lunes, 16 de diciembre de 2024

Del cansancio de Doña Política

 






La palabra Política se levantó tarde. Los malentendidos de la noche se le habían metido en el estómago, igual que los callos a la madrileña. Dos amigos peleándose en un restaurante, tú más que yo, no, no soy como tú, acaban por corromper cualquier conversación. La palabra Política cierra los ojos y se regaña a sí misma. Mejor buscar otro verbo, nunca más corromper. Está cansada. Cada vez que navega por el móvil todo el mundo habla de corrupción, amigos, padres, hijos, hermanos. Mejor evitar la pena, sobreponerse y abrir la ducha, comenta en El País [La política, 09/12/2024] el poeta Luis García Montero.

Bienvenida el agua. La piel de sus sílabas, po-lí-ti-ca, celebra la vida que cae por los hombros y el pecho. Así recupera el ánimo. Mientras se seca el pelo, la Política decide animarse, reconquistar la alegría. Necesita una cena de Nochebuena para reunir sin miedo a la gente que quiere. No está dispuesta a que las mentiras amarguen los abrazos de siempre, llenos de lealtades, cariño y buenos recuerdos. Mientras toma el primer café, marca el número de su hermana. Sí, es verdad, responde la hermana. Bajo un número de teléfono bailaban antes los besos y los cumpleaños. Pero esto del wasap resulta un campo minado. Aunque sé que tú eres decente, la mala fama cae sobre quien se acerca a ti. Prefiero no cenar este año contigo.

La palabra Política se queda helada. Decide no renunciar y llama a su hijo. El niño se llevaba mal con el padre, muy autoritario, pero siempre agradeció que ella respetara su libertad. Por eso le duele tanto una respuesta inesperada. Mira, mamá, estoy cansado de promesas, nunca se cumplen. Echo de menos a papá, regañaba mucho, pero uno sabía a qué atenerse. Mejor eso que la libertad de dejarlo todo y no hacer nada. Ya está bien, prefiero ir por mi cuenta. La palabra Política enmudece, consciente de su soledad. Ni siquiera podrá cenar con la portera. El vecino del ático la despidió porque no quería pagarle el sueldo. Ella no supo impedirlo.










[ARCHIVO DEL BLOG] Nosotros, los europeos. Publicado el 28/05/2020]











