Que los miembros de los parlamentos, sea cual sea su forma de elección y el partido o formación política por la que se presentan, representan a la nación en su conjunto y no sólo a los electores de su circunscripción, sus votantes o su partido. 2) Que no están sujetos a mandato imperativo alguno, ni del pueblo, ni de sus electores ni votantes, y mucho menos de su partido. Y 3) que en el ejercicio de sus funciones parlamentarias no están ligados por ningún tipo de disciplina de voto, sino que cuando las ejercen, lo hacen en conciencia y bajo su exclusiva responsabilidad personal.
Si esto no se acepta, sobran los parlamentos y cualesquiera instituciones representativas de las que se dotan las sociedades democráticas, pues bastaría con elegir al hipotético líder de la nación por el pueblo, sin intermediación de partidos, y delegar en él todo el poder del Estado para funcionar. Ni siquiera los regímenes fascistas y de dictadura proletaria se han atrevido a tanto y han guardado alguna apariencia formal de representación política.
Lo ideal sería establecer procedimientos democráticos por los cuales, en casos tasados, los representantes elegidos pudieran ser apartados de sus cargos antes de la finalización de sus mandatos, bien por aquellos mismos que los han elegido o por los órganos jurisdiccionales correspondientes. Pero en el ínterin, no deberíamos rasgarnos tanto las vestiduras ante casos de transfuguismo de un partido a otro, o de rompimiento de la disciplina de voto, porque no siempre están motivados por razones espurias. O por citar otro ejemplo: ¿no exigimos a jueces y magistrados que voten en conciencia sin sujeción a mandato imperativo alguno de aquellos por los que han sido designados? Si es así, ¿por qué nos resulta tan difícil admitir lo mismo de nuestros representantes políticos?
Por supuesto, habría que obligar constitucional y legalmente a los partidos a dotarse de estructuras y procedimientos internos democráticos abiertos a los afiliados, simpatizantes y votantes, y a celebrar congresos donde rendir cuenta periódica y tasada de sus actividades y financiación.
En los estados medievales peninsulares, los procuradores que eran enviados por las ciudades con representación en ellas a las Cortes convocadas por el rey, lo hacían bajo mandato imperativo, y sujetos estrictamente a las órdenes dadas por escrito por sus conciudadanos, y cuando volvían de ellas, si no se habían atenido al mandato recibido, se arriesgaban a ser colgados de las almenas de la ciudad. No creo que ese sea el procedimiento idóneo hoy día de exigir responsabilidades políticas, aunque nunca se sabe... Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt
6 comentarios:
En la Edad Media lo tenía muy claro....
Saludos
Hola,
Acabo de descubrir éste rincón y me ha gustado. Me instalaré para debatir sobre los temas que, en tu perfil, refieres.
La democracia, ¡¡¡ay, ay!!!, la gran ausente en los últimos años, pero no debemos decaer, está por llegar la "regeneración",
Saludos
¿Tú crees, Inma? Yo soy optimista, pero también escéptico al respecto. Estás en tu casa para cuando quieras opionar. Entra sin llamar: la puerta siempre está abierta.
Interesante muy interesante este escrito suyo , La democracia actual en España o las instituciones democráticas es obvio que no funcionan como seria de desear , pero para solucionarlo seria al menos interesante remontarnos al origen o se la tan " alabada " Transición y la Constitución que salió de la misma , pero sin " apasionamientos partidistas " solo con la sana y sincera intención de ver que no se hizo bien y así ir mejorando , de lo contrario corremos el GRAVE riesgo de no salir de este sistema actual que nos esta asfixiando con los casos de corrupción , fraudes , falta de transpariencia real y discursos llenos de mentiras y verdades a medias con el riesgo añadido de que estas formas lleguen a considerarse normales por una parte importante de la ciudadanía . Repito el tema brillantemente expuesto como siempre es TRANSCENDENTAL para el futuro inmediato de los ciudadanos españoles , Saludos cordiales . galanygarciah
Gracias, amigo Mark. Sí, resultaría violento en extremo recurrir a esos procedimientos medievales...
Me alegra verle de nuevo, ahora en el emplazamiento original del blog, amigo Galán. Y gracias por sus siempre críticos y acertados comentarios.
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