lunes, 4 de noviembre de 2019

[CLÁSICOS DE SIEMPRE] Hoy, con "Los cautivos", de Plauto





Continúo con esta entrada la sección dedicada a las obras de autores grecolatinos, subiendo al blog la comedia titulada Captivi (Los cautivos), de Plauto, que pueden leer desde el enlace anterior.

No se conoce la fecha de nacimiento de Plauto, que se ha fijado hacia el  254 a. C. por una noticia de Cicerón, pero sabemos que murió en el 184. Un lapso vital históricamente muy revuelto. Se trasladó a Roma de joven y allí fue soldado y comerciante. Murió enormemente rico, envuelto en una gran popularidad. Plauto usa un rico y vistoso lenguaje de nivel coloquial que no elude la obscenidad y la grosería entre retruécanos, chistes, anfibologías, parodias idiomáticas y neologismos, usando un vocabulario muy abundante de una gran variedad de registros. Se le atribuyen hasta 130 obras.

Captivi es una de las obras más celebradas del comediógrafo latino Plauto. Esta pieza ofrece un tipo único en su repertorio y en toda la antigua literatura latina de este género, constituyendo lo que en la literatura moderna llamaríamos "drama", que se por su moralidad del resto de sus obras, como él mismo con honrada ingenuidad y complacencia declara al principio y al fin de esta bella composición.

El argumento de Los cautivos es sencillo. Trata del noble sacrificio de un siervo por salvar a su dueño, y de los sufrimientos y angustias de un padre por el amor de sus hijos. A un pobre anciano de Etolia, llamado Hegion, le fue robado un hijo de los dos que tenía por un pícaro esclavo. El otro hijo, de nombre Filopólemo, cae prisionero en la guerra que a la sazón sostienen los etolios con los eleos. El amoroso padre se dedica a comprar cautivos de la Elida para ver si puede por tal medio conseguir canjear a su amado por alguno de ellos. Entre los cautivos eleos que han sido adjudicados por el pretor se hallan los dos míseros jóvenes que se presentan ante el público al comenzar el drama, sujetos con cadenas: el capitán Filócrates y un siervo suyo llamado Tíndaro. Los dos cautivos idean la estratagema de cambiar de trajes y de nombres por cuyo medio se promete el señor que el viejo Hegion le enviará libre a su patria para relaizar sus proyectos. El anciano cae fácilmente en el lazo y deja ir al supuesto siervo para Elidia con el encargo de arreglar con el padre de Filócrates el cambio de su hijo. Otro cautivo eleo hace ver después a Hegion el engaño de que ha sido objeto. El desconsolado anciano indignado de la farsa que contra él se ha urdido ordena a sus lorarios o azotadores que encadenen al generoso siervo Tíndaro enviándole sin piedad a ejecutar penosos trabajos en los subterráneos. Por último el pundonoroso Filócrates regresa de su patria trayendo consigo a Filopólemo y al infame siervo que había robado hacía muchos años el otro hijo. Dicho esclavo declara que vendió el niño robado a un opulento señor de la Elida llamado Teodoromedo, es decir... el padre de Filócrates. Pegnion, el niño robado, era, pues, el mismo siervo Tíndaro.



La diosa Talía, musa del teatro



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Entrada núm. 5413
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