Una de las salidas de la crisis después del paisaje devastado que dejará la pandemia -comenta en el A vuelapluma de hoy [Aquella idea de Europa. La Vanguardia, 20/5/2020] el escritor Lluís Foix- será regresar a aquella idea de Europa que George Steiner dejó escrita en un libro que se lee en media hora. Definía a Europa en cinco axiomas: los cafés; los paisajes que se pueden recorrer a escala humana; las calles y las plazas que llevan nombres de esta­distas, científicos, artistas y escritores del pasado; nuestra doble procedencia de Atenas y Jerusalén, y, por último, el temor de un capítulo final, de aquel famoso crepúsculo hegeliano, que oscurecía la idea y la sustancia de Europa, incluso en plena luz del día.
Un tono de desconfianza o desafío a la actual Europa se detecta en la extrema derecha y en la extrema izquierda españolas. En el obituario de Julio Anguita publicado en este diario por Pablo Iglesias el pasado domingo, el líder de Podemos reivindicaba las críticas del que fue llamado el Califa Rojo “a las debilidades del modelo antisocial de construcción europea”.
No es que renieguen de Europa, sino que no les gusta la que han construido las dos grandes familias políticas europeas de los últimos setenta años: los democristianos y los socialdemócratas. La ultraderecha europea combate también esta idea de Europa por razones basadas, según Steiner, “en los odios étnicos, el nacionalismo chovinista y las reivindicaciones regionales que han sido la pesadilla de Europa”.
La figura de Jorge Semprún no es cómoda para esta izquierda que quisiera una Europa entregada a utopías, que cuando han querido ponerse en práctica se convirtieron en distopías que negaron el progreso y la libertad a quienes gobernaron. ­Decía Semprún que su caso era “el de un antiguo leninista, que era, por tanto, antieuropeo, que descubre que con el proyecto de Europa se abre un horizonte posible para practicar una democracia radical. La transformación se produce cuando me enfrento, siendo comunista, a la realidad española y descubro que es más importante la democracia, incluso con capitalismo y mercado, que los hipotéticos logros sociales de una dictadura del proletariado”.
Semprún fue ministro de Cultura con Felipe González y sabía que los dos monstruos goyescos, el fascismo y el comunismo, que recorrieron Europa el siglo pasado, fueron superados política, cultural y económicamente por la corriente principal, el mainstream de las democracias liberales, con todas sus imperfecciones, errores y fracasos.
Europa, ciertamente, atraviesa momentos de inquietud y zozobra. La ruptura provocada por el Brexit y por el nacionalismo romántico de los ingleses ha sido una herida que tardará tiempo en cicatrizarse. El distanciamiento, también nacionalista, de los Estados Unidos de Trump ha situado en la cuerda floja las alianzas trasatlánticas en la defensa, en el comercio y en las prioridades de protección de las minorías y de los más frágiles.
La irrupción de la pandemia de la Co­vid-19 ha hecho saltar todas las señales de alarma al comprobar que Europa no estaba preparada ni médicamente ni psicológicamente para hacer frente al miedo colectivo provocado por el virus. A los políticos les ha pillado con el pie cambiado y han em­pezado a improvisar cada uno por su cuenta. Han hablado mucho, eso sí, pero no entendieron la magnitud del problema ni qué medidas cabía adoptar. El número de muertos, en España en concreto, se puede calificar de un gran fiasco.
Es arriesgado predecir cómo quedará Europa después de esta sacudida vírica. Pero el anuncio de un plan de ayudas de 500.000 millones de euros para un fondo de recuperación de la economía maltrecha es una señal positiva. Angela Merkel y Emmanuel Macron se han puesto al frente de este proyecto y saben lo mucho que está en juego si se producen nuevas divisiones entre el norte y el sur, entre los más debilitados por la crisis y los que la han soportado mejor, entre los ricos y los pobres, entre los que apuestan por una idea de Europa basada en las libertades y la convivencia y los que quieren cambiarlo todo sin la amplitud de miras que caracteriza cualquier empresa ambiciosa.
Las amenazas que afronta Occidente en general y Europa en particular son graves y habrá que adaptar las instituciones a las nuevas realidades. Pero, como dice Shlomo Ben Ami, los valores de la libertad y la dignidad humanas que impulsan la civilización occidental siguen siendo el sueño de la inmensa mayoría de la humanidad. Saldremos de esta crisis, se inventará una vacuna, pasaremos por tensiones sociales duras, pero lo que nos va a mantener vivos es el cambio de las actitudes de los gobiernos hacia los ciudadanos y si se toman más en serio la necesidad de invertir en educación y reducir todo lo posible las desigualdades abismales que existen hoy en día.
Un sistema democrático no se sostiene si no está basado en una cierta equidad social y un acceso universal a la educación. Son recetas de probada eficacia, en tiempos de abundancia y en épocas de crisis". Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt












El poema de cada día. Hoy, Quebrada luz, de Manuel Rico (1952)

 






QUEBRADA LUZ



Un hombre avanza contra el cielo. Observa


la luz que tiñe el horizonte. Tiene


su moribunda claridad el tono


cárdeno o gris de todos los inviernos.


En esa luz de muerte un niño tiembla.


Y un joven conocido se dibuja


más acá de las nubes, mancha el aire.


Tiene miedo a las sombras.


Huele a musgo y a niebla y a hojarasca.


Él bien sabe que en la ciega trastienda


de la luz, en la noche que amenaza,


encontrará un refugio para el sueño.


Y soñará la luz que ha claudicado.


Y en la turbia conciencia de las sombras


verá crecer cuanto veló el olvido


regresando a la casa de otros días.


Volverán los sabores que hace tiempo


buscaron el amparo de la nada


y pasillos antiguos, mal tapiados,


recibirán de nuevo al visitante.


Será luz la palabra, solo ella


salvará la memoria. Y ese incendio


dará luz a las cosas que no existen:


un mundo sorprendido por la llama.



Manuel Rico (1952)

poeta español


















De las viñetas de humor de hoy lunes, 16 de diciembre de 2024

 




























domingo, 15 de diciembre de 2024

El toro se pone en pie. Especial dominical 2 de hoy 15 de diciembre de 2025

 






En noviembre del 2008 un toro arrodillado, negro sobre fondo rojo, apareció en numerosas carteleras publicitarias de España para anunciar que la fiesta se había acabado. Causó mucha impresión, escriben La Vanguardia [El toro se pone en pie, 15/12/2024] su director adjunto Enric Juliana.

Spain, the party’s over era el título de un suplemento especial de 14 páginas del semanario The Economist sobre la crisis que se cernía sobre España. Dieciséis años después, tras un constante encadenamiento de turbulencias económicas, sociales y políticas, España presenta el mejor cuadro económico del mundo, según la misma revista. Silencio en la sala. El toro humillado parece que se está poniendo en pie. Con otro Gobierno no se hablaría de otra cosa en los telediarios.

El informe de noviembre del 2008 fue demoledor para José Luis Rodríguez Zapatero , el más optimista de los políticos españoles. El PSOE había ganado de manera holgada las elecciones generales de marzo de aquel año negando la inminencia de una gran crisis económica. El ministro de Economía Pedro Solbes logró fijar la idea de que nada grave estaba a punto de pasar en un tenso debate televisado con Manuel Pizarro , antiguo directivo de la Bolsa de Madrid, Ibercaja y Endesa, fichaje estrella del Partido Popular en aquellas elecciones.

Ganó la serenidad de Solbes, pero la crisis de las hipotecas subprime en el mercado inmobiliario de Estados Unidos venía muy envenenada. Las hipotecas basura norteamericanas habían contaminado los activos de la banca alemana, y en Berlín se tomaron medidas para que el tsunami que llegaba del otro lado del Atlántico no desestabilizase Alemania y su baluarte económico en el centro-norte de Europa. Cuando la especulación financiera se cebó en la deuda pública de los países del sur, pasó lo que pasó.

‘The Economist’ profetizó la grave crisis del 2008; ahora ensalza la economía española

El informe de The Economist hizo sonar las trompetas de Jericó. El diagnóstico era certero: el mercado inmobiliario español estaba demasiado hinchado para resistir la ola que le venía encima. España, la fiesta ha terminado. El informe coordinado por el periodista Michael Reid fue demoledor. La imagen del toro de rodillas fue utilizada para la publicidad, pero la portada de la revista no era tan humillante. La portada reproducía una imagen de las Fallas de Valencia. La festera España de cartón piedra estaba a punto de arder. Ese era el mensaje. Valencia siempre aparece en los momento decisivos.

Dieciséis años después, The Economist sostiene que la economía española es la mejor del mundo. La que presenta mejores datos. Esta vez no ha habido publicidad previa ni una llamativa portada. La revista de información económica más influyente de Occidente h a elaborado un ranking a partir de cuatro indicadores: evolución del PIB, comportamiento del mercado de valores, inflación de los productos básicos y evolución de la tasa de desempleo. Cruzados los cuatro indicadores, España encabeza la clasificación, seguida de Irlanda, Dinamarca, Grecia, Italia, Colombia, Israel, Lituania, Suiza y Corea del Sur. A la revista le llama la atención la fortaleza de los denominados PIGS (Portugal, Italia, Grecia y España) en el nuevo escenario crítico definido por la guerra de Ucrania y la escalada bélica en Oriente Medio. Los países europeos más damnificados por la crisis del 2008 están resistiendo mucho mejor las turbulencias que amenazan con poner de rodillas a la potente industria alemana desde que un comando ignoto, posiblemente ucraniano, hizo estallar las cuatro tuberías de los gasoductos Nord Stream en las profundidades del mar Báltico. Los débiles de ayer ahora parecen más fuertes, y nadie se atreve a llamarles PIGS jugueteando con los cerdos. La mirada anglosajona ha cambiado. La mirada anglosajona ahora está focalizada en las debilidades de la industria alemana.

El toro humillado del 2008 causó sensación en España. Reid, periodista riguroso, poco entusiasta del nacionalismo catalán y del zapaterismo, también poco amigo de Pedro Sánchez , hizo un trabajo sólido, publicitado con mucha eficacia. Nadie osó contradecir entonces a The Economist . Ahora ha habido silencio en la sala. La oposición ha callado, y el Gobierno no ha querido lanzar muchas campanas al vuelo porque sabe que un exceso de triunfalismo tendría efectos negativos en un país con los alquileres por las nubes. Cuando la mejora del cuadro macroeconómico no llega de manera equitativa a todos los bolsillos hay que ir con cuidado con el oficialismo. Sánchez dijo hace un par de meses que la economía española iba como un tiro y no lo ha vuelto a repetir. En algunos países vecinos las cosas son distintas. Con un modesto crecimiento del 0,7%, Giorgia Meloni saca pecho en Italia. Meloni dispone de una sólida mayoría absoluta en el Parlamento, y Sánchez no sabe si podrá aprobar los presupuestos del 2025.

España no está para triunfalismos, pero hay otras evaluaciones positivas en la prensa de calidad europea. El Neuer Zürcher Zeitung , diario suizo del cantón de Zurich, con numerosos lectores en Alemania y Austria, destacaba esta semana las fortalezas de la economía española en el crítico contexto euro­peo: crecimiento sostenido, industria turística al alza, balance comercial equilibrado, banca sólida, fuerte inversión en energías renovables y escasos conflictos laborales gracias a una política socialdemócrata. “La producción industrial históricamente baja de España se consideró alguna vez como una vulnerabilidad, pero en el entorno comercial geopolíticamente volátil de hoy, se ha convertido en una fortaleza”, sostiene el diario suizo. Es una interesante observación. No son días para el triunfalismo, pero alguna cosa está yendo bien.













Del poder, como mal absoluto. Especial dominical de hoy 15 de diciembre de 2024

 









Soy complicada. De niña, aturdía a mi abuela con dilemas y cavilaciones. Ella respondía agitando la mano en el aire, como ahuyentando mis embrollos, y zanjaba las conversaciones con una frase muy suya, “todo son cosas”, un suspiro de desamparo ante la tendencia de los asuntos humanos a enmarañarse. Quien más, quien menos —incluso yo, la enrevesada—, todos soñamos con abolir las complejidades de la vida. Desearíamos encontrar soluciones fáciles e infalibles para cada problema, comenta en El País [Deus ex machina] la filóloga y escritora Irene Vallejo..

El conflicto fue la base de la tragedia antigua. Para los dramaturgos griegos, el mundo se presentaba como opción desgarradora: obedecer a las convicciones o a la ley; buscar la dolorosa verdad o preferir la ignorancia; proteger a los más débiles a costa de la propia seguridad o abandonarlos a su suerte. Aquellos atolladeros y pugnas de voluntades resultaban tan difíciles de resolver que necesitaron inventarse el deus ex machina. La maquinaria teatral incluía una grúa con poleas provista de una plataforma; en el clímax de la pugna, allí aparecía algún dios que, con sus poderes, enderezaba la situación. Esa trampa escénica retrata nuestra ansiedad por encontrar la figura milagrosa que ponga en orden los rompecabezas de la vida.

En esta época de épica hiperventilada, los algoritmos, las redes y ciertos medios rentabilizan nuestra angustia. Al amplificar la sensación de caos, explotan la incertidumbre y el desconcierto, y, en esa atmósfera, insuflan la idea de que necesitamos individuos poderosos, carismáticos, autoritarios, capaces de disolver con mano dura las dificultades enquistadas y el desorden. Y, de paso, derribar las regulaciones, ese gran negocio. El historiador Carlo Ginzburg, hijo de Natalia, víctima de las inclemencias del fascismo italiano, escribió: “El miedo está siempre disponible, la cuestión es quién lo usa”. Curiosamente, personas que se definen como inconformistas, rebeldes e indómitas, dicen preferir un liderazgo de ordeno y mando. En la vida cotidiana nos molesta que nos dicten lo que debemos hacer, pero nos deslizamos fácilmente al espejismo del gobernante fuerte y sin contemplaciones. Nuestro anarquista interior, que asoma ante la mínima exigencia ajena, debería protegernos de caer en quimeras despóticas.

Durante algunas décadas, creímos que la democracia era irreversible, el club que nadie quería abandonar. En la sociedad líquida es duro durar. El tiempo desgasta todo rápido, y se puede morir tanto de éxito como de fracaso, por las expectativas crecientes o por la erosión de los sueños. Hoy crece en las encuestas el número de personas, sobre todo jóvenes, que aceptarían gobiernos no democráticos, siempre que garanticen ciertos niveles de bienestar. El atractivo de la mano dura parece aumentar entre quienes nunca la experimentaron. En su imaginación es solo una idea, y se permiten el lujo de idealizarla.

La tentación viene de antiguo, y anida incluso en mentes brillantes. Platón opinaba que la alborotada y convulsa democracia ateniense no tenía rumbo ni remedio. Recibió una invitación a Sicilia de un aristócrata admirador de su filosofía. Este seguidor, Dión, era cuñado de Dionisio, tirano de Siracusa. Platón viajó varias veces para convertirse en consejero del déspota y mentor de su hijo. Soñaba con hacer realidad un viejo sueño político, el gobierno justo del rey filósofo —bien asesorado—. Sin embargo, el heredero no tenía ganas de obedecer a esos dos consejeros pelmas, que a sus ojos eran un par de moscardones moralistas. Platón comprobó a un alto precio que no se debe creer en las ocurrencias de los cuñados: tras esos intentos terminó preso y algunos dicen que incluso vendido como esclavo. Lo salvaron sus amigos atenienses, y volvió a instalarse con inmenso alivio en la ciudad que tanto lo irritó. Cuando Martin Heidegger retomó sus cursos en 1951, tras la vergonzosa etapa de acercamiento a los nazis como rector de la Universidad de Friburgo, un colega le preguntó sarcásticamente: “¿De vuelta de Siracusa?”. El episodio platónico ha quedado asociado a la atracción —catastrófica— por los presuntos tiranos virtuosos, especie todavía no catalogada en ningún inventario de la historia.

Mientras en Atenas agonizaba la democracia, la República romana se construía sobre la idea obsesiva de evitar el personalismo. Tras una monarquía que desembocó en legendarios abusos, legislaron para impedir que un individuo carismático gobernase sin cortapisas. Todas las magistraturas de la antigua Roma se concibieron colectivas, colegiadas y responsables. Cada año renovaban a los magistrados sin permitir la reelección, cada cargo recaía en varios colegas —dos, seis o incluso diez— que compartían las mismas funciones y tenían derecho de veto. Los elegidos solo podían ejercer su breve mandato forjando acuerdos: estaban condenados a entenderse, en un delicado equilibrio entre la vigilancia mutua y la colaboración. Con el avance del imperio, los guerreros más ambiciosos, avalados por sus victorias, se atrevieron a desafiar esas garantías y plazos tasados. Aquella república fue un audaz proyecto imperfecto, previo a la era de Julio César —cuyo nombre subsiste en la palabra “zar”— con sus dinastías de emperadores, continuadas por largas estirpes de reyes medievales y modernos. Ante las fragilidades y atolladeros que causa el esfuerzo por apaciguar las discrepancias, se dejaron seducir por el orden férreo; sin embargo, nadie fue tan caótico como ciertos emperadores. Y cuando empezaban sus tropelías, ya no existían resortes pacíficos para apartarlos de su cargo.

“¿Quién vigila al vigilante?”, escribió Juvenal. He aquí una gran objeción: cómo garantizar una alternancia eficaz, cómo cesar al César si se lanza a cometer atropellos, qué sucede si quien manda se desmanda. No podemos entregarle todo el dominio a alguien que llega clamando ser la solución, mientras exhibe su odio al oponente y al diferente. La sana vigilancia consistirá en robustecer las cortapisas, controles y validaciones. Si eres escéptico frente al poder, asegúrate de que se fragmenta y distribuye. Divide y te protegerás.

En su crónica La agonía de Francia, Manuel Chaves Nogales, testigo de la guerra en España y después en toda Europa, argumentó que la capitulación de Francia ante los nazis no se debía achacar a la debilidad democrática frente al autoritarismo. La atribuye a la defección de muchos ciudadanos, incapaces de creer en los valores que sostienen la democracia. Al final del libro, publicado en 1941, mientras el continente naufragaba en el horror bélico, concluyó: “Francia sabe, y no ha podido olvidarlo, que hasta ahora no se ha descubierto ninguna forma de convivencia humana superior al diálogo, ni se ha encontrado un sistema de gobierno más perfecto que el de una asamblea deliberante, ni hay un régimen de selección mejor que el de la libre concurrencia: es decir, la paz, la libertad, la democracia. En el mundo no hay más”.

El poder es tan peligroso y enloquecedor que casi resulta un rasgo de humanidad mantenerlo diseminado y difuso. Ese fue el ideal de la democracia ateniense y la república romana, experimentos valiosos y valientes, aun en sus contradicciones. Vivir en sociedades de ciudadanos exige afrontar el embrollo cotidiano con creatividad y esfuerzo, incluso ante circunstancias adversas, como intentaron –con altibajos– esos locos antiguos. Quizá por eso, el final de las tragedias reflexionaba sobre el peso y el precio de la libertad humana. Y aunque sea tentador confiar en soluciones drásticas, conviene recordar que los salvadores providenciales, aquellos que ofrecen remedios simples para problemas complejos –recetas ex machina–, son siempre pura tramoya.













De las entradas del blog de hoy domingo, 15 de diciembre de 2024

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz domingo, 15 de diciembre de 2024. ¿En qué momento una parte del socialismo camina hacia la exclusión de los más vulnerables?, dice en la primera de las entradas del blog de hoy la escritora Emma Riverola, porque con nocturnidad y alevosía, el sector transexcluyente logró imponer en el congreso del PSOE su visión reduccionista del feminismo. En la segunda del día, un archivo del blog de febrero de 2019, el politólogo Víctor Lapuente contaba que cuando Fujimori engañaba con falsas promesas a los peruanos en la campaña electoral que lo catapultó a la presidencia, sus asesores le reprocharon que se comportara como un político oportunista y no como un hombre de Estado, a lo que Fujimori contestó que, para ser un hombre de Estado, antes tenía que ser un político. El poema de hoy en la tercera, del poeta Luis Cernuda, comienza con estos versos: Adolescente fui en días idénticos a nubes,/cosa grácil, visible por penumbra y reflejo,/y extraño es, si ese recuerdo busco,/que tanto, tanto duela sobre el cuerpo de hoy. Y la cuarta, como siempre, son las viñetas de humor del día. Espero que todas ellas les resulten de  interés. Y ahora, como decía Sócrates, nos vamos. Nos vemos de nuevo mañana si la diosa Fortuna lo permite. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Tamaragua, amigos míos. HArendt












De los golpes de timón injustificados

 







¿En qué momento una parte del socialismo camina hacia la exclusión de los más vulnerables? Lo peor de la operación nocturna del congreso socialista es el temor de que responda a un cálculo político de la dirección, dice en El Periódico [Queer, trans y nocturnidad, 08/12/2024] la escritora Emma Riverola.

Con nocturnidad y alevosía, el sector transexcluyente logró imponer en el congreso del PSOE su visión reduccionista del feminismo. Ante la ausencia de la mayoría de los 1.101 delegados acreditados, tiraron adelante dos enmiendas de vergüenza: que “ninguna persona de sexo masculino pueda participar en las categorías destinadas a mujeres” (un enunciado perverso: una mujer trans es una mujer. Si acaso, lo que habrá que regular es su participación en la competición, no su existencia) y la exclusión de la grafía Q+ en el colectivo LGTBI. Con poco más de doscientos votos, se burlaron de la política de igualdad del Gobierno. Bravo por su astucia. Y qué pena para tantos.

Pena por un partido que, históricamente, ha representado los avances del feminismo, el compromiso con la diversidad y el combate a la discriminación. Pena por tantas personas que, hoy, se sienten un poco más solas. Pena por todos los que contenemos el aliento ante el avance ideológico del populismo ultra. Un día son los migrantes. Otro, las personas trans. Mañana, cualquiera que estorbe. Los derechos convertidos en combustible para arrojar a la hoguera del descontento. 

Queer –‘raro’, en inglés- es el insulto que acabó convertido en orgullo. No nace de la asepsia de los laboratorios, sino de las agresiones y las persecuciones. Es un nombre paraguas que acoge a aquellas personas que no encajan en las visiones tradicionales de la identidad de género o de orientación sexual. Queer es un modo de nombrarse, de existir. Las teorías queer son aquellas que exploran el modo de romper las categorías normativas en torno al género y el sexo. Por último, “dictadura queer”, “delirio queer” o “chorrada queer” son algunos de los términos que un peculiar, heterodoxo y mezquino ejército de salvación utiliza para despreciar todo aquello que no encaja con su visión o su interés político. 

Las feministas transexcluyentes se llaman a sí mismas ‘las feministas’, arrogándose la potestad de marcar doctrina. A menudo, se las denomina ‘feministas clásicas’. Aunque también se las podría llamar ‘nostálgicas’. O ‘retrógradas’. La ley trans las exacerbó. Ante el temor a perder la hegemonía y el control del feminismo, aprovechan cualquier púlpito para arengar contra los derechos de las personas trans. En su obcecación, no dudan en reproducir argumentos del fundamentalismo cristiano y de la ultraderecha.

Ahí está la exvicepresidenta Carmen Calvo: “El Q+ responde a una teoría y a una ideología neoconservadora”, afirma. Y tanta ignorancia (¿fingida?) produce más vergüenza que rabia. La ONU, la ACNUR, el Parlamento Europeo, Amnistía Internacional, Oxfam y tantas otras organizaciones velan por los derechos de las personas queer y alertan sobre el aumento de violencia que sufren. ¿En qué momento una parte del socialismo camina hacia la exclusión de los más vulnerables? Lo peor de la operación nocturna del congreso socialista es el temor de que responda a un cálculo político de la dirección. Retroceder para ampliar electorado. Retroceder hasta no saber a quién se sirve. 









[ARCHIVO DEL BLOG] Adolescentes de Estado. Publicado el 17/02/2019










Casado, Rivera, Valls han hecho lo contrario de lo que deberían, escribe en El País el profesor Víctor Lapuente, doctor en Ciencias Politicas por la Universidad de Oxford y profesor e investigador en el Instituto de Calidad de Gobierno de la Universidad de Gotemburgo, en Suecia.
Cuenta la leyenda, comienza diciendo el profesor Lapuente,  que cuando Fujimori engañaba con falsas promesas a los peruanos en la campaña electoral que lo catapultó a la presidencia, sus asesores le reprocharon que se comportara como un político oportunista y no como un hombre de Estado. Y Fujimori contestó que, para ser un hombre de Estado, antes tenía que ser un político.
Quizás eso explique el comportamiento adolescente de los políticos que asistieron a la manifestación del domingo en Madrid. Casado, Rivera, Valls, aspirantes todos a hombres de Estado, de autonomía o de ciudad global, han hecho lo contrario de lo que deberían. Una persona de Estado combina serenidad con firmeza. Como Felipe González, quien criticó rotundamente la propuesta de un relator o mediador en el conflicto catalán. En una democracia, los inventos institucionales no surgen de la chistera, sino de los cauces legales apropiados y, aunque la figura del relator discutida ahora no tuviera un valor práctico relevante, sí tendría un significado jurídico y político en el ámbito internacional que a nadie se le escapa. Y, desde la tranquilidad, González le dio un tirón de orejas a Sánchez, como también hizo con la gestión de la crisis venezolana, pidiendo un reconocimiento inmediato del presidente encargado Guaidó.
Porque una persona con sentido de Estado se enfrenta a los suyos cuando toca. Es lo que distingue a González de Aznar. El día que Aznar presione a su partido para que se acerque al PSOE en algunas materias, alcanzará la categoría de hombre de Estado. De momento, hace lo opuesto, alejando al PP de los perniciosos socialistas en todo lo que puede.
Una persona con sentido de Estado modera a los radicales. Casado intenta radicalizar a los moderados, como a Núñez Feijóo o Juanma Moreno, que no mostraban un gran interés inicial por acudir a la manifestación. Porque ellos quieren gobernar Galicia y Andalucía, no descabalgar a un Gobierno con gritos y aspavientos.
No es un problema exclusivo de España. En toda Europa, las fuerzas políticas de centro, que solían buscar el consenso, están crecientemente en manos de adolescentes de Estado que, en sus ansias por llegar al poder, se queman jugando con fuego. Porque cada vez que liberales y conservadores europeos recurren a la política de banderas, son devorados por los populistas. Parece que no lo entienden. Claro, es que son adolescentes. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 














Del poema de cada día. Hoy, Adolescente fui en días idénticos a nubes, de Luis Cernuda (1902-1961)

 






ADOLESCENTE FUI EN DÍAS IDÉNTICOS A NUBES



Adolescente fui en días idénticos a nubes,

cosa grácil, visible por penumbra y reflejo,

y extraño es, si ese recuerdo busco,

que tanto, tanto duela sobre el cuerpo de hoy.


Perder placer es triste

como la dulce lámpara sobre el lento nocturno;

aquél fui, aquél fui, aquél he sido;

era la ignorancia mi sombra.


Ni gozo ni pena; fui niño

prisionero entre muros cambiantes;

historias como cuerpos, cristales como cielos,

sueño luego, un sueño más alto que la vida.


Cuando la muerte quiera

una verdad quitar de entre mis manos,

las hallará vacías, como en la adolescencia

ardientes de deseo, tendidas hacia el aire.



Luis Cernuda (1902-1961)

poeta español